El resultado de la vista oral se encuentra pendiente de un posible acuerdo de última hora entre los abogados de los acusados –del colectivo de letrados habitual de la izquierda abertzale– y la fiscalía. No obstante, fuentes del ministerio público se mostraban escépticas esta semana sobre la consecución de tal pacto, que pasaría por reconocer los hechos a cambio de una rebaja en la pena. Tres de los supuestos agresores, Oihan Arnanz, Jokin Unamuno y Adur Ramírez, permanecen en prisión provisional desde el 14 de noviembre de 2016.Otros cuatro están en libertad tras pasar por la cárcel.
La agresión multitudinaria en la que los agentes resultaron lesionados y que la izquierda abertzale trata de reducir a la categoría de pelea en un bar, se enmarca, según la fiscalía, en la campaña Alde Hemendik (“fuera de aquí”, en euskera) de hostigamiento y presión contra las fuerzas de seguridad del Estado para lograr su salida del País Vasco y Navarra. Esta campaña, creada por ETA, ha tenido “continuidad” pese al cese de la actividad violenta de la banda terrorista, según la Fiscalía.
Aquel 15 de octubre, sobre las 2.30 de la madrugada, dos guardias civiles –un teniente y un sargento- se encontraban tomando copas junto con sus parejas en el bar Koxka, de Alsasua, un municipio navarro de 7.000 habitantes lindante con Gipuzkoa y Álava, y uno de los fortines tradicionales de la izquierda abertzale en la comunidad foral. Según el relato, el teniente entró al baño, y al salir fue abordado por Oihan Arnanz, quien le preguntó si era un “madero”. Poco después, dentro del establecimiento, alguien que no ha llegado a ser identificado, arrojó al grupo un vaso de chupito de plástico, que no les causó daño alguno.
Los guardias y sus novias permanecieron en el Koxka hasta que, alrededor de las 4 de la madrugada, entró en el bar Jokin Unamuno, que se encaró con el sargento. Cuando el teniente, le intentó calmar llamándole por su nombre, Unamuno comenzó a gritarles que se marcharan del bar. Una chica menor de edad que iba con él alentó a un grupo de personas para rodear a los guardias y sus novias.
"Os tenemos que matar"
Enseguida, según la fiscalía, unas 25 personas rodearon a las cuatro víctimas y comenzaron a insultarles: “Iros (sic) de aquí, hijos de puta, os tenemos que matar por ser guardias civiles, cabrones, txakurras (perros)”. Inmediatamente comenzaron los golpes dentro del bar. Un pasillo de agresores la emprendió a puñetazos, empujones y patadas con los guardias y sus parejas.
Una vez en la calle, la agresión continuó. Según el escrito, el teniente y el sargento fueron atacados en ese momento con “gran violencia y brutalidad” especialmente por Jokin Unamuno, Jon Ander Cob y Julen Goikoetxea. Con los agentes en el suelo, otros tres jóvenes —el citado Arnanz, Adur Ramírez de Alda y Aratz Urrizola— comenzaron a darles patadas en la cabeza y la espalda. La novia del sargento, tratando de defender a este, también fue golpeada. El teniente, con una pierna rota, no podía levantarse.
Cuando los agentes de la Policía Foral acudieron al lugar de la agresión, una vez trasladados los heridos al hospital, detuvieron, entre un gran tumulto a Jokin Unamuno. Oihan Arnanz se encaró con un agente y supuestamente amenazó con darle un puñetazo. A su lado, Ainara Urkijo amenazó a la pareja del sargento diciendo: “Esto que os ha pasado es por salir de allí arriba, cada vez que salgáis os va a pasar lo mismo así que lo que tienes hacer es no salir de allí”, refiriéndose a la casa cuartel de la Guardia Civil de Alsasua.
El teniente sufrió, a causa de la agresión, una fractura de tobillo que requirió tratamiento quirúrgico y contusiones. Estuvo fuera de servicio 92 días. Su novia, además de distintas contusiones, sufre ansiedad. “Dicha situación se vio agravada al cruzarse por la calle con uno de sus agresores y por la situación que viven sus padres en Alsasua, donde residen y reciben amenazas e insultos”, afirma la fiscalía. El sargento tardó en curar de sus lesiones en la espalda y las piernas 53 días, mientras que su novia, además de las lesiones —contracturas cervicales, hematomas— seguido bajo control psicológico con visitas programadas cada 15 días por estrés postraumático.
