Jair Bolsonaro ha caído más bajo en su narrativa agresiva. Esta vez tenía dos objetivos en la mira: la prensa y las mujeres. El presidente de Brasil ha insultado este martes a la periodista de Folha de S.Paulo Patrícia Campos Mello con ironías de cuño sexual. “[La periodista] quería un furo [palabra que en portugués significa ‘agujero’ pero que en la jerga periodística significa ‘primicia, exclusiva’]. Quería dar el furo a cualquier precio”, dijo, riéndose, ante un grupo de simpatizantes que estaba frente al Palacio de la Alvorada, en un juego de palabras deliberado que sugiere que intercambió información por sexo. El insulto sigue la estela de la creciente escalada de agresividad del presidente —y sus hijos y seguidores— contra la prensa.
La declaración hacía referencia al falso testimonio que la semana pasada dio Hans River do Rio Nascimento, exempleado de una agencia especializada en enviar correo masivo por WhatsApp, en la comisión parlamentaria de investigación sobre las fake news. El periódico Folha de S.Paulo desmintió punto por punto todas las declaraciones del compareciente el mismo día en que dio su testimonio.
La semana pasada, el diputado federal Eduardo Bolsonaro hizo lo mismo, al insinuar en Twitter que Campos Mello propuso un encuentro sexual a cambio de obtener la información. El tuit fue el detonante de una campaña difamatoria, con mensajes misóginos e incluso amenazas de bolsonaristas a periodistas en las redes sociales.
El ataque contra la periodista coincide con una noticia desfavorable para Bolsonaro, que evitó responder sobre el aumento del precio de la gasolina y sobre una carta en la que los gobernadores de los Estados brasileños lo critican. El presidente también evita hablar sobre lo que motivó la muerte del expolicía Adriano da Nóbrega, el pasado 9 de febrero en Bahía. Nóbrega era un personaje clave para determinar la relación entre el submundo del crimen y uno de sus hijos, el senador Flávio Bolsonaro, y, en consecuencia, su familia. Las declaraciones cada vez más hostiles generan mucha repercusión, aunque sea negativa, algo que le va bien al Gobierno para cubrir las malas noticias en la economía, con el dólar al alza, y problemas como la cola de más de un millón de familias que no cobran el subsidio del programa Bolsa Familia desde hace meses.
La periodista Patrícia Campos Mello ha sido blanco de ataques constantes desde finales de 2018, cuando publicó un reportaje sobre envíos masivos de noticias falsas patrocinados por empresarios que hacían campaña contra el PT. Por aquel entonces, la cuenta de WhatsApp de la periodista fue pirateada y ella sufrió amenazas. El reportaje le valió el Premio Internacional a la Libertad de Prensa, otorgado a fines del año pasado por el Comité para la Protección de los Periodistas en Nueva York.
Con sorna, Bolsonaro se ha referido a una declaración que realizó Do Rio Nascimento a la Fiscalía. “Mira la periodista de Folha de S. Paulo, hay otro vídeo de ella. No hablaré aquí porque hay mujeres aquí a mi lado. Ella dice: ‘Soy (...) del PT [Partido de los Trabajadores]’, ¿verdad? En el testimonio que Hans River dio a la Fiscalía a finales de 2018, él dice que la periodista lo acosa”, ha dicho, para luego, entre risas, hacer las insinuaciones sexuales. Hans River fue visto la semana pasada en la cola de la Defensoría Pública (organismo que garantiza la asistencia jurídica gratuita) de São Paulo poco después de testificar ante la comisión parlamentaria. En su declaración, River acusó sin pruebas a la periodista de acosarlo.
El año pasado, Bolsonaro utilizó una táctica similar para evadir preguntas sobre el exasesor Fabrício Queiroz, que trabajaba en el gabinete de su hijo Flávio Bolsonaro, en aquel entonces diputado estatal. El martes de Carnaval, publicó un vídeo en el que un hombre orinaba sobre otro, sugiriendo que la fiesta seguía ese patrón en todo el país. “En esto se ha convertido el Carnaval brasileño”, escribió Bolsonaro en un tuit que causó tanta indignación que borró posteriormente. En esa época, la Fiscalía investigaba transacciones financieras sospechosas realizadas por Flávio Bolsonaro y su asesor, Queiroz, por medio de un sistema que se conoció como rachadinha y que incluía la contratación de empleados fantasma (estaban en nómina, pero no trabajaban). Entre ellos estaban la exesposa y la madre de Adriano da Nóbrega.
Las ramificaciones del sistema de desvío de fondos llegaron hasta la casa de Bolsonaro. Entre las transacciones señaladas por el Consejo de Control de Actividades Financieras había un ingreso por valor de 24.000 reales (unos 5.500 dólares) realizado por Queiroz a la cuenta de la primera dama, Michelle Bolsonaro. En ese carnaval, el término lluvia dorada explotó en las redes sociales y en las noticias. Sin embargo, Queiroz todavía está en libertad.
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