Si bien las alertas de la posible tormenta desatada por el cierre de la planta procesadora de leche Ecolat, empresa que venía funcionando con otros empresarios desde hace más de 30 años, comenzaron a sonar entre los vecinos de Nueva Helvecia desde fines de 2014, en el imaginario colectivo estaba la esperanza que los rumores fueran solo eso y que la fábrica siguiera funcionando. La noticia del cierre definitivo cayó como un balde de agua fría. Y el shock inicial tiene a toda la ciudad todavía inmóvil, a la espera de un futuro que hasta ahora parece incierto.
“Estamos de duelo”, dijo al diario El Observador Grisel Chambón¸ dueña de una empresa de camiones que trasladaba los productos envasados de Ecolat hacia Montevideo desde hace más de 30 años. Los primeros despidos comenzaron el 4 de febrero, pero al caminar por las calles del pueblo ya se nota la diferencia. La tranquilidad, la poca gente.
“El cierre de Ecolat va a ser un golpe importante para la ciudad”, advirtió la alcaldesa de Nueva Helvecia, María De Lima, que con 10.630 habitantes -según datos del censo de 2011- deberá enfrentar el encontrarse de un día a otro, con 400 familias sin una entrada económica, con otras tantas sin percibir un ingreso al trabajar como terciarizados para la empresa del grupo Gloria y con una cadena de deterioro que va desde la actividad comercial hasta el estado anímico del lugar. Es que en pueblo chico se conocen todos y no hay nadie que no tenga un amigo, compañero de clase, padre, hermano, que trabajara en Ecolat.
Según la alcaldesa, el circuito económico de Nueva Helvecia dejará de percibir mensualmente unos $ 9 millones, de los salarios que percibían los trabajadores. Es así que el sector comercial se verá directamente afectado, explicó por su parte Julián Mesa, presidente del Centro Comercial de Nueva Helvecia, que concentra a unas 200 empresas de la ciudad.
Esto es, además, porque se trata de “un núcleo importante de trabajadores con un nivel salarial alto para lo que es el interior del país” y que van a tener complicada su economía.
La preocupación de a poco se apodera de los que vivían a la par de la fábrica y la palabra “desastre” ya empezó a aparecer. Nadie puede olvidar las situaciones que vivieron pueblos cercanos como Rosario y Juan Lacaze.
Una vida en la fábrica
El vínculo de Grisel Chambón con lo que ahora es parte de grupo Gloria comenzó a los 14 años, cuando en 1979 su padre empezó a hacer el reparto de lo que era Lactería y ella y sus hermanas lo ayudaban a cargar los camiones. En 2006, al morir su padre, Grisel se hizo cargo de la empresa familiar y siguió trabajando para la fábrica que siempre había formado parte de su vida. Habla sonriendo, pero detrás de ese afán por no desarmarse está la preocupación por quedarse de un día a otro sin trabajo. Por cómo pagar los 2 camiones que compró por leasing y del que todavía le quedan tres años.
Cuenta además que ya despidió a 3 de sus 4 empleados porque en el último mes los viajes no le alcanzaron ni siquiera para cubrir los gastos. Calcula que para llegar a los $100 mil de costos al mes, entre seguros, impuestos y empleados, necesita por lo menos realizar 32 viajes y en enero solo hizo 17. Cuando la fábrica trabajaba normalmente, llegó a hacer 90 en un mes. Sus camiones permanecen vacíos desde hace unos días frente a la planta.
Silvia Dávila solía llevar comida para vender a los empleados de la fábrica, algo que le dio un sustento durante 22 años. Pero a fines de noviembre decidió comenzar a buscar otros trabajos, porque con las pocas personas que le compraban ya no le era rentable recorrer ida y vuelta los 8 kilómetros que distan de su casa a Ecolat.
