Las únicas palabras interesantes en la última ceremonia del Oscar salieron de la afilada boca de Charles Ferguson, creador de Inside job. Citó a los delincuentes de guante blanco que después de haber causado una ruina mundial siguen en la calle y escandalosamente ricos.
Se supone que Ferguson se ha propuesto hacer un documental, pero en su intento por ser realista y didáctico le ha salido una extraordinaria película de terror. Yo, al menos, paso progresivo e infinito miedo ante la clase magistral que Ferguson nos ofrece sobre algo tan farragoso como la economía.
Este pavoroso y racionalista relato, que debería ser exhibido en todos los colegios para que los niños entendieran las esencias y los mecanismos del fraude y de la rapiña, la naturaleza y la metodología de monstruos pulcros que hunden en la miseria los ahorros, el trabajo, las hipotecas, las ilusiones de millones de personas, tiene prólogo, desarrollo y desenlace.
Lo contado provoca estupor y angustia; el final pone los pelos de punta
Comienza en un paraíso llamado Islandia, el país con la renta per cápita más alta de Europa, inacabables prestaciones sociales, autosuficiente en la energía, con generalizada calidad de vida, algo cercano a la utopía.
Es el lugar sobre el que se posan los encorbatados vampiros para arrasar lo que parecía inexpugnable.
De ahí nos trasladan a Nueva York, al corazón de la bestia, donde banqueros privados y públicos, ejecutivos y políticos que intercambian sus papeles con desvergonzada naturalidad y protegidos por leyes que han decretado ellos, provocan el colapso económico mundial como resultado de haber pasado décadas vendiendo humo, jugando con lo inexistente, especulando en plan hiena, haciéndose inmensamente ricos en los descalabros que provocan y que pagarán los inocentes, acumulando propiedades, aviones privados y yates en grado tan excesivo que les resultará imposible disfrutarlos, acumulando y tapando mierda, estimulados continuamente por ese polvito blanco que les hace sentirse dioses y putas de superlujo que relajan del extenuante trabajo de robar al prójimo.
En ese engranaje participan eminentes catedráticos de teoría económica, asesores de la Casa Blanca, mercenarios de cuello almidonado, un aterrador foco de corrupción que cobra cifras mareantes de esos banqueros que se declaran en quiebra.
Evidentemente, la mayoría de ellos se niega a ser entrevistado, pero los menos astutos o demasiado arrogantes que se atreven a dar la cara y a ofrecer sus imposibles argumentos quedan retratados como lo que son, gánsteres que se saben impunes por mucho que les interrogue y acorrale esa mosca cojonera llamada Charles Ferguson.
Matt Damon ejerce de narrador en la historia de la infamia. No es casual. Y entiendes las razones de su desencanto ante Obama. Si lo que nos han contado antes te provoca estupor y angustia, el final logra ponerte los pelos de punta.
Los villanos no solo han esquivado el castigo, sino que este modélico presidente les ha recolocado para que dirijan la economía de Estados Unidos de América.
Han sido, son y serán los reyes del sistema.
Todo está atado y bien atado.
El 'yo acuso' de la crisis financiera
INSIDE JOB
Dirección: Charles Ferguson.
Narrador: Matt Damon.
Género: documental. USA, 2010.
Duración: 120 minutos.
Sería un milagro que el cine influyera en las decisiones políticas de un país. Pero al menos parece posible que las irregularidades que una película saca a la luz tengan consecuencias en otros ámbitos.
Y si el filme encima ha ganado el Oscar, el efecto puede ser aún mayor. Inside job, de Charles Ferguson, mejor documental este año según la Academia de Hollywood, es una didáctica herramienta de denuncia de todas las barbaridades perpetradas por bancos, Gobiernos y ejecutivos financieros cuya irresponsabilidad y avaricia llevaron a la crisis económica de 2008 y cuyas consecuencias aún se sienten en todo el mundo.
La película condensa en dos horas detalles bastante complejos sobre el origen y protagonistas de la crisis. Para cualquier ciudadano informado, la película no descubre nada nuevo, aunque sí encierra una trágica sorpresa: la connivencia del mundo académico con los poderes económicos.
Una de las secuencias más sabrosas es una entrevista con Glenn Hubbard, decano de la Columbia University Business School, uno de los mayores defensores de la desregularización de los mercados, quien además trabaja como consultor para múltiples empresas privadas.
"Tras la crisis ningún ejecutivo ha ido a la cárcel y eso es patético, aunque precisamente esta semana el Gobierno ha denunciado a tres de los principales responsables de uno de los bancos que se hundieron con la crisis, Washington Mutual, y quizás sea un primer paso.
Pero la película sí ha generado cierta polémica en el mundo académico y aunque nadie ha sido despedido, hay varias universidades que están pensando en crear líneas claras que impidan que los académicos incurran en esos flagrantes conflictos de interés.
Y lo más interesante es que desde muchas asociaciones de alumnos de escuelas de economía nos han pedido la película y están debatiendo abiertamente la situación".
Lo explica Ferguson, que además asegura: "Haciendo este filme he perdido muchos amigos; no importa, porque he ganado muchos otros".
El pasado enero, poco antes de la convención anual de la American Economic Association, la mayor asociación de economistas usamericanos, el profesor de economía de la Universidad de Harvard Edward Glaeser se preguntaba en las páginas de opinión del diario The New York Times si no sería ya hora de crear un código ético para economistas.
En otras profesiones como la medicina o la abogacía, existe. "Inside job plantea preguntas sobre la falta de ética de economistas que opinan sobre decisiones económicas y que esconden su relación con empresas y sus tratos como consultores. Las acusaciones son serias y está claro que la profesión ha sido demasiado laxa en estos conflictos de interés", escribió Glaeser.
Por su parte, la Universidad de Harvard, que tampoco sale precisamente bien parada en la película -el jefe de su departamento de Economía, John Campbell, no ve conflicto de intereses y lo dice tranquilamente en cámara-, está revisando su propio código sobre conflicto de intereses económicos, que abarca todos los departamentos de la universidad.
¿Y el propio cineasta ?
Teniendo en cuenta que el filme critica los excesos de la especulación financiera, decidimos preguntarle a Ferguson, millonario desde los años noventa, cuando vendió una empresa de tecnología en plena burbuja del punto.com por más de 100 millones de dólares, si invertía en Bolsa.
"Sí, claro. No tengo nada en contra de la gente que invierte en Bolsa y yo mismo invierto en empresas de tecnología que creo que hacen las cosas bien".
Pero, ¿no alimentan los mercados financieros la especulación, como deja claro su película?
"Los mercados no son del todo justos pero si hay regulación y están controlados y las transacciones se hacen legalmente no veo nada malo en ellos".
Fuente:El País
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