Algunas mediciones de opinión pública afirman una mejora en la imagen de la institución, pero de los diferentes análisis que los números desatan surgen discrepancias. Lo mismo sucede cuando se hurga en los motivos que habrían incidido en esa mejoría, que para algunos ni siquiera es tal. Hay quienes señalan que las tareas sociales que despliega el Ejército configuran el principal indicador de su actual posicionamiento, en un contexto en el que ha ganado notoriedad gracias a tareas de apoyo en las inundaciones del litoral del país o la recolección de basura en Montevideo. También hay de los que despotrican contra unas Fuerzas Armadas consagradas a tareas que no les corresponden, porque las propias parecen haber perdido sentido.
“A veces la población no ve claro qué razón de ser tienen las Fuerzas Armadas. Las acciones de este tipo son bien recibidas por la ciudadanía, juegan a favor de su imagen. Pero no creo que sea una actividad planificada o intencional para tratar de ganar imagen”, opinó el brigadier general (r) José Luis Villamil, presidente de la Comisión de Defensa del Frente Amplio (FA). Esas tareas, que en la jerga militar se conocen como “misiones subsidiarias”, se emprenden al margen de sus propósitos originales: la defensa nacional. Según Constanza Moreira, politóloga y senadora del FA, “revelan lo perdidas que están las Fuerzas Armadas respecto de su función”. “Aprovechar el trabajo social para ganar popularidad” pone de relieve que “no saben para dónde van, porque para desarrollar esas tareas no es necesario saber técnicas de combate ni desarmar un arma abajo del agua”.
Pero en las últimas semanas esas acciones del Ejército fueron propagandeadas por algunos medios de comunicación y asociadas a una supuesta mejoría de la imagen social de la institución, según datos difundidos por analistas de la opinión pública. Así se hizo, por ejemplo, a través de una nota publicada por el semanario Búsqueda en su edición del jueves 21, donde se mencionaban datos del Latinobarómetro, una medición que en el caso uruguayo fue realizada por Equipos Consultores.
Los datos, difundidos a comienzos de setiembre del año pasado, con base en encuestas realizadas hasta febrero de ese año, mostraban que en 2015 hubo más encuestados que confiaban en las Fuerzas Armadas (53 por ciento, al igual que lo que arrojó la encuesta de 2013), frente a los que desconfiaban de ellas. El dato fue interpretado para Búsqueda por Ignacio Zuasnábar, sociólogo de Equipos Consultores, como la “primera vez desde que se realiza el Latinobarómetro” que “la confianza en las Fuerzas Armadas supera la mitad de la población”.
En diálogo con Brecha, el comandante del Ejército Guido Manini Ríos analizó que “esas encuestas muestran un antes y un después en cómo nos ve la población. Si bien el accionar de las Fuerzas Armadas no busca el aplauso, lo que marca la encuesta constituye un estímulo para continuar en la línea de lo que estamos haciendo”, dijo, en referencia a las misiones subsidiarias.
Pero Moreira llega a unas conclusiones completamente distintas. “Dos mediciones no alcanzan para decir que están en su mejor momento, como sugiere Zuasnábar. La relación entre la confianza y la desconfianza en los últimos 15 años estuvo a favor de la desconfianza y sólo hay dos mediciones que invierten esa relación.” El motivo de esa modificación “todavía no se sabe. Hay una medición de 2011 que es del 43 % de aceptación y luego en 2013 y 2015 es del 53, entonces puede haber un error de medición. No me alcanzaría para decir como socióloga que hay una recuperación de la confianza en las Fuerzas Armadas, porque ese dato no es sistemático, no es creciente ni continuo”.
Además, para la senadora es “imposible afirmar que haya una mayor confianza basada en el desempeño que están teniendo en las tareas sociales. Habría que ver si la gente quiere o no quiere que realicen esas tareas”. Detalle aparte, tampoco se podría encontrar explicación en la actitud de las Fuerzas Armadas frente a las inundaciones y la recolección de la basura, ya que las acciones ocurrieron luego de la medición.
De hecho, la empresa Factum, que también realiza estudios de opinión pública que miden la confianza de la población en las instituciones, arroja datos bastante disímiles. Según explicó a Brecha Eduardo Bottinelli, director de la empresa consultora, en los últimos 15 años la confianza de la población ha venido en picada en todas las instituciones (excepto los bancos), incluidas las Fuerzas Armadas, que no obstante ha sido la institución que menos ha descendido en imagen, aunque sigue sin dar con buenos niveles de aprobación.
“La confianza en las Fuerzas Armadas no mejoró. En términos generales la imagen, en este momento, es más bien mala”, expuso Bottinelli, y agregó: “si este estudio se hiciera hoy, tal vez podría haber mejorado porque las Fuerzas Armadas hicieron un trabajo de emergencia. Pero en términos generales la imagen no es positiva”.
Selva López Chirico, estudiosa de cuestiones vinculadas a la defensa que, junto con el general (r) Víctor Lisandro, integró la Comisión Especial de Defensa del Frente Amplio en la década del 90, planteó: “utilizar unas Fuerzas Armadas que tienen unos objetivos no muy justificados en Uruguay para otras tareas que las hacen productivas y simpáticas es una cosa que siempre se ha hecho. La gente dice: ‘ya que no hacen nada que hagan esto’. En el fondo la gente los ve como personas prescindibles”.