También lo sienten las estaciones de servicio, que perdieron el ingreso de los camiones que trasladaban leche o productos de Ecolat y cargaban combustible en los estaciones locales. Renzo Molinari, dueño del local de Petrobras, explicó a El Observador que con la disminución de las actividades de Ecolat perdió de vender el combustible diario para unos 16 camiones y que ya se plantea la posibilidad de cerrar el turno de la madrugada porque cada vez es menos rentable mantener a los dos trabajadores de ese horario si no recibe clientes.
Los problemas que vienen
En algunos casos son varias las personas del grupo familiar que se quedaron sin trabajo. Esposos, padres e hijos, hermanos. En otros, son trabajadores que empezaron a ir a la fábrica siendo aún menores y aún continuaban trabajando allí, como Álvaro Castro, que desde hacía 34 años era empleado de lo que ahora es Ecolat y que no conoce otra rutina más que la de ir desde su casa a la fábrica.
Personas que no tienen estudios y que se suman ahora a la búsqueda de empleo en una ciudad que también se está viendo golpeada por otros cien empleados que se quedaron sin trabajo luego de la desarticulación de la imprenta Pressur, explicó a El Observador el presidente del Centro Comercial. Esa competencia, dijo Mesa, va a afectar a la larga el nivel salarial de la comunidad y también la calidad social de las familias.
Ya se piensa en este sentido en reformar los cursos de UTU, y en reenfocarlos para personas de entre 35 y 60 años, para las que va a ser más difícil volver a insertarse en el mercado laboral.
“Los tiempos no dieron como para poder actuar”, explicó la alcaldesa. Y ahora solo queda hacer un intento por mitigar el indudable impacto.
La industria láctea Ecolat ratificó en los hechos la medida de cierre anunciada la semana pasada al publicar en la cartelera de la empresa una nueva lista de funcionarios que fueron despedidos, quedando en actividad solo unos 30 empleados –de los 400– para cumplir tareas de mantenimiento y de ajustes finales de la referida planta del Grupo Gloria en Uruguay.
Se realizará una reunión cumbre en el Ministerio de Trabajo con participación de los diferentes actores del sector para tratar la situación de Ecolat, pero también las dificultades que a nivel global existen en el rubro pues otras empresas como Bonprole y Pili presentan también dificultades.
Esta nueva lista de trabajadores que fueron cesados se suma a los 90 trabajadores que ya están en el segundo de paro y a los 110 despidos que se habían concretado a fines del mes pasado, en tanto que siguen en actividad hasta el cierre casi 30 empleados de áreas administrativas, financieras y de mantenimiento de máquinas de Montevideo y Nueva Helvecia, informó a El Observador el secretario del gremio de Ecolat, Javier Fandiño.
Por otra parte, el vocero de la empresa, Roberto Bustamante, informó ayer al diario El País que Ecolat pagará los despidos a partir de la semana próxima y estimó que para ello desembolsará alrededor de US$ 2 millones. Agregó que la empresa perdió unos US$ 34 millones desde que comenzó a operar en Uruguay en 2012.
Un tema que preocupa a los trabajadores, y que se espera que se resuelva en las próximas horas, es que la empresa comunique oficialmente al gobierno cuál será el destino de esta industria. Si no es así los trabajadores ocuparán la planta la próxima semana, sostuvo el dirigente. Urge saber si la planta será negociada a otra empresa para seguir en actividad o si será desmantelada y si pierde esa fuente de trabajo que ocupó unos 400 trabajadores en Nueva Helvecia (ver páginas 2 y 3).
La situación impacta en todo el gremio de trabajadores del sector nucleados en la Federación de Trabajadores de la Industria Láctea (FTIL) que dispuso realizar mañana paros de una hora por turno para informar de la situación. Ese día se reunirán en asamblea en Nueva Helvecia los trabajadores de Ecolat, mientras que FTIL prepara una asamblea general para el próximo martes 24 en la sede de la Asociación de Obreros y Empleados de Conaprole (AOEC), donde analizarán la situación y plantearán medidas para todo el sector láctea.
