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martes, 16 de noviembre de 2010

LA OPINION DE AMY GOODMAN: OBAMA Y LA NUEVA AMENAZA MILITAR EN INDONESIA

Cuando un volcán mata a civiles en Indonesia, es noticia. Pero cuando el gobierno es el que realiza la matanza, lamentablemente no genera mucho revuelo, especialmente si un presidente estadounidense apoya la matanza tácitamente, como lo acaba de hacer Barack Obama con su visita a Indonesia.


Mientras la gente que vive alrededor del Monte Merapi trata de salir de entre las cenizas tras una serie de erupciones que dejaron un saldo de más de 150 muertos, una nube más negra acecha a Indonesia en forma de apoyo renovado de Estados Unidos de América al tristemente célebre Kopassus, el comando de fuerzas especiales del país.

Al tiempo que Obama aterrizaba en Jakarta esta semana, el periodista Allan Nairn (www.allannairn.com) publicó varios documentos secretos del Kopassus, que muestran el nivel de represión política violenta, ejercida por este comando especial de las fuerzas armadas, ahora, por primera vez en más de una década, con el apoyo de Estados Unidos de América.

En marzo de este año, Nairn reveló detalles de un programa de asesinatos del Kopassus en la provincia Indonesia de Aceh.

Estos nuevos documentos del Kopassus revelados esta semana brindan bastante detalle acerca de la provincia de Papúa Occidental.

Como escribió Nairn en el artículo que acompaña los documentos, Papúa Occidental es “donde decenas de miles de civiles fueron asesinados y donde el Kopassus está más activo...

Cuando Estados Unidos reanudó la ayuda al Kopassus en julio de este año alegó como fundamento la lucha contra el terrorismo, pero los documentos demuestran que el Kopassus de hecho persigue sistemáticamente a los civiles”.

Según figura en los documentos del Kopassus, los civiles “son mucho más peligrosos que cualquier oposición armada”.

En uno de los documentos se hace mención a 15 líderes de la sociedad civil papú, todos ellos “civiles, comenzando por el principal referente del Sínodo Bautista de Papúa.

Entre los otros hay ministros evangelistas, activistas, líderes tradicionales, legisladores, estudiantes e intelectuales, así como también figuras del establishment local y el presidente de la organización de Jóvenes Musulmanes de Papúa”.

El Presidente Obama vivió en Indonesia desde los 6 a los 10 años, luego que su madre se casó con un ciudadano indonesio.

Obama dijo en Jakarta esta semana: “Obviamente se ha dicho mucho acerca del hecho de que este momento marca mi regreso a donde viví de niño. ...Pero hoy, como presidente, estoy aquí para centrarme no solo en el pasado, sino en el futuro, en la amplia asociación integral que estamos construyendo entre Estados Unidos e Indonesia”.

Parte de esa relación implica el renovado apoyo al Kopassus, que había sido reiteradamente negado desde que las fuerzas armadas indonesias destruyeron por completo el territorio de Timor Oriental en 1999, entonces ocupado por Indonesia, dejando un saldo de más de 1.400 timoreses muertos.

Una serie de videos filmados con teléfonos celulares salieron a la luz pública en Papúa.

Los videos muestran escenas de tortura en manos de lo que parecen ser miembros de las fuerzas armadas.

En un video publicado hace apenas dos semanas, se ve que los soldados le queman los genitales a un hombre con una vara caliente, le cubren la cabeza con una bolsa de plástico para sofocarlo y lo amenazan con un rifle.

Otro video muestra a un hombre papú morir lentamente de una herida de bala mientras el soldado que lo filma con su teléfono celular se burla de él, llamándolo “salvaje”.

Hablé con Suciwati Munir, la viuda del conocido activista de derechos humanos indonesio Munir Said Thalid, en la reunión de los ganadores del Premio Nobel Alternativo en Bonn, Alemania.

Su esposo, un firme crítico de las fuerzas armadas indonesias, recibió el premio poco antes de su muerte.

En 2004, mientras viajaba a Holanda por una beca para estudiar derecho, a bordo de la aerolínea nacional indonesia Garuda, lo pasaron a primera clase.

Allí, le sirvieron té envenenado con arsénico. Murió antes de que el avión aterrizara. Suciwati tiene un mensaje para Obama:

“Si Obama tiene un compromiso con los derechos humanos en el mundo, en particular en Indonesia, tiene que prestar atención a la situación de derechos humanos en Indonesia. Y lo primero que debería pedirle al Presidente Susilo Bambang Yudhoyono es que resuelva el caso de Munir”.

Le pregunté si quería reunirse con el Presidente Obama cuando viniera a Indonesia.

Respondió: “Quizá sí, o quizá no. Quizá sí, porque quiero recordarle sobre la situación de derechos humanos en Indonesia. Quizá no, porque con la decisión equivocada que tomó ha perpetuado la impunidad en Indonesia”.

Se trata del tercer intento del Presidente Obama de visitar Indonesia. El primer intento no se concretó porque tuvo que quedarse en Estados Unidos de América para impulsar la reforma del sistema de salud.

Su segundo intento de visita se canceló en medio del desastre del derrame de petróleo de BP. Esta vez llegó, a pesar de que la erupción del Monte Merapi lo forzó a irse algunas horas antes.

Desde Jakarta, el periodista Allan Nairn reflexionó: “Es bueno poder regresar al lugar donde uno se crió, pero no debería llevar armas de regalo.

No debería llevar entrenamiento para la gente que está torturando a sus antiguos vecinos.

Obama dijo en su conferencia de prensa que quiere acercarse al mundo musulmán.

Dijo que hubo malentendidos y desconfianza. Bueno, una forma de comenzar a acercarse a los musulmanes y también a los cristianos, los hindúes y los budistas en Indonesia, sería cortar todo el apoyo de Estados Unidos al ejército indonesio que ha matado a cientos de miles de civiles indonesios y a civiles del territorio anteriormente ocupado de Timor Oriental y una forma de acercarse al resto del mundo musulmán es dejar de atacar a Afganistán y a Irak, detener los ataques en Pakistán, Yemen, Kenia y en todas partes. Ese sería el comienzo de un verdadero acercamiento: poner fin a los actos criminales”.

Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.

© 2010 Amy Goodman

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