La fiscalía atribuye a siete de los ocho acusados un total de cuatro delitos de lesiones con carácter terrorista, penados cada uno con un mínimo de doce años y medio de prisión. Para Oihan Arnanz reclama otros 12 años y medio por amenaza, pena que solicita para la octava acusada, Ainara Urkijo. En caso de que la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia Nacional no aprecie estos delitos, la fiscalía plantea, subsidiariamente, que los hechos sean considerados como desordenes públicos terroristas, atentado, lesiones ordinarias y amenazas terroristas, con penas que oscilan entre los 18 años y 30 años y medio de prisión.
La campaña Alde Hemendik, que también se desarrolla bajo las denominaciones Fan Hemendik y Ospa!, tiene dos fines: la primera “influir de manera negativa en la calidad de vida de los miembros de la Guardia Civil, así como en la de sus familiares y amistades como paso previo a su exclusión social”. La segunda consiste en “crear un clima de miedo y rechazo entre los ciudadanos, instándoles (...) a no entablar ningún vínculo afectivo o de amistad o cortesía con miembros de la Guardia Civil”.
“La no contemplación de estos preceptos por parte de algún ciudadano le convierte automáticamente en afín al Cuerpo y, por tanto, en cualquier momento tanto su persona como sus bienes o incluso sus vinculaciones directas pasa a convertirse en objetivo de la dinámica “Alde Hemendik” y de los distintos grupúsculos de marcado carácter violento”, señala la fiscalía en su escrito de calificación.
María José, la novia del teniente de la Guardia Civil que se llevó la peor parte de la agresión multitudinaria en el bar Koxka de Alsasua el 15 de marzo de 2016, ha relatado este martes en la Audiencia Nacional el ambiente de opresión y vacío social a que la izquierda abertzale somete a los agentes del instituto armado, y a sus familias y allegados en la localidad navarra. Tras el ataque y la posterior denuncia, la joven ha “tenido que abandonar” el pueblo en el que vivía desde los tres años y donde sus padres, que regentan un bar, siguen viviendo “un infierno”, según ha manifestado. “Me da miedo volver a Alsasua, no he vuelto desde aquel día, perdí mi vida, mi hogar, todo. Lo perdí todo”, ha asegurado María José a preguntas del fiscal José Perals, que reclama penas de entre 12 y 62 años de prisión para los ocho acusados por delitos de lesiones y amenazas con carácter terrorista.
La joven, de 21 años, ha identificado sin dudar y “al 100%” a los siete hombres que ocupan el banquillo de los acusados como los autores materiales de la paliza, en la que su novio sufrió la fractura de un tobillo y diversas contusiones. En el ataque fueron también víctimas la propia María José, un sargento de la Guardia Civil recién llegado a Alsasua y la pareja de este. “Hay personas que participaron en la agresión a las que no he acusado porque no estoy 100% segura de que estuvieran allí ese día. De hecho, estoy seguro al 90% que varios testigos de la defensa que van a venir a declarar estuvieron”, ha afirmado.
La testigo ha ratificado el supuesto papel protagonista en el ataque de Jokin Unamuno, a quien la investigación vincula con Alde Hemendik y Ospa, movimientos de la izquierda abertzale para lograr la expulsión de la Guardia Civil y la Policía Nacional del País Vasco y Navarra. Este, según ha dicho, entró en el bar Koxka dispuesto a enfrentarse con los guardias, que estaban fuera de servicio. “Si no hubiese iniciado o alentado la agresión no estaríamos aquí, nos agredió tanto dentro como fuera del bar”, ha afirmado.
María José ha dado detalles de los agarrones, puñetazos, empujones y patadas que recibió el grupo. “Recuerdo el odio y la saña con la que daban a Óscar [el teniente] en la cabeza. Protegí a Óscar más que a mí misma, porque si no Óscar hubiese tenido secuelas mucho más graves”, ha dicho. “Nadie salió en nuestro auxilio, nadie trató de frenar el ataque o de llamar a la policía o la ambulancia. La gente lo alentaba y aplaudía. Temí por mi integridad y sobre todo por la vida de Óscar”, ha añadido.
