Steve Jobs, co-fundador de Apple en 1976, seguramente ha visto con alivio cómo ha soportado la empresa el terremoto de su partida y su sustitución temporal por su lugarteniente Tim Cook.
Las cosas, de momento, van viento en popa para Apple, que en abril pasado superó a su eterno rival, Microsoft y se colocó como la segunda compañía del mundo por capitalización bursátil, con un valor de 232.000 millones de euros, solo por detrás del gigante petrolero Exxon. Y todo gracias a Jobs.
Expulsado de la que era su casa en 1985 y repescado en 1997, en poco más de diez años ha conseguido el milagro: colocar a Apple en la cima y hacer de ella una de las empresas punteras del mundo en innovación.
Un logro más de esta especie de rey Midas moderno que solo cobra un dólar simbólico al año y ha convertido en oro casi todo lo que ha tocado.
Jobs tiene el don de anticiparse a los deseos de los consumidores. Lo ha conseguido con los ordenadores iMac, con el iPod, con el iPhone, con el iPad, productos que han conformado la fisonomía de nuestro mundo. La gente, cree, no está en condiciones de saber cuál será el siguiente producto estrella.
Por eso le gusta la frase de Henry Ford, el hombre que hizo del automóvil un producto de consumo masivo: "Si les hubiera preguntado a mis clientes lo que querían, me habrían dicho: 'un caballo más rápido".
Budista, vegetariano -aunque come también pescado-, con fama de autoritario e intratable, casado y padre de cuatro hijos - a la mayor, fruto de una relación juvenil tardó meses en reconocerla-, Jobs ha estado marcado desde el principio por un destino especial.
Nacido en San Francisco, en febrero de 1955, sus padres, dos jóvenes licenciados de la Universidad de Wisconsin, decidieron darle en adopción.
Su madre, según contaría el propio Jobs muchos años después, había localizado a un matrimonio de abogados de buena posición para entregarles a la criatura, pero a última hora lo rechazaron porque querían una niña.
Se abrió pasó entonces una solución de urgencia, la de los Jobs, los segundos en la lista de aspirantes al bebé, un matrimonio de Mountain View, una pequeña ciudad en el área de la bahía de San Francisco (California).
No puede decirse que fuera la mejor manera de llegar al mundo, pero el pequeño Steve Paul Jobs tardó en enterarse de estos detalles.
En algún momento de su vida, sin embargo, el asunto debió de obsesionarle lo suficiente como para contratar a un detective privado para que localizara a su madre biológica.
Resultó ser Joanne Simpson, especialista en terapia del lenguaje que finalmente se había casado con el padre de Steve, Abdulfattah Jandali, sirio de religión musulmana, poco después de entregarle a él en adopción.
La pareja duró apenas cuatro años, tiempo en el que nació una hija, Monna Simpson, una escritora famosa en Estados Unidos de América. Todo un culebrón que contribuyó seguramente a construir la personalidad hermética y exigente del jefe de Apple.
¿Vivió Jobs el episodio como el primer rechazo de su vida? Es imposible saberlo. En Estados Unidos de América no son infrecuentes los vientres de alquiler, ni este tipo de acuerdos para evitar el recurso al aborto en casos de embarazos indeseados.
Pero no era lo más frecuente en los años cincuenta. Lo único claro es que las relaciones de la señora Simpson con su hijo se reanudaron, ya que fue invitada a la boda de Steve, oficiada por su gurú budista, en 1991.
El padre, en cambio, ha sido borrado de la memoria del patrón Apple. Los Jobs, la pareja que le crió, eran gente normal de clase obrera, con pocos estudios, que prometieron gastar sus ahorros en dar al niño una buena educación. Después de asistir a la escuela de Cupertino (California), pasó al Reed College de Portland (Oregón).
Inconformista y autodidacta por naturaleza, dejó los estudios a los seis meses de iniciarlos, pero siguió yendo a algunas clases.
No faltaba a las de caligrafía, mientras malvivía recuperando latas vacías de Coca- Cola y disfrutando de la caridad de los comedores de los Hare Krishna.
Jobs pertenece a una generación que se entregó a los ídolos de sus hermanos mayores: devoto de Bob Dylan y de los Beatles, tuvo, años después, una relación con la cantante Joan Baez. A mediados de los setenta viajó a la India en busca de la paz interior.
Experimentó con el LSD y volvió convertido al budismo. Sin haber perdido un ápice del talento y el sentido práctico que le llevarían a crear Apple, con la ayuda de su amigo Steve Wozniak, en el garaje de su casa, en 1976.
