Hace veinte años, Amazon.com salió a bolsa. Los escépticos de Jeff Bezos, el fundador de la compañía, han pasado gran parte de estos últimos dos decenios criticándolo y vilipendiándolo. Ha sido calificado de “monopolista”, “enemigo número uno de la literatura”, “conocido evasor internacional de impuestos”, de ser un jefe imposible y despiadado, y más de una vez le han dicho Lex Luthor. Su empresa sistemáticamente era llamada un fraude. Pero ¿saben qué?
Veinte años después aquí estamos y Bezos puede decir con toda legitimidad que nos ha cambiado la vida a todos.
Ha cambiado la forma en que compramos. Ha cambiado la forma en que se usan computadoras en las empresas, trasladando gran parte de su información y sistemas a servicios de nube. Incluso ha cambiado la forma en que interactuamos con las computadoras con la voz: “¡Alexa!”
A lo largo del camino, Bezos compró, y resucitó, The Washington Post, una de las principales instituciones periodísticas de Estados Unidos. Y a través de su compañía aeroespacial, Blue Origin, ha invertido miles de millones de dólares en la carrera al espacio, una de sus aficiones que, de tener éxito, podría cambiar el mundo de manera mucho más profunda que la entrega gratuita de mercancías un día después.
El mismo Warren Buffett dudaba de Amazon en esos tiempos. “Fui demasiado tonto para darme cuenta de lo que iba a ocurrir”, admitió en la reunión anual de Berkshire Hathaway este mes. “Yo admiraba a Jeff y lo he admirado durante mucho tiempo. Pero no pensé que fuera a tener éxito al grado en que lo ha tenido”.
Buffett agregó: “No lo vimos venir”.
Buffett afirmó que el trabajo de Bezos es “un logro comercial notable” y precisó: “Una sola persona ha construido casi al mismo tiempo una extraordinaria máquina económica en dos industrias bastante diferentes, desde un punto de partida de cero, con competidores que tenían mucho capital y todo lo demás”.
Hoy en día, Amazon está valuada en 464.000 millones de dólares; el doble de Walmart.
Y un detalle más: si hubieras invertido 10.000 dólares en la oferta pública inicial de Amazon, hoy en día tendrías casi 5 millones de dólares.
Quizá la cosa más sorprendente que pudo realizar Bezos fue haber encontrado a inversionistas que, a pesar de sus detractores, estuvieran dispuestos a invertir en Amazon aun cuando la empresa tenía pérdida tras pérdida.
Esto no quiere decir que los inversionistas siempre hayan estado contentos con Bezos. No, con frecuencia castigaban su acción, haciendo que pareciera una inversión muy volátil. Después, de vez en cuando, sorprendía a sus inversionistas con ganancias, como para decirles: “Sí, podemos ganar dinero siempre que queramos, si no queremos invertir en el futuro”.
La mayoría de los ejecutivos están preocupados por el próximo trimestre, pero a Bezos le preocupa lo que vaya a suceder dentro de varios años. Esa es una ventaja competitiva de la que podrían aprender muchos directivos empresariales.
“Si todo lo que haces necesita funcionar en un horizonte de tres años, entonces estás compitiendo contra mucha gente”, declaró Bezos a Wired en 2011. Él se refería a la noción de que los directores ejecutivos piensan en ciclos de tres años, lo cual es una evaluación relativamente generosa, dado que la mayoría de los altos ejecutivos no duran mucho más tiempo.
“Pero si estás dispuesto a invertir en un horizonte de siete años”, continuó, entonces compites contra una fracción de esa gente, pues muy pocas compañías están dispuestas a hacer eso”.
En defensa de Bezos, hay que decir que él siempre fue franco respecto de sus ambiciones y su enfoque de largo plazo. “Gracias a nuestro enfoque de largo plazo, nosotros podemos tomar decisiones y sopesar pros y contras de manera diferente a la mayoría de las empresas”, escribió en su primera carta a los accionistas en 1997. “No somos tan audaces para declarar que la anterior es la filosofía de inversión ‘correcta’, pero es la nuestra y sería un descuido de mi parte no ser claro en el enfoque que hemos tomado y que seguiremos tomando”.
Nada de esto quiere decir que Bezos sea perfecto. Ha fracasado en repetidas ocasiones –¿recuerdan su desventurada incursión en los teléfonos móviles?– pero ha tenido el éxito necesario para compensar esas caídas. Y a lo largo del camino, es probable que vuelva a fallar, cosa que él dice aceptar con los brazos abiertos.
¿Bezos es un jefe fácil? Claro que no; es increíblemente exigente. Pero es difícil suponer que los creativos productos que Amazon ha incubado y ha lanzado podrían haber surgido si él no fuera un destrozador profesional de almas.
Como escritor, se supone que debo odiar a Bezos. Después de todo, él ha presionado a las editoriales, ha recortado los márgenes de ganancia y prácticamente ha sacado del negocio a las librerías de la vieja guardia. Y como para restregárnoslo en la cara, ahora presentará librerías Amazon de ladrillo y cemento.
Pero adoptar esa actitud sería no entender lo que es la innovación. Esta trastoca las industrias: solo basta observar la carnicería actual en la industria del menudeo, vuelta obsoleta por Amazon, y a todas las compañías que están tratando de copiarle el sistema.
“Amazon no es lo que le ocurrió a la venta de libros”, explicó Bezos, defendiendo su papel en una entrevista con Charlie Rose en 2013. “Lo que le ocurrió a la venta de libros fue el futuro”.
Y ahora le está sucediendo el futuro a las tiendas de menudeo e incluso a los supermercados, la próxima conquista de Bezos. Y el futuro claramente le está sucediendo a la computación en las empresas.
Bezos es famoso por su risa; ahora tiene todas las razones para reír.
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