Sin embargo, al margen de los detalles del ataque, la declaración de la testigo María José ha sido rica en pinceladas sobre el ambiente de rechazo a la Guardia Civil que se vive en Alsasua, un municipio de 7.000 habitantes con una notable implantación de la izquierda abertzale y en el que todo el mundo se conoce, aunque solo sea de vista. La joven, que antes no había tenido contacto con guardias civiles, comenzó a salir con el teniente Óscar en marzo de 2016. “Yo sé dónde vivo, sé que iba a tener represalias, pero al final no puedes dejar que te impongan lo que puedes hacer o no, aunque mucha gente me retira el saludo”, ha dicho. Sin embargo, este ambiente pesaba. Según ha relatado, en septiembre de 2016, en una feria de la cerveza, María José estaba con sus amigos. “Una persona se me acercó y me preguntó si salía con un madero, y lo negué por miedo, me sentí intimidada”, ha reconocido.
Tras la agresión que supuestamente realizaron sus vecinos, María José perdió a todo su círculo social en Alsasua. “Todo el mundo se alejó de mí por miedo, me hicieron la vida imposible”, ha afirmado. “A día de hoy me da miedo volver a Alsasua, no he podido pasear a mi perra sola, y tardé siete meses a volver al bar de mis padres, que era mi hogar”.
Uno de los momentos en los que la joven ha perdido la entereza ha sido al acordarse de sus progenitores. “Su vida comienza a ser un infierno, con pancartas frente a casa, en el portal, se nos raja el coche, se nos destroza la máquina de bolas del bar, pancartas día sí día no… Lo que más se me ha quedado clavado es una pancarta que pegaron grande al lado de mi casa y que ponía “Herriak ez du barkatuko” [“El pueblo no perdonará”, en euskera].
María José ha detallado las secuelas psicológicas que le ha dejado la agresión y por las que está recibiendo tratamiento. “Llegué a un punto de mi vida en el que no veía salida, me veía sola, se destrozó mi vida por completo, me vi humillada y traicionada, y llegué al límite de no ver salida y pensar en quitarme de en medio, era la única forma que yo pensaba que esto iba a parar y dejar el sufrimiento”, ha dicho.
El teniente de la Guardia Civil que sufrió una agresión multitudinaria en Alsasua (Navarra) el 15 de octubre de 2016 junto con un compañero suyo y las parejas de ambos ha reconocido este martes “sin ningún género de duda” a cuatro de los ocho acusados en el juicio como los autores materiales de la paliza, en la que sufrió la fractura de un tobillo. El mando del instituto armado ha manifestado que en la agresión, ocurrida de madrugada en el bar Koxka de la localidad, participaron decenas de personas, que nadie les ayudó y que llegó a temer por su vida. “Estoy seguro de que sabían que era guardia civil, mi profesión la conocían perfectamente”, ha señalado el agente, a preguntas del fiscal José Perals, que reclama para los acusados penas que oscilan entre los 12 y los 62 años de cárcel por supuestos delitos de lesiones y amenazas con carácter terrorista por el ataque. Todos los acusados negaron el lunes, en la primera jornada del juicio, haber participado en la agresión.
Los hechos ocurrieron sobre las 2.30 de la madrugada del sábado de ferias de Alsasua. Según el teniente, cuando el grupo estaba tomando una consumición en el bar Koxka se les acercó Jokin Unamuno, al que conocía profesionalmente de haberle visto en actos de Alde Hemendik y Ospa, movimientos de la izquierda abertzaleque buscan la expulsión de la Guardia Civil y la Policía Nacional del País Vasco y Navarra. Unamuno, tocado con una boina, fue “de los más activos al empezar la pelea, el que motivó el inicio de la pelea”, según ha manifestado. Unamuno entró acompañado por una menor, y, muy alterado, acercándole la cara a la suya le empezó a increpar.