El éxito temprano, y los tremendos enfrentamientos después en el seno de Apple, las dificultades para competir con los sistemas operativos de Microsoft, que les ganó inicialmente la partida, forjaron el carácter de Jobs.
Un tipo trabajador, entregado con pasión a su empresa, acostumbrado a controlar todas las variables de su vida. Buscar el propio camino, seguir los propios criterios, vivir de acuerdo con lo que uno realmente piensa de las cosas, ese es su ideario.
En junio de 2005 aconsejó a los estudiantes de Stanford recién licenciados: "No os dejéis atrapar por los dogmas, que es vivir con el resultado del razonamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones ajenas ahogue vuestra voz interior, Y, lo más importante, tened el coraje de seguir vuestros impulsos y vuestra intuición. Porque de alguna manera son los que saben lo que queréis ser. Lo demás es secundario".
El consejo no parece fácil de seguir, pero a Jobs le ha llevado a la cima y le ha convertido en una de las personas más reverenciadas y temidas de Silicon Valley.
Como ha explicado Jean-Louis Gasse, ejecutivo que trabajó un tiempo a sus órdenes, "las democracias no crean productos estupendos, se necesita un tirano competente para eso". Y los productos de Apple lo son. La firma de la manzana ha conquistado no solo un mercado, sino una legión de admiradores.
En noviembre pasado, Christie's subastó el primer ordenador -el Apple I- salido del garaje de la casa de Jobs, en 1976. Lo compró un italiano, por casi 160.000 euros, para incorporarlo a un museo de Apple.
Es verdad que el mito estuvo a punto de perecer en los años noventa, tras una serie de fracasos de la firma de Cupertino, con productos lanzados al mercado que no obtuvieron éxito. Pero entonces llegó la salvación.
Appel compró Next, una empresa de ordenadores puntera creada por Jobs en los años de exilio aunque no especialmente rentable y con ella regresó el antiguo jefe. La noticia no fue celebrada por todos. Muchos empleados se echaron a temblar.
La leyenda dice que coincidir con Jobs un mal día en el ascensor puede significar un despido fulminante. Él no lo niega del todo.
En unas declaraciones a la revista Fortune, hace casi tres años, explicaba: "Mi trabajo no es ser un tipo fácil con la gente, sino procurar que mejoren. Mi tarea es unir las diferentes piezas de la compañía, despejar los obstáculos del camino y conseguir el dinero para los proyectos clave".
No todas las ideas geniales salen de su cabeza, pero Jobs es el que escoge qué proyectos desarrollar y el que da forma definitiva al producto resultante. Su criterio, aseguran empleados y ex empleados, es vital.
Otra cosa es lidiar a diario con un tipo de sus características, que vive por y para Apple, según confesión propia. "Solo le pido a la gente que se enamore de la empresa", ha dicho más de una vez.
Él es el primer enamorado de su criatura, sobre la que ejerce un férreo control.
Dicen que Jobs no se siente un mero genio, un gurú cultural, sino un verdadero artista. Su nombre figura en más de un centenar de patentes de la firma, y la estética es una de sus mayores preocupaciones.
En tiempos criticó a Microsoft duramente, no tanto por la calidad de sus productos como por "su fealdad". En Apple, la belleza ha sido siempre una parte del todo.
Desde el Macintosh, uno de los primeros ordenadores personales que llegó a los consumidores, en 1984, hasta el más moderno iMac, un ordenador de mesa que solo consta de teclado y pantalla.
"El sistema operativo tiene sus dificultades, pero se entiende admirablemente con cualquier aparato que le conectes, cámara de fotos, de vídeo, iPod", dice una usuaria que compró un iMac hace un par de años al precio, ciertamente no económico, de 1.000 euros.
Estética y funcionalidad se conjugan también en el iPod, el iPad y en el exitosísimo iPhone. ¿Por qué entró Appel en el terreno de la telefonía móvil? "Todos detestábamos nuestros teléfonos móviles, todos teníamos quejas", dijo Jobs por toda respuesta.
Steve Jobs es un hombre directo, acostumbrado a mandar, sin pelos en la lengua ni tiempo para complacencias.
Cuando en octubre de 2003, durante un chequeo rutinario, los médicos le descubrieron un tumor en el páncreas, decidió tomar el tema bajo su control.