El conflicto se va a extender a todo el rubro de los alimentos al ser convocado para el próximo lunes el sindicato de la alimentación en procura de su adhesión a las medidas de lucha que se estarán encarando por la situación de Ecolat.
En un nuevo remitido publicado ayer en la prensa, Ecolat, en la típica actitud de los empresarios, advirtió que a pesar de los esfuerzos de la empresa y del gobierno por mantener la actividad de la empresa, la reación del sindicato quebró la confianza imprescindible y las condiciones de seguridad que deben existir en una industria dedicada a la producción de alimentos. l
El tema llegó al Consejo de Ministros
El subsecretario del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Enzo Benech, informó ayer en el Consejo de Ministros sobre la marcha del conflicto de Ecolat y de las últimas medidas adoptadas por la empresa. Por otra parte, se espera disponer hoy de una visión global del sector lácteo a través de la participación de todos los actores involucrados, entre ellos la Cámara de la Industria Láctea (CILU), Pit-Cnt y ministerios involucrados.
Las primeras noticias de la decisión de Ecolart de reestructurar la planta de producción de lácteos, lo que podía incluir el cierre de la fábrica, llegó en octubre de 2014. Desde entonces la población empezó poco a poco a preocuparse por el futuro de la ciudad y su economía. Es que no son pocos los pueblos del interior que se vieron a fectados por el cierre de grandes industrias y dos de su ciudades vecinas, Rosario y Juan Lacaze, con el cierre de Fanaesa en el primer caso y de Campomar en el segundo, ya supieron pasar por esa situación
Y no es la primera vez que una industria reconocida por el ministro de Trabajo como la “principal fuente de la localidad”, deja en vilo y a gran parte de los trabajadores de una ciudad. Es más, ese es uno de los principales motivos que llevaron a muchos pueblos de campaña a quedar prácticamente en el olvido. Es por ejemplo el caso de Valentines, ubicado entre Treinta y Tres y Florida, que sufrió el abandono de industrias como un aserradero que se instalaría en un predio de AFE y daría trabajo a 60 de los 217 habitantes que tenía en 2009.
Otro de los casos fue el de Empalme Olmos, en Canelones, con la empresa Metzen y Sena. La fábrica estuvo parada desde 2009 y pudo recuperar sus actividades recién cuatro años más tarde gracias a un préstamo del Fondo de Desarrollo (Fondes).
La maderera Urupanel, instalada en Tacuarembó, también enfrentó el cierre y el desconcierto ante el futuro laboral. En julio del año pasado, y ante la salida de los inversores ecuatorianos, 420 personas quedaron sin trabajo. Actualmente, con nuevos inversores chilenos, se prevé utilizar 80 de esos 420 empleados para retomar la actividades en forma parcial.
Lo que pasó en Ecolat
En primer lugar, Ecolat planteaba la realización de una reestructura, que implicaba dejar fijos a poco más de 100 trabajadores de los 400 que tenía la planta, como forma de poder seguir funcionando. Según explicó a El Observador TV el ministro de Trabajo, Nelson Loustaunau, los problemas en la empresa se venían dando desde hace dos años ya que el valor de la leche en polvo bajó y produjo una modificación en el negocio.
A fines de 2014, la empresa comenzó a tener negociaciones con el Ministerio de Trabajo y con laFederación de Trabajadores de la Industria Láctea (FTIL) por lo que se había llgado a un acuerdo de enviar trabajadores a seguro de paro en forma rotativa: se enviaría a 100 durante dos meses, luego volverían a la empresa y saldrían otros 100. Pero el 4 de febrero comenzaron a llegar los primeros telegramas de despido y unos días más tarde un comunicado anunciando el cierre de actividades de la empresa tomó a todos por sorpresa. Decisión que Loustaunau calificó como “demasiado acelerada e intempestiva” y que deja a Nueva Helvecia ante una situación “compleja y delicada”.
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