En ese momento, los agentes comenzaron a recibir puñetazos, patadas y empujones por todo el cuerpo, especialmente en las piernas, la espalda y la cabeza. “Veo que a mi novia le zarandean, sitúo al sargento y decidimos marchar, nos cuesta, se crea un pasillo de unas veinte personas donde seguimos recibiendo golpes, y llegamos a la puerta del bar”. Allí, había más luz que en el interior del Koxka, y el teniente pudo reconocer a Adur Ramírez y a otro joven más alto y con el pelo largo, Julen Goikoetxea, que también les estaban lanzando golpes. “Eso lo recuerdo con más lucidez”, ha afirmado el teniente, de 24 años. Ya en la calle, otro grupo de unas 15 o 20 personas les estaba esperando. “Noto que recibo más golpes, me empiezo a aturdir, pierdo la estabilidad y me desplomo, caigo al suelo, con mucho dolor empiezo a sangrar”, ha rememorado.
“Nadie nos intentó ayudar. Nadie se acercó a mí. La única que yo recuerdo que estaba cerca fue Mari Jose [su novia], que en un momento se puso encima mía cubriéndome pidiendo que pararan, que pararan, por favor”, ha señalado.
Clima "peculiar"
El teniente, natural de Valencia, llevaba casi un año al frente del cuartel de Alsasua cuando ocurrió la agresión. En el inicio de su declaración, ha recordado el clima “peculiar” que imperaba en la localidad, con fuerte implantación de la izquierda abertzale. “Había lugares donde se podía acudir y otros donde no entraría porque me lo desaconsejaban o no me iba a encontrar a gusto, o me iba a sentir observado y no bien recibido. También había lugares donde te sentías más arropado, hoy ni eso”. Compañeros que llevaban más años que él en Alsasua le advertían de que “anduviera con cuidado”, que “no sacara" a su familia "por el pueblo” y que “siempre fuera acompañado, solo nunca”.
Pese a estas prevenciones, durante su estancia en la localidad navarra el teniente intentó acercar a la Guardia Civil a la población. Para ello, y con la colaboración del párroco de la iglesia de los Capuchinos, organizó una jornada de puertas abiertas del cuartel a la que acudieron unas 50 o 60 personas. Un grupo de Alde Hemendik, ha recordado, “empezó a increpar a la gente que había acudido, a las madres que habían ido”. Algunas personas se mostraron incómodas porque una fotógrafa estaba tomando imágenes de los asistentes.
El segundo acto de acercamiento fue el 12 de octubre, tres días antes de la agresión, con motivo de la festividad de la Virgen del Pilar, patrona del cuerpo. “Tuvimos una problemática similar, en la puerta de la iglesia pintaron Alde Hemendik (fuera de aquí, en euskera). Tratamos de borrarlo, y el párroco nos dijo que no nos preocupáramos, que se tenía que ver la vergüenza que había allí”, ha recordado la víctima. Durante el vino posterior a la misa, un grupo de asistentes se acercó al teniente para decirle que un grupo estaba a la puerta de la parroquia increpando a los que entraban al acto. “En ese grupo reconocí a Jokin Unamuno”, ha afirmado.
Tras el teniente, ha prestado declaración el sargento que le acompañaba, y que apenas llevaba un mes en el cuartel de Alsasua cuando sucedió la agresión. Este también ha manifestado haber temido por su vida. "Estoy acostumbrado a las situaciones violentas y al estrés por el trabajo, y esa situación no la he vivido nunca; estábamos en inferioridad, esa sensación de odio por ser guardia civil nunca la había sentido". El sargento ha corroborado que nadie les ayudó en el ataque y que "algunos incluso animaban y jaleaban".
Este agente ha afirmado que la agresión que sufrió con su teniente y las parejas de ambos "no fue casual", sino que "estaba un poquito premeditada". El sargento, en su declaración ante el fiscal Perals, ha identificado a Jokin Unamuno "sin ninguna duda" como la persona "que inició todo". Tambien ha corroborado que los otros seis varones que ocupan el banquillo participaron en la paliza. Respecto a Ainara Urkijo, la única mujer, ha señalado que esta les dijo: "Esto es lo que vais a tener cada vez que bajéis del cuartel".