Hay que tener “cuidado” con que “la lógica se transforme en la de empleados comunes y silvestres, y las tareas y misiones se liguen al pago de un dinero (extrapresupuestal). Yo creo que los militares tienen que ganar mucho mejor de lo que ganan, pero eso es otra historia”, dijo a Brecha Álvaro Colotta, miembro de la Comisión de Defensa del FA. En la misma línea, Moreira sostuvo que hay que denunciar que se busca construir unas Fuerzas Armadas con “un frente público y otro privado. Como no van a poder desarrollar un complejo industrial, quieren armar un complejo de servicio militar”, bajo la “lógica de una empresa privada que brinde servicios comprados por el Estado. Es una locura”, afirmó, y agregó que mediante esta estrategia se busca, indirectamente, incrementar el presupuesto de las Fuerzas Armadas.
De hecho, eso fue lo que ocurrió cuando levantaron la basura entre el 31 de diciembre de 2015 y los primeros días de este año, cobrando 300 pesos por hora por soldado. O lo que podría ocurrir de concretarse la idea de que trabajen en la construcción de rutas, sobre lo que se adelantó que podrían cobrar un precio más barato que el que demandan los privados. De hecho, esos dos casos no parecen ser la excepción. Por ejemplo, y según supo Brecha, el Ejército cotizó en el entorno de los 450 mil pesos la limpieza de un predio de la Facultad de Ciencias en Malvín Norte, ante un pedido de la Universidad de la República.
Manini Ríos matizó la cuestión: “no cobramos por nuestras actividades. Cuando hay una creciente, un incendio, una emergencia nacional, ningún soldado cobra nada extra. Es cuando remplazamos el trabajo de algún sector que está presupuestado que las autoridades entienden que es justo pedir una compensación para los soldados. Fue un tema que se manejó políticamente a través del ministerio; el Ejército cumplió las labores ni bien fueron indicadas”.
El debate no es nuevo. Ya en 1992 la Comisión Especial de Defensa del Frente Amplio pregonaba que “deberá evitarse recurrir específicamente a una unidad militar” para cumplir, como se le llamaba en aquel entonces, una “acción cívica”, además de evitar apelar “a las Fuerzas Armadas para la realización de una tarea en base al argumento de que el costo resulta menor que en la cotización pública o privada”, ya que “el Estado invierte en formar un profesional para el cumplimiento de una misión específica, que es la militar”.
“La sociedad uruguaya cultivó la desconfianza en las Fuerzas Armadas a lo largo de todo el siglo XX, lo que la llevó a tener unas Fuerzas Armadas pobres, donde la carrera militar no era prestigiosa”, sostuvo Moreira y, por si acaso, aclaró: “no es que la desconfianza sea producto de un error de percepción, sino de un desarrollo histórico” que mostró que las Fuerzas Armadas “sólo sirvieron para reprimir a sus propios pueblos. Uruguay nunca quiso tener unas Fuerzas Armadas fuertes”, lo que le permitió “consolidar su democracia. En realidad, se empezaron a desarrollar recién cuando Estados Unidos invirtió en las Fuerzas Armadas latinoamericanas para combatir al enemigo común. El último proyecto interesante que tuvieron fue ése. Por eso están en cuestión y no saben qué hacer. La historia reciente también influye en la desconfianza, y eso no se borra haciendo tareas sociales”.
Manini Ríos, aunque preferiría no entrar en ese tema, también incluyó ese punto en su análisis.
“Creo que no vale la pena entrar en ese debate, pero lo ocurrido hace cuatro, cinco décadas (la dictadura) generó una fractura, que mucha gente estuviera enconada contra la institución armada. Con el tiempo, esa mirada va cambiando, también por el hecho de que se vea actuar a las Fuerzas Armadas en beneficio de la sociedad.”
Moreira sostuvo que para limpiar esa imagen fue que las Fuerzas Armadas empezaron a hacer propaganda corporativa, por ejemplo con el libro de historietas El Cimarrón, destinado a niños de escuela. Pero un elemento en el que la ex precandidata a la Presidencia hace hincapié tiene que ver con la propia figura del ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro.
“El hecho de que un tupamaro, preso y torturado, sea quien conduce las Fuerzas Armadas contribuye a su relegitimación. Eso es lo peor que hace su presencia y su posicionamiento.” La senadora subraya que dos ex integrantes del Mln, Fernández Huidobro y el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, “terminaron al frente de los aparatos armados de la sociedad y no sólo los legitimaron, sino que los volvieron tan poderosos que mañana una insurrección armada como la que ellos mismos llevaron a cabo sería fácilmente reprimida. Andá a hacer una insurrección en un país armado hasta los dientes, con 30 mil policías, con 27 mil militares, con (el sistema de vigilancia) El Guardián. Ellos mismos obturaron la posibilidad de que en el futuro pueda ofrecerse resistencia armada a un gobierno arbitrario, obtenido por la fuerza, que es algo que siempre puede pasar. El ciclo histórico se cierra como mínimo de manera paradojal, y para quien viene de una historia revolucionaria es paradojal pero también imperdonable”."
http://brecha.com.uy/la-mona-se-viste-de-seda/
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