El estancamiento de la reducción de la desigualdad a partir de 2013 motivó a un conjunto de investigadores del Instituto de Economía (Iecon) de la Universidad de la República (UDELAR) a explorar posibles caminos para reencauzarla. En el documento “La evolución de las remuneraciones laborales y la distribución del ingreso en Uruguay” de la serie El futuro en foco, editada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Centro de Estudios Fiscales, analizan el vínculo entre la participación de los salarios en el Producto Interno Bruto (PIB) y la desigualdad de ingresos, más allá de que la búsqueda de equidad efectivamente se logra en etapas posteriores de la distribución, mediante políticas de Estado como impuestos y transferencias.
A largo plazo, concretamente entre 1908 y 2014, la participación de la masa salarial siguió una trayectoria irregular. De modo tentativo, los autores Mauricio de Rosa, Sabrina Siniscalchi, Andrea Vigorito, Joan Vilá y Henry Willebald afirman que en los puntos reconstruidos de la primera mitad del siglo XX –1908, 1919, 1936 y 1945–, la porción se habría mantenido por debajo de 40% en relación al Producto Interno Bruto (PIB). Fue durante el período de industrialización por sustitución de importaciones, cuando mejoró la productividad del trabajo y se instauraron los Consejos de Salarios, el momento en que se presentaron los niveles más altos, superando el 50%. Luego, durante la dictadura cívico-militar –período sobre el que es escasa la información disponible– se constata una “fuerte” caída, “probablemente” reflejo de “la supresión de los Consejos de Salarios, aunada a una política económica tendiente a beneficiar al capital, con especial énfasis en la constitución de la economía como plaza financiera regional”. La vuelta a la democracia muestra un aumento que se mantiene hasta fines del siglo pasado y principios del actual, en torno a 40%.
A largo plazo, concretamente entre 1908 y 2014, la participación de la masa salarial siguió una trayectoria irregular. De modo tentativo, los autores Mauricio de Rosa, Sabrina Siniscalchi, Andrea Vigorito, Joan Vilá y Henry Willebald afirman que en los puntos reconstruidos de la primera mitad del siglo XX –1908, 1919, 1936 y 1945–, la porción se habría mantenido por debajo de 40% en relación al Producto Interno Bruto (PIB). Fue durante el período de industrialización por sustitución de importaciones, cuando mejoró la productividad del trabajo y se instauraron los Consejos de Salarios, el momento en que se presentaron los niveles más altos, superando el 50%. Luego, durante la dictadura cívico-militar –período sobre el que es escasa la información disponible– se constata una “fuerte” caída, “probablemente” reflejo de “la supresión de los Consejos de Salarios, aunada a una política económica tendiente a beneficiar al capital, con especial énfasis en la constitución de la economía como plaza financiera regional”. La vuelta a la democracia muestra un aumento que se mantiene hasta fines del siglo pasado y principios del actual, en torno a 40%.
Una quinta etapa la constituyen los años recientes, en los que hubo una nueva disminución de la desigualdad por movimientos que para los autores sugieren “un comportamiento procíclico”. El valor mínimo fue en 2004 (32,8 %) durante el período recesivo y recién volvió a estabilizarse entre 2009 y 2013, con valores ligeramente superiores a los del período previo a la crisis (40,6 %). Por otro lado, en un intento por distinguir las remuneraciones del trabajo y el capital dentro de la renta mixta de los trabajadores independientes, se muestra que la participación del conjunto de remuneraciones laborales oscila entre 43 % y 52 %. Sin embargo, en este caso, en 2014 todavía no se habrían recuperado los niveles previos a la crisis.
Sectores y firmas
Una apertura de los datos a nivel sectorial permite concluir que, entre 1997 y 2014, la evolución del peso de la masa salarial y remuneraciones laborales en el PIB “obedeció a un aumento generalizado de sueldos y salarios” y no a “un patrón de crecimiento con predominio de sectores con mayor peso de la mano de obra”. “Más allá de los cambios a lo largo del período, existen ordenamientos y una dispersión que se ha mantenido relativamente estable”, sostiene el estudio. Es decir que los cambios fueron producto, básicamente, de la evolución de los salarios reales y, en menor medida, del empleo [ver gráfico].
Dada la fuerte dispersión que se observó en cada rama, otro de los ejes que se abordaron fue la desigualdad dentro de las empresas. Entre 2009 y 2012 –período que coincide con el mayor descenso de la desigualdad personal en los últimos 15 años– se concluyó que mayores niveles de productividad se asociarían a menores niveles de participación de la masa salarial y de remuneraciones laborales.