Inicialmente, un tumor de páncreas es algo bastante serio, pero una biopsia reveló que el suyo era de un tipo mucho menos agresivo y perfectamente operable.
Pero Job dijo no. No se operaría y buscaría otra alternativa, quizá de medicina holística. Mientras decidía qué hacer mantuvo una dieta especial. Pero las cosas no funcionaron y nueve meses después, un tiempo enormemente largo para este tipo de dolencias, se operó en el hospital universitario de Stanford, en San Francisco.
Aunque la intervención fue un éxito y Jobs reapareció en público aparentemente recuperado, la enfermedad no estaba vencida.
Su aspecto empeoró alarmantemente a finales de 2008. En enero de 2009 fue sometido a un trasplante de hígado en un hospital de Tennessee.
De nuevo empleó solo unos meses en recuperarse, pero su salud volvió a deteriorarse a mediados del año pasado. Jobs se había convertido en una figura esquelética, con el rostro completamente consumido.
Finalmente, el lunes 17 de enero se hizo público su mensaje electrónico enviado a los empleados de Apple donde, en unos pocos párrafos, anunciaba una nueva baja médica, sin fecha de regreso.
La enfermedad, al contrario que su trabajo, escapa a su control. Aunque nadie hable del tema y el propio Jobs subraye su derecho a la privacidad, inversores y periodistas se han lanzado a hacer toda clase de especulaciones.
Hace unos tres años, preguntado por la sucesión, Jobs respondió con sensatez. "Si algo me ocurre, no será una fiesta, pero hay mucha gente capaz en Apple para sucederme".
A corto y medio plazo puede que sí. Las dudas se plantean más a largo plazo.
La identificación de Jobs con Apple es tal que, según las malas lenguas, controla desde el diseño de las sillas hasta la empresa que se contrata para llevar la cafetería.
Él hace las reglas. También en su vida privada.
Conduce un Mercedes sin placas y según Fortune, a veces aparca en los espacios para minusválidos. Vive en una gran mansión, pero no profesa especial amor a los objetos, salvo a los juguetes informáticos que crea su compañía.
Hace años adoptó un uniforme que se adapta a sus gustos y su estética. Una camiseta de manga larga y cuello alto, invariablemente negra, jeans azules y zapatillas deportivas. Tras las gafas de montura ligera brillan unos ojos intensos y dominantes.
Jobs es uno de los mitos vivientes de Silicon Valley, un lugar donde crecían árboles frutales hace unas décadas y donde despuntan ahora las primeras compañías de Internet del mundo, empresas punteras como Google o Facebook.
Es legendaria su rivalidad con Bill Gates, fundador de Microsoft, una especie de personalización de la batalla entre las dos empresas.
Prácticamente coetáneos (Jobs nació en febrero de 1955 y Gates, en octubre de ese año), sus orígenes y su vida no pueden divergir más.
Gates nació en un hogar acomodado de Seattle, estudió en la Universidad de Harvard (aunque nunca terminó sus estudios) y ha desarrollado una segunda personalidad como gran filántropo.
Jobs creció en un hogar trabajador en California, fue al Reed College de Portland, dejó los estudios a los seis meses y cortó el grifo a las donaciones caritativas nada más regresar a Apple.
Ambos son grandes triunfadores, pero solo Jobs ha sido elevado a la categoría de semidiós, con su culto y sus adoradores, por sus dotes de visionario y los conocimientos tecnológicos que ha demostrado.
Y, al contrario que la de Gates, su carrera ha registrado inusuales retrocesos. Tras el éxito inicial de Apple, a los 26 años era millonario y portada de la revista Times.
Pero a los 30 años, Jobs se vio de patitas en la calle por incompatibilidad manifiesta con la persona que él mismo había contratado para guiar los destinos de Apple, el antiguo jefe de Pepsi Cola John Sculley. ¿ Por qué ? Diferencias de criterio.
En su libro de memorias, Sculley le compara con una especie de Trotski. Un tipo mesiánico, un purista que persigue la perfección más allá de los límites razonables. Pero Sculley cayó y Jobs volvió al puesto de mando cargado de ideas.
Años después reconocería que, pese a la amargura del momento, aquel despido fue crucial en su carrera. "Dio paso a la etapa más creativa de mi vida".
Una etapa en la que fundó la empresa Next, se casó con Laurene Powell y dio vida a Pixar, su incursión en el mundo del cine de animación por ordenador, que cosechó éxitos clamorosos con Toy story o Buscando a Nemo y que fue, finalmente, adquirida por Disney.
