En una pared de una casa frente a la terminal de ómnibus del barrio Santa Catalina hay una leyenda: “No al abuso policial”. Las letras están dibujadas pero sin rellenar. No hubo tiempo. En el momento de la pintada llegaron policías de la Seccional 24 y de la Guardia Republicana. Pretendieron ingresar a la casa de alguien sin orden judicial, un vecino que le había dado refugio a dos jóvenes que hacían los grafitis. Tuvieron la mala suerte de que el vecino conocía sus derechos.
Las pintadas tienen una historia un poco más larga, pero un desencadenante principal. El martes de madrugada, policías de la dirección de Investigaciones, dependiente de Jefatura de Policía, y de Narcóticos, dependientes del Ministerio del Interior, llegaron al lugar. Algunos estaban identificados con chalecos, pero otros iban de particular y llevaban ametralladoras. Detuvieron a seis jóvenes en el barrio y los pusieron contra una camioneta Hyundai, según los vecinos, matriculada SBJ 7406. Les pegaron golpes de puño, patadas y palazos. No se identificaron ni dieron razones para el arresto.
A tres los dejaron libres en el lugar. A los otros tres los llevaron al sótano de la seccional 19, donde funciona Investigaciones. Desde el principio los golpearon y los insultaron.
Con uno de ellos se ensañaron, porque les dijo que no podían actuar de esa manera. Lo tiraron en el piso de la camioneta, le pisaron la cabeza y le dieron culatazos en la nuca. Le dijeron puto, llorón, bocón.
Uno de ellos le pegó un culatazo en el pecho que lo dejó sin aire, y como no podía caminar, lo llevaron arrastrando hasta la seccional. “Así se llevaban a los presos en dictadura”, dijo un vecino que había asistido ayer de noche a la asamblea improvisada que se realizó en la terminal de Santa Catalina para difundir los abusos.
En la seccional, pusieron a los tres en calabozos diferentes. Los desnudaron, los hicieron agacharse, le dijeron al que más golpearon: “Te vamos a coger”. El interrogatorio fue una burla. “Vos vendés [droga]?”, le preguntaron a uno de ellos. “No”, contestó. “Bueno, ahora vendés”, le dijeron, y le patearon las costillas. “¿Vos te chupás la pija?”, le preguntó otro de ellos al mismo joven. “Te vamos a meter un 357. Acá mandamos nosotros”, le decían, haciendo referencia a que lo iban a incriminar de portar un arma.
En la seccional, pusieron a los tres en calabozos diferentes. Los desnudaron, los hicieron agacharse, le dijeron al que más golpearon: “Te vamos a coger”. El interrogatorio fue una burla. “Vos vendés [droga]?”, le preguntaron a uno de ellos. “No”, contestó. “Bueno, ahora vendés”, le dijeron, y le patearon las costillas. “¿Vos te chupás la pija?”, le preguntó otro de ellos al mismo joven. “Te vamos a meter un 357. Acá mandamos nosotros”, le decían, haciendo referencia a que lo iban a incriminar de portar un arma.
Desde el oeste
Los vecinos presentes ayer en la asamblea de Santa Catalina eran de todas las edades; hombres, mujeres, ancianas y hasta bebés. Los que presenciaron los hechos aseguran que los policías estaban drogados. “Cada vez que te veamos en la calle, palo y al calabozo, porque acá mandamos nosotros”, los amenazaban. Ellos mismos pateaban las puertas y cuando los golpeaban les decían que era porque uno de sus compañeros había pateado la puerta.
Los soltaron de mañana, luego de hacerles firmar una declaración que no les dejaron leer, porque los estaban golpeando continuamente. Uno de ellos, al que más le pegaron, fue a hacer la denuncia junto con su familia. Cuando llegaron al juzgado de la calle Bartolomé Mitre, no los querían dejar entrar. Les pedían un papel de la comisaría, les decían que fueran a Salud Pública. Sólo los dejaron entrar cuando fueron acompañados por un abogado. Allí el joven fue visto por una médica forense y realizó la denuncia. También denunció el hecho en el Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay y en la Institución Nacional de Derechos Humanos.
Los vecinos presentes ayer en la asamblea de Santa Catalina eran de todas las edades; hombres, mujeres, ancianas y hasta bebés. Los que presenciaron los hechos aseguran que los policías estaban drogados. “Cada vez que te veamos en la calle, palo y al calabozo, porque acá mandamos nosotros”, los amenazaban. Ellos mismos pateaban las puertas y cuando los golpeaban les decían que era porque uno de sus compañeros había pateado la puerta.
Los soltaron de mañana, luego de hacerles firmar una declaración que no les dejaron leer, porque los estaban golpeando continuamente. Uno de ellos, al que más le pegaron, fue a hacer la denuncia junto con su familia. Cuando llegaron al juzgado de la calle Bartolomé Mitre, no los querían dejar entrar. Les pedían un papel de la comisaría, les decían que fueran a Salud Pública. Sólo los dejaron entrar cuando fueron acompañados por un abogado. Allí el joven fue visto por una médica forense y realizó la denuncia. También denunció el hecho en el Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay y en la Institución Nacional de Derechos Humanos.
Las pintadas del martes de noche fueron una protesta. Los policías querían arrestar a toda costa a quienes las hicieron y pretendían ingresar en la casa de un vecino sin orden de allanamiento. Los vecinos filmaron el procedimiento y los policías les dijeron que estaba prohibido captar imágenes de un procedimiento policial. Insultaban a los vecinos, les decían “ignorantes”. El dueño de casa les advirtió que iba a hacer una denuncia judicial por violación de domicilio, y entonces desistieron de ingresar a la vivienda. Antes de irse, detuvieron a tres jóvenes que estaban en la terminal, según los vecinos sin hacer nada, y golpearon a otro.
“Se está violando la Constitución y los derechos humanos”, afirmaba ayer en Santa Catalina el padre del joven golpeado. Se iba a hacer una asamblea, pero fue innecesario porque todos se conocían.
“Se está violando la Constitución y los derechos humanos”, afirmaba ayer en Santa Catalina el padre del joven golpeado. Se iba a hacer una asamblea, pero fue innecesario porque todos se conocían.
Se quedaron conversando en grupos y con algunos medios de prensa que se acercaron al lugar.
Dicen que el barrio es tranquilo, y que muchos duermen con la puerta abierta. Los jóvenes se juntan en las esquinas de noche, y a veces el ruido molesta a los vecinos, que sin embargo estaban ayer presentes en la asamblea, en silencio, como respaldo y para marcar un límite que no debería trasgredirse.
Dicen que el barrio es tranquilo, y que muchos duermen con la puerta abierta. Los jóvenes se juntan en las esquinas de noche, y a veces el ruido molesta a los vecinos, que sin embargo estaban ayer presentes en la asamblea, en silencio, como respaldo y para marcar un límite que no debería trasgredirse.
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