El sargento sigue destinado en Alsasua y tiene un hijo de pocos meses con su pareja. Esta víctima ha señalado que evita hacer vida en el pueblo, y que otros compañeros suyos, tras la agresión, han recibido muestras de hostilidad. "Algunos compañeros estaban apuntados a un gimnasio y tuvieron que borrarse. A otro que iba a un centro de artes marciales, el monitor le preguntó si era guardia. El compañero le dijo que no, que estaba de paso y el monitor le dijo que tuviera cuidado que allí lo que se enseñaba era para pegar a los guardias civiles. Ese compañero entrenaba con el joven rubio", ha dicho en referencia a Oihan Arnanz, uno de los ocho acusados.
Fuente: El País de M.
El teniente, natural de Valencia, llevaba casi un año al frente del cuartel de Alsasua cuando ocurrió la agresión. En el inicio de su declaración, ha recordado el clima “peculiar” que imperaba en la localidad, con fuerte implantación de la izquierda abertzale. “Había lugares donde se podía acudir y otros donde no entraría porque me lo desaconsejaban o no me iba a encontrar a gusto, o me iba a sentir observado y no bien recibido. También había lugares donde te sentías más arropado, hoy ni eso”. Compañeros que llevaban más años que él en Alsasua le advertían de que “anduviera con cuidado”, que “no sacara" a su familia "por el pueblo” y que “siempre fuera acompañado, solo nunca”.
Pese a estas prevenciones, durante su estancia en la localidad navarra el teniente intentó acercar a la Guardia Civil a la población. Para ello, y con la colaboración del párroco de la iglesia de los Capuchinos, organizó una jornada de puertas abiertas del cuartel a la que acudieron unas 50 o 60 personas. Un grupo de Alde Hemendik, ha recordado, “empezó a increpar a la gente que había acudido, a las madres que habían ido”. Algunas personas se mostraron incómodas porque una fotógrafa estaba tomando imágenes de los asistentes.
El segundo acto de acercamiento fue el 12 de octubre, tres días antes de la agresión, con motivo de la festividad de la Virgen del Pilar, patrona del cuerpo. “Tuvimos una problemática similar, en la puerta de la iglesia pintaron Alde Hemendik (fuera de aquí, en euskera). Tratamos de borrarlo, y el párroco nos dijo que no nos preocupáramos, que se tenía que ver la vergüenza que había allí”, ha recordado la víctima. Durante el vino posterior a la misa, un grupo de asistentes se acercó al teniente para decirle que un grupo estaba a la puerta de la parroquia increpando a los que entraban al acto. “En ese grupo reconocí a Jokin Unamuno”, ha afirmado.
Tras el teniente, ha prestado declaración el sargento que le acompañaba, y que apenas llevaba un mes en el cuartel de Alsasua cuando sucedió la agresión. Este también ha manifestado haber temido por su vida. "Estoy acostumbrado a las situaciones violentas y al estrés por el trabajo, y esa situación no la he vivido nunca; estábamos en inferioridad, esa sensación de odio por ser guardia civil nunca la había sentido". El sargento ha corroborado que nadie les ayudó en el ataque y que "algunos incluso animaban y jaleaban".
Este agente ha afirmado que la agresión que sufrió con su teniente y las parejas de ambos "no fue casual", sino que "estaba un poquito premeditada". El sargento, en su declaración ante el fiscal Perals, ha identificado a Jokin Unamuno "sin ninguna duda" como la persona "que inició todo". Tambien ha corroborado que los otros seis varones que ocupan el banquillo participaron en la paliza. Respecto a Ainara Urkijo, la única mujer, ha señalado que esta les dijo: "Esto es lo que vais a tener cada vez que bajéis del cuartel".
El sargento sigue destinado en Alsasua y tiene un hijo de pocos meses con su pareja. Esta víctima ha señalado que evita hacer vida en el pueblo, y que otros compañeros suyos, tras la agresión, han recibido muestras de hostilidad. "Algunos compañeros estaban apuntados a un gimnasio y tuvieron que borrarse. A otro que iba a un centro de artes marciales, el monitor le preguntó si era guardia. El compañero le dijo que no, que estaba de paso y el monitor le dijo que tuviera cuidado que allí lo que se enseñaba era para pegar a los guardias civiles. Ese compañero entrenaba con el joven rubio", ha dicho en referencia a Oihan Arnanz, uno de los ocho acusados.
Fuente: El País de M.
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