Al menos un centenar de personas se echaron este pasado viernes a las calles en Hong Kong para protestar contra las autoridades de China después de que uno de los cinco libreros desaparecidos hace meses, Lam Wing-kee, señalara al gobierno del gigante asiático como el artífice de su secuestro y posterior retención en contra de su voluntad durante meses
“Lam es el modelo a seguir por los hongkoneses frente a la represión del régimen comunista”, apuntó en las manifestaciones Joshua Wong, el carismático líder de las protestas del movimiento de los paraguas en 2014 y miembro del recién creado partido Demosisto.
Al igual que Wong, muchos han salido en defensa del principio “un país, dos sistemas” que rige en la ex colonia británica desde su vuelta a la soberanía china en 1997 y que consideran que ahora ha sido violado. El Partido Cívico ha señalado en un comunicado que el Ejecutivo de Hong Kong debe presionar a Pekín para que garantice que Lam y los otros cuatro libreros no sufrirán represalias, y ha exigido que se le haga entrega de los nombres de los oficiales chinos involucrados en el caso para que se puedan tomar medidas contra ellos.
Lam es uno de los cinco trabajadores desaparecidos hace meses de la librería hongkonesa Causeway Bay Books, conocida por vender títulos prohibidos en la China continental en los que se especula sobre los amoríos de altos miembros del Partido Comunista. Los cinco se evaporaron sin dejar rastro a finales del año pasado en lugares como Tailandia, China o Hong Kong para más tarde conocerse a través de sus confesiones televisadas que estaban en la China continental.
La verosimilitud de estas confesiones, a las que Pekín ha recurrido con asiduidad en los últimos meses, ha sido puesta en tela de juicio por organizaciones y activistas de los derechos humanos, que creen son forzadas por las propias autoridades. "Parece claro que él, y lo más probable es que también los otros, fueran detenidos arbitrariamente, maltratados y obligados a confesar", apuntó al respecto Mabel Au, directora de Amnistía Internacional de Hong Kong.
“Me vendaron los ojos y me taparon la cabeza”, afirmaba el jueves en una rueda de prensa un cansado pero desafiante Lam a los medios congregados anoche en Hong Kong. Según su relato, fue detenido sin explicación alguna “por una unidad especial” cuando cruzaba la frontera con la intención de visitar a su novia en Dongguan, localidad industrial china sita unos cien kilómetros de la ex colonia británica.
Lam explicó que tras ser arrestado, lo llevaron a una comisaría en la que pasó varias horas, para más tarde ser trasladado en tren a la localidad de Ningbo. Después de 13 horas de viaje y pese a su insistencia, “en ningún momento me dijeron por qué merecía ser detenido”. Además, destacó que le privaron mediante la firma de un documento de contacto alguno con su familia y de la posibilidad de contratar un abogado
Tras ser sometido a numerosos interrogatorios en los que los uniformados trataron de obtener información sobre los compradores de esos libros críticos con el régimen comunista, Lam consiguió que le permitieran volver a Hong Kong bajo la condición de conseguir el listado de los clientes de la librería, que debía entregar a las autoridades.
Pero abrumado por el apoyo recibido a su vuelta por parte de los conciudadanos, Lam decidió romper con lo pactado y arrojar algo de luz sobre su caso. “Por supuesto que me siento mal por mi novia y lo he pensado mucho, pero no es algo que solo me incumba a mí, sino que es algo que implica a toda la sociedad hongkonesa. Se trata de los derechos y libertades de seres humanos. El Gobierno chino ha puesto a la gente de Hong Kong en un callejón sin salida”, sentenció.
Sin embargo, no parece que las autoridades chinas vayan a reconocer haber cometido ilegalidad alguna. Este viernes, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores Hua Chunying afirmó en Pekín que "Lam Wing-kee es un ciudadano chino, violó la ley china en la China continental, así que los cuerpos de seguridad tienen el derecho de abordar esta cuestión de acuerdo con la ley".
Además, la portavoz insistió en que "los asuntos de Hong Kong son asuntos de China y no admiten interferencias de otros países" en clara referencia a las opiniones vertidas por gobiernos extranjeros que han cuestionado y criticado abiertamente la actuación de Pekín.
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