La dirección de la Biblioteca Nacional de Uruguay, integrada por un equipo de 5 personas encabezado por su director, el escritor Carlos Liscano, resolvió distribuir las compensaciones económicas anuales con un criterio de desempeño, pero el sindicato se opuso. El diario La República lo entrevisto para hablar de ese tema y otros relacionados con la dirección de la Biblioteca.
Después de las discrepancias en los criterios, perfectamente avalados por las potestades correspondientes al director, los sindicalistas presionaron a sus compañeros para que el dinero se aportara al sindicato, cosa que la mayoría terminó haciendo.
No se trata del único sindicato que pretende cogobernar. Sin embargo este sindicato que integra la Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado (COFE), en la cual su dirigente Luigi Basano ocupa un cargo de dirección, funciona dentro de la propia Biblioteca Nacional sin tener que asumir ningún tipo de gastos de funcionamiento básicos.
El director de la Biblioteca Nacional, Carlos Liscano había ofrecido, en el mes de mayo pasado, a los bibliotecólogos, que son los afectados por el nuevo decreto que los obliga a trabajar al menos seis horas diarias, un aumento del 10% por la diferencia horaria.
La respuesta del sindicato fue negativa.
El diario LA REPUBLICA entrevistó al escritor Carlos Liscano, director de la Biblioteca Nacional para conocer más detalles sobre estos diferendos.
¿De dónde salen los recursos para las compensaciones anuales?
Las compensaciones económicas están porque se trata de un remanente de dinero en esta institución como en muchas otras. El director de la Biblioteca Nacional tiene la potestad de asignarlas como quiera.
El equipo de dirección estuvo durante semanas estudiando los criterios de la distribución de ese remanente y decidimos dar una compensación económica diferenciada tratando de destacar el compromiso de los funcionarios con la institución.
Tomamos en cuenta las inasistencias, el compromiso notorio, tareas que yo mismo asigné y que estaban más allá de las que un funcionario cumple normalmente.
Un ejemplo de ellos fue la puesta en marcha de los guardabultos en la entrada.
Eso significó que las porteras tuvieran que administrar las llaves, tuvieron roces con los usuarios, tuvimos que educar a los usuarios y lo hicieron ellas solitas con el policía. Hubo casos desagradables de gente que decía que entraba con sus bultos y chau.
Quizás con la menor formación salieron adelante, en silencio, en esa otra tarea. Ahora no entra nadie con bultos. Esa fue una tarea asignada más allá de lo que hacían habitualmente, tienen que pedir la cédula de identidad, anotar, estar atentos.
Entonces decidimos, porque aquí tenemos un equipo de dirección, establecer cuatro categorías y decidimos compensar a 97 personas sobre un total de 120 funcionarios, por lo tanto fue la inmensa mayoría que recibió compensaciones.
Las compensaciones son bajas porque el dinero es poco y se pagó en octubre y noviembre. La mayor compensación fue para tres personas de $ 4.500, las otras eran de $ 3.200, $ 2.400 y .500.
Yo sabía lo que se venía porque fui secretario del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y un caso similar le pasó a Tomás de Mattos el año pasado.
Yo estuve en la mesa de negociación, en representación del MEC. Tomás de Mattos había concedido unas diez o doce compensaciones y tuvo el mismo problema. El sindicato se opuso y él decidió suspenderlas. Las otorgó tan solo en un mes.
¿No se intentó negociar?
Sí, pero la posición del sindicato es que les corresponde a todos por igual.
Yo pienso que el criterio igualitarista es injusto e inequitativo porque hasta la Constitución prevé que a los diferentes hay que tratarlos como diferentes.
Voy a poner un ejemplo para que quede claro: yo hace ocho meses y medio que estoy como director de la Biblioteca Nacional.
En ese período una funcionaria se tomó seis meses de licencia, entonces yo no le puedo dar a esa funcionaria lo mismo que le doy al intendente que abre la puerta de la Biblioteca a la 5.55 horas de la mañana, no importa el frío que haya, si llueve o lo que sea. Todos los días a las 5.55 el hombre está aquí y sin él no se abre la Biblioteca.
Entonces, alguien se fue de vacaciones seis meses y el sindicato quiere que le dé compensación económica igual que al intendente que viene todos los días del año. Según mi criterio, que puede ser subjetivo, eso es inequitativo, injusto y es un agravio para el funcionario que viene a trabajar.
Establecimos criterios para las categorías que no siguen la escala jerárquica. No es que los jefes reciban más. Hubo gente del más bajo escalafón de la Biblioteca, como las porteras, que recibieron más que algunos jefes y que algunos técnicos. ¿Por qué?
El criterio es subjetivo, me lo han dicho, pero el director tiene la potestad de distribuir estas compensaciones como quiera. Yo quiero esta institución porque es un territorio donde creo que puedo hacer algo y es mi compromiso con el gobierno, con la sociedad, con el Frente Amplio, del cual soy fundador como votante y yo tengo la obligación de dirigir la Biblioteca.
No puedo flotar cinco años sin hacer nada, por no aplicar un criterio que discrimina el compromiso, entonces no hago nada. Esto es legal, la única negociación posible que había era aceptar el criterio único que me ofrecían que era distribuirlo a todos por igual. Y yo no estoy de acuerdo con eso.