La enfermedad ha truncado, de momento, esa espectacular carrera. Para alguien acostumbrado a decidir y a llevar el timón de una gran empresa debe de ser muy duro rendirse a la evidencia de que lo más importante, su salud, es un tema incontrolable, que se escapa a sus dotes de intuición, a sus firmes creencias budistas. A todo. Y devuelve a esta deidad de Silicon Valley a la contingente y frágil condición de mortal.
Octubre de 2003: Los médicos diagnostican a Jobs un cáncer de páncreas, aunque no se hizo público hasta un año después ya que los abogados de la empresa recomendaron no publicar la noticia.
En un primer momento, el consejero delegado trató de superar la enfermedad a través de una dieta especial para evitar la cirugía, según un artículo publicado por la revista Fortune en 2008.
Agosto de 2004: Jobs, que entonces tenía 49 años, revela su enfermedad y anuncia que se ha sometido a cirugía para extraer el tumor. La operación fue un éxito y no necesitó quimioterapia ni radioterapia, según afirmó el propio directivo, que fue sustituido por su mano derecha, Tim Cook, durante su paso por el hospital y su recuperación. Volvió al trabajo en septiembre.
Junio de 2005: Jobs habla de su lucha contra el cáncer durante el discurso de graduación de los estudiantes de Stanford. En su intervención, asegura que los médicos le dijeron al descubrirlo un año antes que no viviría más de seis meses. No obstante, el cáncer pudo ser tratado con cirugía "y estoy bien", añadió.
Junio de 2008: Un delgado y visiblemente débil Jobs presenta el nuevo y esperadísimo iPhone 3G. La empresa justificó su aspecto por "un virus común".
Septiembre de 2008: Durante la presentación de los nuevos dispositivos del iPod en un evento en San Francisco, Jobs bromea sobre los rumores sobre su salud: "Las informaciones sobre mi muerte son muy exageradas", ironiza.
Tres meses después, falta a su cita tradicional en la Conferencia Macworld, donde ha anunciado los últimos productos de la firma de la manzana durante los últimos 11 años.
Enero de 2009: Jobs comunica que está sufriendo un desajuste hormonal que le ha hecho perder peso. Pese al tratamiento, se mantiene al día de sus funciones de consejero delegado.
"El remedio para este problema nutricional es relativamente simple y se puede solucionar", asegura en una carta abierta a la opinión pública.
Una semana después, cede el control de las operaciones diarias a Cook hasta junio argumentando que sus problemas de salud son más serios de lo que pensaba en un principio.
Pese a ello, Jobs anuncia que seguirá pendiente de las principales decisiones estratégicas de la compañía. "Volveré a verlos en verano", aseguraba en una carta remitida a los empleados.
Junio de 2009: El Hospital Universitario Metodista e Instituto de Transplantes de Memphis, Tenesee, confirma que Jobs ha sufrido un transplante de hígado y está registrando una "excelente" recuperación.
Unos días después, Apple anuncia la vuelta al trabajo de Jobs. Durante sus cerca de seis meses de ausencia, las acciones de la compañía han subido un 66%.
Septiembre de 2009: El consejero delegado hace su primera aparición en público desde su vuelta al trabajo en la presentación de los nuevos modelos de iPod en San Francisco.
En su discurso, anuncia que ha recibido su nuevo hígado de un joven fallecido en un accidente de coche. "Estoy de vuelta en Apple y estoy agradecido de cada minuto en el que estoy aquí", asegura.
Octubre de 2010: El consejero delegado aparece en el escenario para presentar el nuevo portátil de Apple y el flamante sistema operativo de Macintosh llamado León.
Enero de 2011: Jobs, de 55 años, se toma otra baja médica y afirma a sus empleados en una carta que ama tanto a Apple que "espero volver tan pronto como pueda". Cook, que cobró un plus de 59 millones de dólares (44 millones de euros) en el ejercicio fiscal de 2010 por sustituir a Jobs, vuelve a quedarse al frente de la empresa.
Steve Jobs es el alma de Apple. Pocas empresas están tan ligadas a su primer ejecutivo como el gigante tecnológico de la manzana.
Por eso, la primera reacción del mercado ante la nueva baja médica de Jobs fue de miedo, esto es, de ventas. Tras anunciar su decisión este lunes, un día en que las Bolsas usamericanas estaban cerradas, no fue hasta la tarde de este lunes cuando Wall Street puso precio a la salud del jefe de Apple: 20.500 millones de dólares (unos 15.000 millones de euros).
