Se escuchó un ruido seco –el estallido del parabrisas de un auto– y los que presenciaron la escena no lo podían creer: una mujer se había arrojado al vacío desde el piso 23 del Hotel Crowne Panamericano, a metros del Obelisco y para asombro de todos, había sobrevivido.
Un taxi estacionado en la puerta, cuyo conductor se salvó porque atinó a salir segundos antes del impacto, amortiguó milagrosamente su caída.
La mujer permanece internada en el hospital Argerich en grave estado. Presenta múltiples fracturas y le han extirpado el bazo, el riñón izquierdo y parte de un pulmón. Pero no tiene lesiones cerebrales. “Cayó como sentada –explicó el titular del SAME, Alberto Crescenti– y eso la salvó. Además, la acolchonó el techo del auto ”.
El incidente ocurrió a las 10.20 de la mañana de un lunes que debía ser normal. Sentado al volante, a Miguel Cajal (39) le llamó la atención un policía que, en medio de la calle –Carlos Pellegrini al 500–, miraba hacia los pisos superiores del hotel. Levantó la vista y vio a la mujer colgando de una mano. “Uno siempre espera que la rescaten”, contaría después.
El piso 23 del Panamericano es un pulmón silencioso en las alturas de la ciudad. Allí se encuentra el spa para huéspedes y clientes externos, al que se accede sin mayores restricciones. Cuenta con una piscina de 25 metros semi cubierta y un bar.
Atravesando el salón se sale a un balcón terraza con reposeras de madera. Unos pasos más adelante está la baranda de madera y por encima, un vidrio blindado de más de un metro de alto . Franquear esa barrera implica un esfuerzo físico extra y cierto ingenio.
Según fuentes del caso, la joven de 32 años entró al hotel entre las 9.30 y las 10 y dijo que iba a desayunar en el spa. Los empleados la dejaron pasar: estaba bien vestida y nada les llamó la atención. A esa hora el piso 23 estaba casi vacío: sólo el bañero encargado de la pileta y algunos mozos.
La mujer pidió un café, lo bebió y caminó hacia el espacio descubierto.
El guardavidas de la pileta la vio cuando estaba trepada al blindex y corrió para detenerla, pero no lo logró.
Cuando el taxista volvió a mirar hacia arriba, la mujer venía cayendo.
Cajal tuvo el reflejo de salir del auto por la puerta del acompañante y segundos después la joven cayó sentada sobre el techo del taxi.
El auto amortiguó el golpe. La mujer había sobrevivido a una caída de más de 90 metros y se hallaba consciente. Cajal quedó conmocionado por el drama que acababa de presenciar.
Mientras era atendido por una de las dos ambulancias del SAME que llegaron al lugar, también arribó el marido de la mujer.
Pocos minutos después de la caída, después de inmovilizarla, una de las ambulancias partió hacia el shock room del Argerich donde esperaba un equipo de cirujanos listos para intervenir.
Fuentes médicas del hospital, que destacaron la rapidez del operativo de traslado, anoche se mostraban esperanzadas dentro a la gravedad del cuadro.
Crescenti también: “No podemos decir más: solo que esto ocurrió a las diez de la mañana y once horas después, la mujer está viva; eso es alentador”.
Luego de reclamar por su trabajo, el taxista, que también salvó su vida al salir del coche, tendrá la reparación del vehículo
Miguel Ángel Cajal, el taxista argentino que protagonizó un hecho digno de la serie de Steven Spielberg “Historias Asombrosas”, sonrió al enterarse que su milagroso vehículo será reparado, luego de que el pasado lunes quedará destruido cuando una mujer cayó sobre su capot y parabrisas al saltar al vacío desde un piso 23 en Buenos Aires.
La mujer salvó su vida al caer “sentada”, indicaron los médicos que llegaron al lugar del hecho, a metros del Obelisco de la capital argentina.
“Sin bajar del auto, miro y veo a esta mujer colgada. Bajo la vista un segundo y cuando vuelvo a mirar, la mujer viene en caída libre. Me tiré del auto y enseguida cayó y explotó el parabrisas. Apenas tuve 30 segundos para salir del auto. Me salvé de milagro”, expresó.
El cuerpo impactó sobre el lado del conductor y rompió techo, parabrisa y capot. “Cayó como sentada y eso la salvó. Además, la acolchonó el techo del auto”, explicó el titular del SAME, Alberto Crescenti a Clarín.
La historia parecía cerrarse con la mujer y el taxista a salvo. Pero quedaba un asunto pendiente. Cajal se quedaba sin trabajo porque con el coche roto no podía recorrer las calles en busca de pasajeros.
El conductor, casado y con una hija de 10 años, reclamó para obtener una ayuda durante el mes que lleva el arreglo. Además, ninguna aseguradora se hacía cargo de un siniestro de ese tipo.
Y finalmente llegó la solución. La Asociación Mutual de Conductores de Automotores, de la que Cajal es socio desde hace 20 años, resolvió costear los gastos de reparación del vehículo luego de tomar conocimiento por los medios de la dramática situación que vivía su afiliado.
Mientras la mujer se recupera, el taxista volverá a trabajar.
Fuente:Clarín
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