A pesar de que su país sigue hundido en un profundo agujero de pobreza y desigualdad, el 74% de los salvadoreños aún confía en Mauricio Funes (50 años), el Presidente de El Salvador.
Pregunta. Tras la matanza de Tamaulipas, en la que 13 de los 72 inmigrantes asesinados eran salvadoreños, usted le envió una carta al presidente de México, Felipe Calderón. ¿Qué le decía?
Respuesta. Le expresaba mi consternación por lo ocurrido, pero también mi solidaridad, porque no puedo responsabilizar al presidente Calderón del asesinato de los 72 inmigrantes.
También le invitaba a construir juntos una estrategia regional para combatir al crimen organizado y también para dar mayor protección a la población emigrante que forzosamente tiene que pasar por México para llegar a Estados Unidos (de América) o Canadá.
Una vez que tengamos diseñada esa estrategia, invitaremos a Honduras y a Guatemala para que se sumen.
P. Dice que el Gobierno de Calderón no es responsable directo, pero no es menos cierto que la ausencia del Estado mexicano en la ruta de los migrantes propicia la actuación del crimen organizado e incluso la complicidad de las autoridades...
R. Yo acepto y soy consciente de que el Estado mexicano no ha tenido presencia en esta zona ni ha garantizado el respeto a la integridad física de nuestros emigrantes, pero es un problema que el presidente Calderón ha heredado y que está tratando de resolver.
Yo también he heredado en El Salvador la indiferencia del Estado hacia los problemas de la gente. Nuestros emigrantes provienen de sectores económicos y sociales muy pobres, y el Estado ha sido indolente con ellos.
P. Usted dice que habrá un antes y un después de la matanza de Tamaulipas. ¿Por qué?
R. Tenemos que involucrar a la comunidad internacional porque Centroamérica sola no puede. Y aquí un actor decisivo es el Gobierno de los Estados Unidos. Porque las políticas del pasado han fracasado.
No vamos a detener los flujos migratorios construyendo muros o aprobando leyes de contenido xenofóbico.
La única manera es empujando políticas sociales en nuestros países que garanticen el acceso al empleo, a las oportunidades de estudio y de recreo de nuestra población joven. Mientras no sea así, la gente va a seguir yéndose a USA por más masacres de Tamaulipas que se den.
Y tampoco basta con que la comunidad internacional exprese su consternación por lo ocurrido. ¿De qué nos sirve que sancionen al Estado mexicano? Nuestro problema es la pobreza, la exclusión social.
El Salvador no es el país más pobre, pero sí el más desigual. La riqueza se distribuye de la forma más injusta imaginable.
P. A eso quería llegar. Ustedes siempre vuelven la mirada hacia EE UU, pero qué hay de la responsabilidad de las clases pudientes de sus respectivos países...
R. Yo no creo que las clases pudientes tengan claridad sobre este problema, al contrario. La elección que yo gané el año pasado significó justamente un punto de inflexión en la utilización del Estado.
Por 20 años había sido utilizado para satisfacer a los grupos económicos poderosos de El Salvador. Era un estado corporativo. Cuando llegamos al poder y empezamos a tocar intereses, los grupos pudientes reaccionaron.
Y siguen sin caer en la cuenta de que, si no apuestan por este Gobierno, está en juego su propia sobrevivencia como clase empresarial.
La crisis en El Salvador es tan profunda que, o apostamos por un Gobierno de concertación nacional, o el país se hunde.
Pero siguen empecinados en que esto es un Gobierno del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) que representa los intereses y la visión de un grupo radical que quiere aparejar al país al modelo cubano o al venezolano...
P. Bueno, presidente, algo de eso sí hay...
R. No me cabe ninguna duda de que el FMLN tiene un proyecto claro. Y este proyecto está más alineado a un sistema económico y social como el de Venezuela y Cuba que al que las circunstancias nos permiten construir en El Salvador. Me parece una apuesta equivocada.
Lo que tenemos que hacer en El Salvador es que las instituciones y la democracia funcionen apostando por el respeto al estado de derecho, el fortalecimiento del tejido institucional y la construcción de un modelo económico que busque redistribuir el ingreso sin afectar las posibilidades de existencia de un grupo empresarial suficientemente dinámico para que pueda generar riqueza.
Eso es lo que no alcanza a ver el liderazgo del FMLN. Que lo que se construye en las sociedades no es lo que se desea sino lo que es posible.
El FMLN sigue empecinado en construir el socialismo del siglo XXI, que podrá funcionar -si es que ha funcionado- en Venezuela, pero no necesariamente tiene que funcionar en El Salvador.
Nos tenemos que apartar de alineamientos ideológicos que no nos permiten resolver los problemas del país.
P. Hablando de problemas, ¿qué poder real tienen las maras o pandillas?
R. Tienen un importante poder operativo, pero no sobrepasa la capacidad del Estado para hacerle frente. No suscribo la tesis de quienes sostienen que estamos a las puertas de un Estado fallido.
Tienen capacidad de crear inestabilidad, zozobra, incertidumbre, pero no de hacer colapsar al Estado.
Aunque depende mucho del comportamiento de otros actores políticos. Le pongo como ejemplo lo que ocurrió hace un par de días, cuando dos pandillas de las cinco que operan en el país anunciaron un paro al transporte.
Hubo sectores políticos y económicos que vieron en esta coyuntura el clima favorable para sacar alguna ganancia. De hecho, yo no he visto al partido ARENA -la derecha que ha mandado durante 20 años en El Salvador- pronunciándose en contra del paro o de la violencia...
Las pandillas se han convertido en unidades de tarea, en sicarios al servicio del crimen organizado pero también de intereses políticos... Y la derecha se ve beneficiada desde el punto de vista electoral...
P. Esa es una acusación muy grave, presidente...
R. Yo no estoy diciendo que ARENA financie a las pandillas, pero sí que hay una coincidencia de propósitos.
Fuente:El Pais.com
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