Variación porcentual del PIB, la participación de la masa salarial en el PIB y sus componentes
En términos de naturaleza jurídica, también se constataron diferencias significativas. Por ejemplo: las sociedades anónimas se asocian con una mayor participación de salarios en el valor agregado y en un corte geográfico. Lo mismo sucede con las empresas radicadas en Montevideo, algo que “podría deberse a los mayores niveles salariales en la zona, así como a la radicación de empresas empleadoras de personal con mayor calificación y cuadros gerenciales”.
Capital y trabajo
Por último, los autores también analizaron la distribución de las remuneraciones al trabajo y al capital generadas en el proceso productivo. En este sentido, uno de los primeros obstáculos con los que se encontraron fue que sólo 8% de empresas retiraba utilidades anualmente, ya que la legislación vigente hasta 2016 no las obligaba a hacerlo y los propietarios podían percibir ingresos mediante el uso de cuentas corrientes asociadas a la empresa.
Una de las primeras conclusiones a las que se arribó fue que las empresas con menor peso de masa salarial ocupan en mayor medida a trabajadores con remuneraciones bajas, y lo mismo sucede en el otro extremo, con algo más de 12% de los trabajadores ubicados en el decil de mayores ingresos salariales. Por otro lado, al desagregar los datos por sexo, se percibe la menor remuneración relativa de las mujeres en todos los quintiles de ingresos.
Mientras tanto, se constató una fuerte disparidad por sector de actividad: los de información y comunicación, actividades financieras y salud se destacan como los de mayor predominio de los trabajadores con altas remuneraciones. Sin embargo, si se analiza el grado de dispersión de estas remuneraciones, las actividades financieras y los servicios a empresas muestran una desigualdad “importante” tanto en ingresos laborales como en utilidades. En el otro extremo, los sectores con un fuerte predominio del sector público muestran un menor grado de desigualdad en las remuneraciones laborales, al igual que transporte e información y comunicaciones.
Invitado a comentar el estudio en su presentación, el martes en el Centro Cultural de España, el director de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Fernando Isabella, advirtió sobre este punto. “Hay que tener presente que los distintos sectores productivos implican distintas funciones de producción, donde el capital juega en mayor o menor medida y por tanto es esperable que tengan distintos resultados de distribución factorial. Si uno sólo se queda en cómo distribuyen, va a tender a una estructura productiva súper sesgada y probablemente inviable. Un ejemplo gráfico: con ese criterio deberíamos favorecer el servicio doméstico –que es todo salario– frente a la generación de energías renovables”, apuntó.
Al analizar la dinámica de las remuneraciones al capital, se concluyó que “el número de empresas que distribuyen utilidades cada año es bajísimo, considerando, además, que se trata de un período de fuerte expansión económica, en el que se observan ingresos operativos positivos en buena parte de las empresas incluidas en la base de datos utilizada. Por ejemplo, en 2012, únicamente 2,58 % de las empresas analizadas distribuyó utilidades. A la vez, el análisis del panel permitió constatar que las empresas que distribuyen utilidades no necesariamente lo hacen en todos los años, y que aproximadamente 30% de las firmas distribuye cada año utilidades a un único empresario, en tanto que 70% lo hace a uno o a dos. Las más asociadas con estos patrones son aquellas vinculadas a los sectores de comercio, información y comunicación, y actividades inmobiliarias. Estas cifras y proporciones plantean a los autores “una interrogante acerca de los mecanismos utilizados por los dueños y socios de las empresas para percibir ingresos”.
Otro de los comentaristas, el integrante del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT Hugo Bai consideró: “Parece bastante claro que el principal componente que tiene eso es simplemente eludir el pago de la tasa de 7% de IRPF en la categoría 1”. En este sentido, agregó que “supone un aspecto grave en cuanto a la legitimidad del sistema tributario”. “Son datos que chocan mucho al dar después determinados debates o que la gente sienta que tenemos un sistema tributario que grava más a los que tienen más”, agregó.
La base para redistribuir
Ahora, como se mencionaba al inicio de esta investigación, Vigorito apuntó que para mejorar los niveles de desigualdad se necesitan políticas “tanto a nivel de la participación de las remuneraciones como de la propia distribución personal del ingreso”. También Bai consideró que mejorar la participación de los ingresos laborales en el producto “no es una medida suficiente para mirar la desigualdad” pero que sí “se trata de un punto de partida”. “Está claro que niveles de participación más altos no van a garantizar –como sucede en Estados Unidos– que se condiga después con una baja desigualdad, pero altos indicadores de masa salarial del producto generan mayor potencialidad en la capacidad redistributiva que tiene el Estado”, afirmó.
La Diaria
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