Tuvimos una instancia de diálogo con el sindicato en la cual no se habló solo de las compensaciones, sino también de otras cosas que el sindicato quería plantear, nos reunimos durante cuatro horas junto al director general de Secretaría del MEC, Pablo Alvarez.
Quedó claro que hay diferencias en cuanto a la realidad de la Biblioteca, en cuanto al funcionamiento jerárquico que debe tener como cualquier estructura y otras cosas menores como la de las plantas.
Yo hice retirar unas macetas enormes que fueron puestas durante la dictadura (1973-1985) y que después de seis meses nunca más nadie las cuidó, desparramadas por toda la Biblioteca, macetas con plantas secas, que se llegaron a producir manchas en el mosaico que no las podemos sacar nunca más y en algunos casos provocaron que se haya levantado todo el parqué.
La Biblioteca Nacional no tiene una estética definida, pero tiene una estética por acumulación a través de cada uno de los directores que viene. Eso no gustó y me lo repiten a cada rato.
Sacamos además quince camiones de basura de equipos obsoletos, muebles rotos, equipos que ni se sabía para qué eran, totalmente rotos. Hemos logrado espacio que no teníamos. Aquí hay una hemeroteca, la prensa llega cada semana con todos los periódicos del Uruguay. ¿Dónde los ponemos?
A raíz de este diferendo la Biblioteca Nacional ha tomado un perfil significativo.
A mí me molesta perder tiempo en estas cosas cuando la Biblioteca tiene otros objetivos. Por ejemplo ahora tenemos que invertir $ 12 millones de aquí al 31 de diciembre, lo cual para institución cultural en Uruguay es mucho. Tenemos en marcha la rampa de entrada para discapacitados que nos falta solo la autorización de la Intendencia de Montevideo, pero tenemos el diseño y la plata. Falta tan solo un papel de la Intendencia.
La Biblioteca no puede ser una institución que esté en el debate político. Tampoco le hace bien a la institución. Sí entiendo que le da visibilidad pero por una razón secundaria y no por lo esencial que es el acervo, la riqueza que tiene esta institución, los planes que tenemos por delante.
Nos estamos preparando para el año 2016 cuando la Biblioteca cumpla 200 años, tenemos que prepararla ya. Tenemos desafíos con el edificio que es anticuado que viene del año 1930, con un diseño que tiene problemas. Vamos corriendo detrás de la revolución informática y siempre de atrás. Tenemos que pensar qué Biblioteca necesitamos.
Estamos preparando para 25, 26 y 27 de mayo del año que viene, en el marco del Bicentenario, para hacer un simposio internacional, cuyo tema es la Biblioteca Nacional del siglo XXI. Yo no lo sé, pero no hay nadie en el Uruguay que lo sepa tampoco.
Tenemos que llamar a los técnicos extranjeros y eso me parece mucho más importante que el tema sobre el cual estamos discutiendo, si Liscano dio una compensación sobre criterios subjetivos. Las compensaciones además significan muy poco dinero.
¿Cómo afecta a la Biblioteca el nuevo decreto que obliga a trabajar al menos seis horas diarias a los funcionarios públicos?
El nuevo decreto que obliga a trabajar 6 horas diarias y un mínimo de 30 horas semanales en esta institución afecta a unas 28 personas, de ellas 25 son bibliotecólogos que trabajaban hasta ahora cuatro horas. A partir del 1º de diciembre comienza a trabajar seis horas diarias.
Como se ha visto, hay disconformidad de los que están comprendidos por ese decreto. Sin embargo, en el mes de mayo pasado, les ofrecí a los bibliotecólogos trabajar seis horas diarias a cambio del 10% de aumento, que significaban unos $ 1.500. Para eso tuve que negociar con mis jefes. Ese aumento era el dinero de que disponíamos.
La respuesta del sindicato fue negativa. Cualquiera que estuviera cerca del gobierno sabía que este decreto se venía en algún momento. Ahora la Biblioteca invirtió ese dinero en otras cosas.
Yo negocié con jerarquías una ley que es perversa y que le otorga un 80% de los ingresos de la Biblioteca a los funcionarios. Y la Biblioteca tiene sus ingresos, vende servicios, microfilmaciones, libros, etc.
Para la Biblioteca esta Ley es un desastre porque el 80% de sus ingresos brutos está destinado a los funcionarios, lo que significa, que un libro que cuesta $ 100 en la imprenta y nosotros lo vendemos a $ 300, de ese monto $ 240 van para los funcionarios.
Un volumen de 20 mil libros como alcanza a vender la Biblioteca significa muchísimo dinero. Eso es desestimulante para la Biblioteca y es perverso para los funcionarios porque es aleatorio, depende de los servicios que se vendan.
Yo negocié eso y al fin resultó que se eliminara esa Ley y los funcionarios pasan a recibir, todos, $ 3.500 mensuales, lo que será aprobado con la nueva Ley de Presupuesto.
Yo entiendo que los sueldos son bajos, incluido el mío, hemos ofrecido lo que tenemos, el gobierno central tomó sus decisiones que ni siquiera comento. Lo único que debo hacer es cumplirlas y que se cumplan.
La única dirección del MEC que ofreció un aumento fue la Biblioteca Nacional, a cambio de trabajar seis horas. Cuando salió el decreto se perdieron el aumento ofrecido.
Víctor Carrato
Fuente:La República
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