Cuando se recuerdan casos de políticos que renunciaron a sus cargos por una decisión personal sin que nadie se lo pidiera, el de Alfonso Varela es uno de los nombres que integra la lista. Varela es abogado y no tenía antecedentes políticos. Tiene un
estudio jurídico y es propietario de campos en el departamento de
Colonia. Fue director ejecutivo de Devoto, Master Card Uruguay y Clearing de
Informes. También ocupó un cargo en la directiva de la Bolsa de Comercio
y de la Unión de Exportadores, además de ejercer la presidencia de la
Cámara Nacional de Comercio en 1995. Fue durante el gobierno del Dr. Jorge Batlle (2000-2005), ministro de Turismo entre 2000 y 2002 y de Salud Pública entre 2002 y 2003. Sigue opinando que cuando un ministro "es una piedra en el zapato para el gobierno, tiene que irse".
¿Cómo llegó a la política?
Yo tenía una relación con el doctor Jorge Batlle de afinidad política y un día me mandó a ofrecer el Ministerio de Turismo. Nos reunimos y él esperaba una gestión empresarial en Turismo. Le dije que aceptaba con algunas condiciones: que yo elegía al subsecretario y al director general, y que estaba dispuesto a ayudar el tiempo necesario, por lo que si él o yo estábamos desconformes con algo, me iba. Luego, cuando vinieron cambios en el Ministerio de Salud Pública (MSP), y tras las gestiones de (Horacio) Fernández Ameglio y de (Luis) Fraschini, Batlle cae por mi casa en un Gol con un amigote de las carreras y me ofrece el MSP.
¿Qué pretendía de usted ahí?
Pretendía un mejor funcionamiento –que ya venían encarando mis antecesores– y una reducción del gasto sin afectar las prestaciones. No se olvide que era fines de 2002 y la situación económico financiera del Estado no era de las mejores.
¿Tuvo en cuenta que Fernández Ameglio había definido al MSP como un club político?
Sabía que el MSP, como lo saben todos los uruguayos, es algo difícil de llevar. Es enorme. Me encontré con un buen equipo al cual le agregué algunos elementos. El subsecretario, Luis Álvarez, era experto en laboratorios y provisión de insumos. El director de secretaría era Miguel Toma, actual secretario de Presidencia. La directora de Salud era la médica Ofelia López y en ASSE estaba Ciro Ferreira, que sigue activo en Tacuarembó. En psiquiátricos estaba el doctor Porciúncula, que también sigue hasta hoy, y en interior estaba Beatriz Silva. Había vocación de solucionar las cosas, pero problemas había porque se atiende a muchísima gente. Eso es para mí lo primero, aunque el sistema público tenía hospitales que eran mejores que en la salud privada, y el de Tacuarembó es un ejemplo. Claro, había, otros hospitales que no.
¿Cuáles eran las razones por las que los ministros pasaban y los problemas persistían?
Como decía, la cantidad de pacientes y la de funcionarios. Además, la salud es algo muy centralizado. En el eje de bulevar Artigas y adyacencias está toda la salud concentrada ahí. Yo vi hospitales en el interior del país que más que hospitales eran asilos de ancianos, donde había gente viviendo en el hospital. Luego hay corruptelas increíbles. Un día pasé por el hospital de San Ramón sin avisar, bajé, había una sola paciente y en la cocina había comida como para 20 personas. ¿Para quién era? No sé, para la paciente no era. Hicimos un sumario. También me pasaron cosas parecidas en Florida.
¿Y cuál era la actitud de los funcionarios?
Estaba el gremio de la salud privada y el de la pública. En la privada estaba (Jorge) "El Fogata" Bermúdez y se podía conversar con él aun en las diferencias. El sindicato de salud pública era otra cosa. Con Beatriz Fajián y Alfredo Silva era imposible. En el hospital Pereira Rossell, el doctor Justin Alonso consiguió que el ABN Amro hiciera una donación de sillas especiales para que mujeres pudieran dar a luz sentadas. Fuimos a inaugurar y hubo una protesta del sindicato porque eso generaba desigualdad, ya que se iba a atender a algunas pacientes y a otras no. "¿Qué es esto?", decía yo. El doctor Batlle consiguió un préstamo del BID para un Hospital de Clínicas nuevo. Un día me encomendó que hablara con el rector de la Universidad, Rafael Guarga. Le expliqué la idea de Batlle, el préstamo, etcétera; me dijo que no, porque el Hospital de Clínicas significaba un símbolo. Ahora están viendo si lo arreglan y eso cuesta US$ 150 millones. Salía desanimado de esas reuniones. Un día voy a un depósito que tiene el MSP con material y autos, y veo unos cajones cerrados. Eran equipos para el tratamiento de ojos. Era una donación, pero el MSP no tenía ese servicio. Tendrían que ir al Clínicas, me dijo alguien. "¿Y por qué no va?", pregunté. "Porque el Clínicas es de la Universidad y no de Salud Pública", me dijeron. Por supuesto que ordené que se enviara al Clínicas, y lo inauguré con la doctora Graciela Ubach.