Las acciones de la compañía abrieron en la Bolsa de Wall Street con un recorte del 6,4 % hasta los 326 dólares, lo que equivale a estos 20.500 millones, en un mercado ligeramente al alza.
No obstante, a partir de este batacazo inicial, moderó los descensos y al cierre caía solo el 2,25% (unos 5.000 millones de euros de valor) a la espera de la presentación de los resultados del primer trimestre de su ejercicio fiscal.
La semana pasada en el mercado alemán, en el que Apple cotiza sin mucha liquidez, las acciones del gigante tecnológico cayeron un 8 %, lo que en términos absolutos implica una pérdida de valor de unos 26.000 millones de dólares, cerca de 20.000 millones de euros. Además, hoy la empresa también presenta sus resultados.
Jobs, de 55 años, es un superviviente de un cáncer de páncreas por el que sufrió una intervención quirúrgica en 2004. En 2009 recibió un trasplante de hígado.
Esta vez no ha desvelado la causa de su baja en el correo electrónico dirigido a la plantilla. En su mensaje, eso sí, Jobs asegura que seguirá implicado en las grandes decisiones estratégicas adoptadas por la compañía, pero que dejará en manos de Tim Cook, el director de operaciones, la gestión del día a día de la empresa.
Cook, de 50 años, no es un novato en esto. Ya se ocupó de sustituir a Steve Jobs durante su anterior baja médica, en el primer semestre de 2009. Pese a la ausencia del líder indiscutible de la empresa, el periodo de gestión de Cook se saldó con éxito. Las acciones subieron un 66% y Cook tuvo su premio en forma de un bonus de más de 50 millones de dólares.
Pero el éxito de Apple está íntimamente ligado a Steve Jobs. El ejecutivo de la compañía ha protagonizado una década de enorme éxito con lanzamientos como el iPod, el iPhone o el iPad que han ido revolucionando sus respectivos segmentos de la industria de la tecnología de consumo.
Esos éxitos han convertido a Apple en la segunda empresa del mundo con mayor valor en Bolsa, solo por detrás del gigante petrolero Exxon. Por eso, la preocupación el mercado no es tanto por que alguien como Cook lleve las riendas de la gestión durante un tiempo, sino por que un agravamiento de la salud de Jobs haga inevitable la sucesión al frente de la empresa.
De hecho, algunos analistas interpretan los detalles de su mensaje a sus empleados. Mientras que al despedirse a principios de 2009, cuando iba a someterse al trasplante de hígado, se dio un plazo y dijo con rotundidad que volvería a la empresa para el verano, esta vez solo ha dicho que "espera" volver tan pronto como pueda.
La baja también reabre el debate acerca de hasta qué punto la salud de un ejecutivo como Jobs es un asunto privado del que puede guardar la reserva natural o si, por el contrario, constituye un "hecho relevante" del que hay que dar cuenta al mercado con todo detalle.
La empresa no ha dado explicaciones sobre la gravedad del problema de salud que le lleva a Jobs a la baja médica y lo más probable es que no las dé en la conferencia con analistas en que comentará hoy los resultados del primer semestre.
A falta de esas explicaciones, los médicos consultados por medios de prensa hacen cábalas sobre cuál puede ser la causa de la baja y manejan principalmente dos explicaciones.
La primera es que haya complicaciones con el trasplante de hígado, aunque creen que eso es poco probable dado que ha transcurrido más de un año desde que se efectuó.
La segunda es que el cáncer inicial, un tumor de células de los islotes pancreáticos o tumor neuroendocrino, haya hecho metástasis en otro órgano (se sospecha que se propagó al hígado y que eso fue la causa del trasplante, aunque ni la empresa ni Jobs lo han confirmado nunca en esos términos).
Jobs fundó Apple en 1976 junto a Steve Wozniak en el garaje de la familia que le adoptó de niño en Palo Alto (California) y tras ser expulsado de la universidad.
Tenía 21 años. En 1985 fue despedido de la empresa por el entonces consejero delegado, John Sculley, y fundó NeXT y la productora Pixar, creadora de grandes éxitos de la animación como Toy Story, Cars o Wall-e, hoy propiedad de Disney.
A finales de los noventa, Apple compró NeXT y Steve Jobs volvió a la compañía. Con él al frente, las acciones han pasado de tres dólares a 300.
Fuente: El País
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