Una voz se alzó en medio de la tormenta para denunciar el secreto de los campos de concentración nazi y clamar contra el exterminio de millones de judíos europeos, pero nadie quiso escucharle.
Se trataba del diplomático polaco Jan Karski, un hombre valiente, honesto y
sincero en medio de la tragedia en la que se veía sumido su país tras la
ocupación nazi.
Jan Karski
era un diplomático católico, conservador y polaco de hondas convicciones
patrióticas. Miembro de la resistencia polaca y delegado en el interior de
Polonia de ese movimiento durante la ocupación nazi, entre 1939 y 1943,
jugándose la vida y sirviendo de enlace entre el gobierno polaco en el exilio y
los combatientes dentro del territorio ocupado, fue uno de los pocos hombres
que alzó su voz contra el nazismo, mostrando una gran valentía y heroísmo en
esos tiempos terribles.
En 1940,
Karski fue detenido, torturado y encarcelado por la Gestapo, cuyos torturadores
le enviaron a un hospital, del que fue liberado más tarde por la resistencia
polaca, y tras su paso por la cárcel, de nuevo poniendo su existencia en
peligro, visitó el gueto de Varsovia, disfrazado de guardián ucraniano, y conociendo
de primera mano el horror de ese gran recinto carcelario donde perecieron casi
400.000 personas. Nadie le contó nada, fue testigo en primera persona de la
barbarie nazi y de la muerte de miles de judíos hacinados en un espacio
concebido para el exterminio.
Puente sobre el gueto de Varsovia
En 1942, y
como fruto de toda la documentación que había recogido y de su conocimiento en
primera persona de los infortunios que padecían los judíos polacos, informó a
los gobiernos polaco, británico y norteamericano, acerca de la liquidación
brutal del gueto de Varsovia y de los planes puestos en marcha por los nazis
para exterminar a los tres millones de polacos de origen hebreo, aportando a su
denuncia un microfilm que había traído desde su país con informaciones
procedentes de la clandestinidad sobre los abusos perpetrados y los asesinatos
en masa cometidos por los alemanes durante la ocupación de Polonia.
LOS ALIADOS FUERON INFORMADOS DEL TRABAJO DE KARSKI
Como fruto de
todo este trabajo de Karski y su labor de investigador del Holocausto ya en
ciernes, el ministro de Asuntos Exteriores polaco en el exilio, el noble Edward
Raczynski, hizo llegar a los aliados un memorándum donde se detallaban las
atrocidades alemanas titulado “El exterminio masivo de judíos en Polonia bajo
la ocupación alemana”, en un intento porque tanto británicos como
norteamericanos intervinieran en favor de los judíos, algo que no ocurrió, ya
que las autoridades de ambos países juzgarían como argumentos “exagerados” de
Karski el relato escrito del ministro.
Karski,
incluso se reunió en dos ocasiones con el presidente norteamericano de
entonces, Franklin D.Roosevelt, el cardenal Samuel Stritch y el secretario
británico de Exteriores, Anthony Eden, denunciando infructuosamente, nuevamente,
los asesinatos en masa de los judíos de Polonia a manos de los nazis, pero
tampoco le creyeron y desdeñaron sus informes en esos momentos, quizá cruciales
para salvar millones de vidas, dejando manos libres a la maquinaría criminal
alemana para llevar a cabo con precisión certera el Holocausto.
Este
diplomático polaco, que se exiliaría en Estados Unidos tras llegar al poder los
comunistas en Polonia después de la segunda Guerra Mundial, en 1945, acabaría
sus días como profesor universitario en la Universidad de Georgetown y no
obtendría un reconocimiento público por su valiente papel en la denuncia del
Holocausto hasta casi el final de sus días, en la década de los noventa del
siglo pasado.
Antes de
morir, en una entrevista realizada por un periodista norteamericano, Karski
denunciaba a los gobiernos e instituciones que no le creyeron: “Era fácil para
los nazis matar judíos, porque lo hicieron. Los Aliados consideraron imposible
y demasiado costoso acudir en rescate de los judíos, porque no lo hicieron. Los
judíos fueron abandonados por todos los Gobiernos, jerarquías eclesiásticas y
sociedades, pero miles de judíos sobrevivieron porque miles de individuos en
Polonia, Francia, Bélgica, Dinamarca y Holanda ayudaron a salvar judíos. Ahora
todos los Gobiernos e Iglesias dicen ´Intentamos ayudar a los judíos´, porque
están avergonzados y quieren conservar su reputación. No ayudaron, porque seis
millones perecieron, pero quienes estaban en los Gobiernos y en las Iglesias
sobrevivieron. Nadie hizo lo suficiente”.
Aunque no
tuvo un gran reconocimiento por su importante trabajo a la hora de documentar
lo que estaba ocurriendo en la Polonia ocupada, para honrar sus esfuerzos
en favor de los judíos de Polonia Karski fue nombrado ciudadano de honor de
Israel en 1994. Antes, el 2 de junio de 1982, Yad Vashem designó a Jan
Karski como Justo entre las Naciones y ese mismo año
en Jerusalén se plantó un árbol con su nombre en la avenida donde
están todos los que tienen el honor de llevar ese título.
En Polonia,
tras la caída del régimen comunista (1989), la figura de Karski tuvo un
reconocimiento tardío y no demasiado público. Recibió algunas distinciones,
como el Doctorado Honoris Causa por las universidades de Lodz y Varsovia, y
varias esculturas suyas fueron erigidas en algunas ciudades polacas, como
Cracovia. A nivel oficial, el ministro de Asuntos Exteriores de
Polonia, Wladyslaw Bartpszewski, en su discurso en la ceremonia del
60 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau,
el 27 de enero de 2005, dijo: “El movimiento polaco de Resistencia siguió
informando y alertando al mundo libre sobre la situación. En el último
trimestre de 1942, gracias al emisario polaco Jan Karski y a su misión, y
también por otros medios, los Gobiernos del Reino Unido y de los Estados Unidos
estuvieron bien informados sobre lo que estaba ocurriendo en
Auschwitz-Birkenau”.
Karski, sin
embargo, nunca conoció estas palabras porque falleció en el año 2000 y sin que
su historia, como tantas veces le prometieron, fuera llevada al cine. Pese a
todo, varias obras de investigación sobre el Holocausto lo citan y le reconocen
su importante papel en aquellos momentos tan difíciles. También nos quedan el
testimonio de Karski, plasmado en su gran obra Historia de un Estado clandestino,
y sus palabras de denuncia en un mundo que prefirió mirar hacia otro lado
cuando las chimeneas de Auschwitz exhalaban muerte
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