Vladímir Putin debe aceptar su responsabilidad por el derribo del avión
de Malaysia Airlines MH17 acaecido en julio de 2014 sobre territorio
ucranio y que costó la vida a los 298 tripulantes y pasajeros del
aparato. La comisión independiente internacional encargada de estudiar el caso
ha presentado un informe final tan detallado como impecable que aporta
pruebas irrefutables de la responsabilidad de Rusia en el derribo del
avión.
Según demuestran las grabaciones telefónicas interceptadas, las
milicias prorrusas, acosadas por la aviación ucrania, solicitaron y
obtuvieron de Rusia el sofisticado sistema antiaéreo Buk, capaz de
abatir aviones volando a alta cota.
Como han documentado con todo detalle los fiscales con la ayuda de
fotografías, vídeos y grabaciones telefónicas, la lanzadera de misiles
fue recogida por los rebeldes en territorio ruso, transportada a
Ucrania, empleada para disparar el mortífero misil y devuelta a Rusia
inmediatamente después. En las grabaciones se escucha a los rebeldes
prorrusos primero jactarse del derribo pensando que se trataba de una
nave de transporte ucrania y luego lamentarse por su error.
Las conclusiones son tan poderosas que tienen méritos de sobra para
terminar ante la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU.
De hecho, existe precedente de un caso similar, pues en 1988 un Airbus
iraní fue derribado en el golfo Pérsico por un misil procedente de EE UU
muriendo sus 290 ocupantes. Washington, tras negar los hechos, terminó
pagando 68 millones de dólares a los familiares de los fallecidos.
El conflicto en Ucrania ha sido creado y mantenido por Rusia para
evitar que Kiev se asociara a la UE. Desde entonces Moscú ha violado las
leyes internacionales apoyando a una guerrilla separatista y
anexionándose Crimea. Negar su responsabilidad —probada— en el derribo
del MH17 no ayuda en nada a rebajar la tensión.
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