Pasó el maratón olímpico y también las historias laterales de los más de 150 participantes de la prueba. Sin dudas, una de las más fuertes es la del etíope Feyisa Lilesa, medalla de plata en la prueba de los 42 kilómetros. La primera señal la dio el propio atleta, cuando cruzó la meta alzando los brazos como si estuvieran esposados, en lo que después explicó como un gesto de protesta en defensa de la etnia Oromo, mayoritaria en su país, cuyas manifestaciones fueron reprimidas con dureza por el gobierno.
"Realicé ese gesto por la actitud del gobierno de mi país contra los Oromos. Desde hace nueve meses, un millar de personas han resultado muertas", explicó en la rueda de prensa posterior a la carrera, donde repitió el gesto de protesta. "Tengo familiares en prisión en mi país. Si hablas sobre democracia te matan. Si vuelvo a Etiopía, tal vez me maten o me metan en prisión", dijo después Lilesa, perteneciente a dicha etnia.
Lilesa contempla la posibilidad de quedarse un tiempo en Brasil, a la espera de obtener más adelante un visado que le permita ir a Kenia o a Estados Unidos. "Es muy peligroso vivir en mi país. Tal vez tenga que ir a otro país", señaló.
La etnia a la que pertenece Lilesa es una de las más numerosas de Africa, y también de las más castigadas. En Etiopía, los amhara, etnia minoritaria, gobierna el país desde el proceso de descolonización y mantiene desde los años 70 una guerra de baja intensidad contra los oromo, que durante estos años se han organizado en diferentes frentes de lucha armada. Se estima en 2,5 millones la cantidad de refugiados oromo en países vecinos como Somalia y Eritrea.
Más allá del riesgo que corre, Lilesa sostuvo que "yo represento a mi pueblo y creo que debo dar a conocer lo que nos pasa". Y agregó: "También podría ocurrir que no me dejaran pasar del aeropuerto. De hecho, todavía no tengo decidido si voy a volver a Etiopía o quedarme en otro país", afirmó.
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