El ministro de Asuntos Exteriores de China, Yang Jiechi, ha pedido a las partes implicadas en la resolución de la crisis que gestionen el asunto de forma "responsable", con el objetivo de que no vuelvan a repetirse incidentes violentos como los vividos entre Pyonygang y Seúl esta semana.
Después de reunirse con el embajador norcoreano en Pekín, Jae Ryong Ji y de hablar por teléfono con los ministros de Exteriores de Corea del Sur, Sung Hwan Kim y Estados Unidos de América, Hillary Clinton, Yang ha recordado que su país está "profundamente preocupado" por los últimos acontecimientos.
"La principal prioridad ahora es mantener la situación bajo control y asegurar que hechos así no vuelvan a ocurrir", ha explicado el jefe de la diplomacia china en un comunicado, informa Efe.
Ningún representante del Gobierno chino ha condenado públicamente a Corea del Norte y los mensajes difundidos llaman principalmente a la "contención" en la zona, más cuando el régimen norcoreano ha asegurado que los ejercicios navales de cuatro días que tienen previsto celebrar Estados Unidos de América y Corea del Sur en el Mar Amarillo a partir del domingo han puesto la península coreana al borde de la guerra.
La retórica no es nueva, pero situada en el contexto de alta tensión que vive la zona como consecuencia del ataque llevado a cabo por Pyongyang el martes pasado sobre una pequeña isla surcoreana, en el que murieron cuatro personas y decenas de casas resultaron destrozadas, adquiere una nueva dimensión.
"La situación en la península coreana está acercándose al estallido de guerra, debido al plan insensato de esos elementos de gatillo fácil de llevar a cabo ejercicios de guerra, dirigidos contra (el Norte)", ha dicho KCNA, la agencia oficial de Pyongyang.
"(Corea del Norte) está preparada para dar una lluvia de fuego espantoso y volar el baluarte de los enemigos si estos se atreven a usurpar de nuevo la dignidad y la soberanía de Corea del Norte en lo más mínimo".
Pyongyang acusa a Seúl de haber desencadenado el bombardeo del martes, porque antes de iniciar el fuego de artillería sobre la isla Yeonpyeong había pedido al ejército surcoreano que detuviera los ejercicios de tiro que estaba llevando a cabo en dirección al mar, a lo que el Sur se negó.
Corea del Norte no reconoce la frontera marítima trazada por Naciones Unidas en 1953, tras el fin de la guerra de Corea y considera que las aguas alrededor de Yeonpyeong son su territorio.
Los pocos civiles que quedaban aún en la isla -de una población habitual de 1.600 personas- se vieron obligados de nuevo a correr hacia los refugios aéreos, después de que se oyeran detonaciones procedentes de Corea del Norte, cuya costa se encuentra a solo 11 kilómetros. Ningún proyectil cayó, sin embargo, sobre Yeonpyeong.
Los ejercicios navales de Estados Unidos de América y Corea del Sur, en los cuales participa el portaaviones de propulsión nuclear USS George Washington, no han sentado bien tampoco en China, que ayer elevó un grado el tono de su crítica y exigió que se mantengan alejados de sus costas.
"Nos oponemos a cualquier acto militar unilateral realizado en la zona económica exclusiva de China sin aprobación", ha dicho el Ministerio de Exteriores, en referencia a la franja marítima que se extiende hasta 200 millas náuticas (370 kilómetros) desde la costa.
En esta zona, un país tiene derechos especiales de exploración y gestión de recursos. Algunas áreas al sur de Yeonpyeong caen dentro de esta zona, aunque se desconoce la localización exacta de los ejercicios navales. Las aguas territoriales de un país se extienden hasta 12 millas náuticas desde la costa. A partir de ahí, comienzan las aguas internacionales.
El ataque ha tenido un alto coste político para el presidente surcoreano, Myung-bak Lee, quien ha sido criticado por la lentitud y la tibieza de la respuesta al bombardeo.
Seúl ha actuado con una gran contención, al igual que hizo en marzo pasado cuando una corbeta surcoreana fue hundida, provocando la muerte de 46 marineros, según Seúl por un torpedo norcoreano. Pyongyang ha negado cualquier implicación.
Lee ha sido tachado, también ahora, de blando. Especialmente, porque, después que la investigación llevada a cabo sobre el hundimiento de la corbeta, revelara que había sido hundida por un torpedo norcoreano, Seúl prometió que contestaría contundentemente si se producía un nuevo ataque. Algo que no ha ocurrido.
Lee tiene sus razones. Quiere prevenir una escalada incontrolable del conflicto, que podría tener un serio impacto en la decimocuarta economía del mundo, ahuyentar a los inversores y desencadenar una guerra de imprevisibles consecuencias.
Hoy ha nombrado ministro de Defensa a Kim Kwan-jin, de 61 años, antiguo jefe de la junta de estado mayor surcoreana, en sustitución de Kim Tae-young, quien dimitió el jueves por las críticas sobre la falta de preparación y la debilidad de la respuesta al bombardeo.
Ajena a estas amenazas, Corea del Sur ha decidido endurecer su postura con el régimen norcoreano, tradicionalmente marcada por la contención.
El presidente, Myung-bak Lee, anunció que reforzará el despliegue militar frente a las costas de Corea del Norte. Seúl modificará además sus reglas de combate.
La escalada de tensión ha vuelto la mirada hacia China, cuyos líderes salieron al paso de la creciente presión internacional para que contenga a su aliado norcoreano.
Por primera vez desde el incidente, el primer ministro, Wen Jiabao, pidió a todas las partes la "máxima contención" y reiteró el llamamiento de su Gobierno sobre la necesidad de relanzar las conversaciones para el desmantelamiento del programa de armas nucleares del Norte.
Wen dijo que esas negociaciones -en las que participan Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos de América, China, Rusia y Japón- son la mejor forma de asegurar la estabilidad de la península.
"China está comprometida firmemente a mantener la paz y la estabilidad en la península coreana y se opone a cualquier acto militar de provocación", dijo en Moscú durante una visita de Estado.
No está claro, sin embargo, si sus palabras se referían al ataque de Pyongyang o a las maniobras militares que tienen previsto efectuar Washington y Seúl a partir del domingo en el mar Amarillo.
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