Puede una derrota deportiva provocar la caída del presidente de un país ? Suena exagerado, pero en Brasil todo es posible. La derrota 7 a 1 contra Alemania en la Copa del Mundo 2014 por sí sola no hizo caer a Dilma Rousseff, pero sí le dio un empujón que terminó con su arbitraria destitución por parte del Congreso brasileño el 31 de agosto de 2016. A esa conclusión llegaron dos economistas brasileños, Eduardo Zilberman y Carlos Carvalho, publicó ayer el diario Folha de San Pablo.
Al cruzar la cronología de los últimos acontecimientos después de las elecciones presidenciales de 2011 con el movimiento en los mercados de valores, se dieron cuenta de que el impacto por la derrota ante Alemania fue similar al del apretado resultado en la primera ronda presidencial.
En ambos casos, los inversores anticiparon el futuro debilitamiento de Rousseff y el fortalecimiento de la oposición. "Nuestra hipótesis es que ya existía un descontento latente con el gobierno antes del 7-1, y el mercado financiero se dio cuenta de eso. El vejamen de la selección, por tanto, fue un golpe político", dice Zilberman.
Las manifestaciones de junio de 2013 y los efectos de la recesión económica, que empezaban a hacerse sentir, fueron exacerbados por el bajo rendimiento en el fútbol.
Esta conexión entre el deporte y la política en la cabeza del votante no es nueva ni exclusiva de Brasil. Los investigadores en Estados Unidos de América, por ejemplo, ya observaron que la victoria de los equipos locales de fútbol americano unos días antes de la elección influye en las urnas.
Del mismo modo, en caso de derrota, los votantes castigan con su voto.
Una dinámica similar ocurrió con Rousseff en 2014, sostienen Carvalho y Zilberman.
"El fracaso en la Copa del Mundo fue el golpe o impeachment que faltaba para atar las frustraciones de los que ya estaban insatisfechos, de forma difusa, con la política y la economía", dice Folha.
"Pero nada es más concreto que una derrota por 7-1, en las semifinales, jugando en casa, en el país del fútbol", agrega el diario brasileño.
Una dinámica similar ocurrió con Rousseff en 2014, sostienen Carvalho y Zilberman.
"El fracaso en la Copa del Mundo fue el golpe o impeachment que faltaba para atar las frustraciones de los que ya estaban insatisfechos, de forma difusa, con la política y la economía", dice Folha.
"Pero nada es más concreto que una derrota por 7-1, en las semifinales, jugando en casa, en el país del fútbol", agrega el diario brasileño.
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