Lo primero que se percibe al llegar a Yerada es una gran presencia de policías. Este municipio minero de la provincia Oriental de Marruecos, a 6 horas en coche desde Rabat y media hora desde la frontera con Argelia, recuerda al de Alhucemas (España), donde se desencadenaron unas protestas que han acabado con cientos de jóvenes en la cárcel. Lo segundo que llama la atención, nada más bajar del coche, es que el aire es insano: la sensación es la misma que cuando hay una hoguera demasiado cerca, aunque solo se ven las torres de cuatro centrales térmicas diseminadas por el pueblo. Y lo tercero que salta a la vista es que cientos de jóvenes van a seguir desafiando la prohibición del Gobierno de no manifestarse.
Este pasado lunes por la tarde en el barrio de Abdel Ilach se congregaron unas cien personas, la mayoría hombres jóvenes. Juran, como juraban otros tantos miles en Alhucemas, que no cejarán de manifestarse hasta que el Estado libere a los compañeros que están en la cárcel. “Somos conscientes de que podemos ir a la cárcel por manifestarnos”, dice un activista. “Pero si no salimos, ¿cómo se va a enterar el Gobierno de que tenemos hambre? Necesitamos que venga gente de Europa para que vean las condiciones en las que vivimos. Aquí, un saco de trigo lo repartimos entre cuatro familias”.
Las protestas se iniciaron el 22 de diciembre tras la muerte de dos mineros en un pozo de carbón abandonado. Miles de personas salieron a la calle para hacer tres demandas: alternativas económicas para una zona marginada desde que cerraron las minas de carbón en 1998, una rebaja en las facturas del agua y la luz y medidas contra los caciques locales que, según los activistas, se benefician de la minería informal. El jueves 1 de enero falleció otro minero de 31 años y las protestas continuaron.
Las autoridades locales y el Gobierno central mantuvieron una posición de diálogo hasta que el martes pasado prohibieron las manifestaciones. Pero el miércoles decenas de jóvenes volvieron a convocar una sentada. Alegaban que el Gobierno solo había ofrecido promesas y nada en concreto. Hubo enfrentamientos con la policía. Según las cifras oficiales nueve hombres fueron arrestado y diez resultaron heridos, entre ellos ocho agentes y dos manifestantes. El Gobierno asegura que algunos “individuos con pasamontañas” lanzaron piedras contra las fuerzas del orden y quemaron cinco coches de policía.
“La policía empezó a cargar contra nosotros después de haber golpeado a nuestras madres”, alegan los activistas. Muestran un vídeo muy difundido por redes sociales donde se ven varias furgonetas policiales en un llano de Yerada persiguiendo a manifestantes. Una mujer que no sale en las imágenes pregunta en el vídeo: “Nos están aplastando con esos coches, ¿Estas son las alternativas económicas que nos traen?” Los manifestantes enseñan una foto de un joven en el hospital gravemente herido ese día. “Lo atropellaron y la madre dice que va a quedar inválido para el resto de su vida”, señala un joven.
Los activistas sostienen que ya se han producido entre 40 y 60 detenidos. “Están entrando en las casas y se llevan a la gente sin decir dónde los tienen”, señala otro joven. Una mujer que se llama Rajma, añade: “A mi hijo se lo han llevado esta mañana mientras yo trabajaba en el monte. Los vecinos me han dicho que lo han sacado sin ropa. He ido a comisaría y me dicen que ahí no lo tienen. Yo no tengo marido, solo tres hijos: uno de 10 años, otro de 14 y el que se han llevado, de 23, que es el que traía el dinero a casa”.
El único sustento que queda para la mayoría de la gente, según varios manifestantes, es bajar con una cuerda a pozos que abren ellos mismos y arriesgarse la vida a cambio del equivalente a 10 euros diarios. “Sin embargo”, explica un minero, “aquí el Gobierno ha desplazado a cientos de policías. Y eso le cuesta al Estado como mínimo 20 euros diarios por cada policía”.
-¿Ustedes no creen que si el Gobierno rebaja la factura de la luz se vería obligado a hacerlo también en muchísimos sitios del país?
Cuando escuchan esa pregunta varios jóvenes ser ríen. “Eso es lo mismo que nos dice el Gobierno. Pero nosotros nos tragamos la contaminación de estas centrales térmicas que generan energía para al resto del país. Lo único que pedimos es una compensación. Al menos, hasta que haya una alternativa económica en la zona”.
A diferencia de Alhucemas, en Yerada no hay un líder carismático como el desempleado Nasser Zafzafi, en el Hirak (Movimiento en árabe) rifeño. En Yerada destacó al principio Aziz Naït Abbou, pero este activista pensó que las ofertas del Gobierno eran razonables y dio un paso atrás. El movimiento continuó sin él. Otros jóvenes que solían hablar en los medios, como Abdesamad Habbachi, ahora están en la cárcel.
Este diario ha intentado sin éxito recabar la versión de las autoridades locales y la del delegado del Gobierno o Walid de la provincia Oriental, donde se encuentra Yerada. Mohamed Elouali, miembro en Yerada de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), señala: “El Estado quiso aparentar que vivimos en un régimen democrático y durante tres meses permitió las manifestaciones. Muchos activistas salían con fotos del rey y con banderas de Marruecos creyendo que eso iba a servir para algo. Ahora los medios oficialistas dicen que quien maneja esto es el movimiento islamista Al Adl Wal Ihsane (Justicia y Espiritualidad), pero no es verdad. Aquí el único líder es la marginación de la zona”.
Este martes decenas de personas volvieron a concentrarse en Yerada. De momento, sin ningún incidente.
El portavoz del Gobierno y ministro encargado de las Relaciones con el Parlamento y la Sociedad Civil, Mustafa el Jalfi, indicó la pasada semana a varios periodistas locales que el Gobierno ha cumplido su parte del contrato con Yerada. “Hemos tratado algunas reivindicaciones, pero la gratuidad de la factura de la luz es imposible”.
El Jalfi asegura que se han puesto en marcha iniciativas económicas ambiciosas como la creación de cooperativas para integrar a los mineros que trabajan en los pozos abandonados y la asistencia sanitaria para los enfermos que padecen silicosis, una enfermedad pulmonar que se produce por aspirar mucho polvo de sílice y que padecen muchos hombres de Yerada.
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