Que sigue estando también hoy. Pasaron 15 años y un montón de nombres se repiten. Funcionarios, carencias, sindicatos, ¿y el empresismo médico era mejor?
No, qué va a ser. Yo le planteé a la decana de Medicina, que era Ana Ferrari, que cambiara el plan de estudio de Medicina porque se pasan años haciendo una carrera y luego recién entran a una especialidad, y sabemos que las especialidades están gobernadas por médicos que tienen el control de eso, y muchos no consiguen trabajo. Me dijo que tenía razón, pero que era imposible hacer eso. No se puede por el sistema y sigue sin poder hacerse porque hay cinco o seis que dicen no. Y si no vea lo que le está pasando al presidente Vázquez con ASSE. (Nota de Redacción: la entrevista fue previa a la decisión del directorio de ASSE de este miércoles de destituir al director del hospital de Rivera, Andrés Toriani, que había pedido Vázquez).
¿Qué pasó con el laboratorio de exámenes truchos que estuvo en el origen de su renuncia?
Fue una denuncia anónima que hicieron en el ministerio. El que condujo eso fue Toma. Para comprobar que los resultados que daban de VIH eran falsos, se mandó gente a hacerse los análisis, pero dieron bien. Hasta que después dieron mal. El MSP hizo la denuncia a la Policía para lograr evidencia. Eso pasó al Poder Judicial y a la Fiscalía. Después que intervino el juzgado, el MSP dispuso la clausura del laboratorio el 20 de diciembre de 2002. A mí, la doctora Mónica Xavier me interpela el 23 de diciembre, un día en que todo el mundo estaba desesperado por irse a su casa. Después de la interpelación empiezan a generarse suspicacias de si yo tenía algún interés político de que no se ventilara en la interpelación, pero en la interpelación nadie me lo preguntó. Cuando se ventila todo, en febrero, hablo con Batlle y le digo que el gobierno no estaba fuerte por la crisis económica y que me parecía que eso distorsionaba más las cosas, y yo no quería generar más rispideces. Me parecía que lo mejor era renunciar. Me dijo que lo iba a pensar. Yo insistí en que me tenía que ir y al final aceptó la renuncia. Y era un tema en el que no tenía nada que ver, pero no quería complicar al gobierno.
¿Piensa que en parte tomó esa decisión porque usted no era político?
Sin duda influyó, porque para ocupar un cargo de esos hay que tener una vocación muy grande y cierto apoyo económico.
Pero no se ve seguido esa actitud en la vida pública.
Y puede ser. Pero yo tenía que ser leal porque Batlle era mi respaldo y no le podía complicar las cosas.
¿Usted piensa que ante una situación complicada hay que facilitarle las cosas al gobierno?
Depende del cargo. El ministro es un secretario de Estado que puso el presidente y cuando uno pasa a ser una piedra en el zapato tiene que irse. Quizá sea distinto con los cargos electivos.
¿Estar afuera de la actividad privada le complicó?
Me afectó, sin dudas. Tuve la generosidad de un hermano que se ocupó de cosas de las que me ocupaba yo. Me afectó brutalmente en diversas cosas. Y hay que hacer sacrificios económicos. Un ejemplo de eso es el propio doctor Batlle. Toda su vida tuvo dificultades económicas por dedicarse a la política.
¿Es una actividad más dura de lo que la gente piensa?
Tan dura es en algunos aspectos que mi hija se fue a vivir a Buenos Aires a los 18 años. Cuando le pregunté por qué se iba, me dijo que porque no aguantaba mi exposición pública. Ahora volvió. Pero sufre más el entorno que el político. Un día le dije a mi mujer: "Me resulta más interesante Salud Pública que Turismo". ¿Sabe lo que me contestó? "Esto confirma que sos un estúpido" (se ríe a carcajadas).
Ravioles para Atchugarry
"La crisis de 2002 fue muy dura. En Turismo no era tan grave porque cortamos la parte de subsidios y nos dedicamos solo a promoción. Pero en Salud Pública los gastos bajaron brutalmente y había que evitar que sufrieran las prestaciones. Teníamos cupos presupuestarios, pero no había disponibilidad financiera. Yo le decía a Alejandro Atchuharry, "venite a casa a comer". ¿Sabe a qué hora llegaba Atchugarry después del trabajo? A las 2 de la madrugada. Mi mujer le preparaba unos ravioles y ahí tratábamos de ponernos de acuerdo", contó Alfonso Varela.
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