Desde el podio del Congreso de Brasil, Jair Bolsonaro le dijo a una legisladora que no merecía que él la violara. “No te mereces eso”, dijo Bolsonaro, un ex paracaidista del ejército. En otro episodio, el congresista reveló su aberración hacia la homosexualidad. “Sería incapaz de querer a un hijo gay”, expresó Bolsonaro, de 61 años, padre de cinco hijos. “Prefiero que se muera en un accidente”, afirmó.
Y el mes pasado, Bolsonaro justificó su voto a favor de la destitución de la Presidenta Dilma Rousseff al alabar al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, quien supervisó la tortura a los disidentes durante la dictadura militar de Brasil, que duró de 1964 a 1985.
El coronel Ustra, quien murió el mes pasado a la edad de 83 años, era una figura a la que Dilma Rousseff “temía”, dijo Bolsonaro. Y su referencia fue clara: Rousseff, una guerrillera durante su juventud, fue víctima de sesiones de tortura brutales por parte de los colegas del coronel Ustra.
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stas declaraciones podrían significar el fin de la carrera de un político en ciertos lugares, pero no en Brasil, donde la preeminencia de Bolsonaro refleja un giro hacia la derecha y un mayor criticismo que crece junto a la desilusión que provoca la clase política.
El congresista ya es uno de los políticos más influyentes de Río de Janeiro, donde fue elegido en 2014 para su séptimo periodo de cuatro años en el congreso con más votos que ningún otro legislador. Y ahora el nombre de Bolsonaro está sonando como uno de los interesados en la presidencia para 2018.
Bolsonaro, al condenar a los inmigrantes, promover la propiedad de armas de fuego y defender la tortura a los narcotraficantes, dice que su momento está cerca, mientras la élite política en desgracia tambalea ante la turbulencia que ha generado el posible juicio político a Rousseff.
“Planeo colaborar con el destino de mi país”, dijo Bolsonaro en una entrevista en la que detalló sus ambiciones presidenciales y expresó su admiración hacia los líderes del Partido Republicano en Estados Unidos de América, entre los que se incluye a Donald J. Trump.
Bolsonaro, quien grita sus opiniones como si estuviera reprendiendo a un subordinado, inspira comparaciones con el virtual candidato presidencial del Partido Republicano en Estados Unidos de América, en especial por su atractivo entre los electores desilusionados.
“Al igual que Trump, Bolsonaro se aprovecha del resentimiento ciudadano para surgir como la figura principal que se opone a los cánones”, comentó Esther Solano, una académica de Relaciones Internacionales en la Universidad Federal de São Paulo que estudia los movimientos conservadores en Brasil.
Muchos brasileños aún consideran que la presidencia de Bolsonaro sería una posibilidad remota, incluso de pesadilla, y tratan de bromear sobre su ascenso.
Bolsonaro, una presencia habitual en el congreso, ha expresado sus opiniones extremas desde la década de los 90, cuando dijo que los soldados de la época de la dictadura deberían haber matado a Fernando Henrique Cardoso, el sociólogo que alguna vez fue exiliado y fue presidente de Brasil entre 1995 y 2002.
Pero el rencor en las calles brasileñas, donde los manifestantes han dado rienda suelta a la furia que sienten hacia el gobierno durante el último año, ha incrementado el apoyo a los políticos de derecha en todo el país.
Bolsonaro, quien con frecuencia recibe aplausos fuertes en los vestíbulos de aeropuertos y mítines callejeros en Brasil, ocupó el cuarto lugar entre los posibles candidatos presidenciales en una encuesta que efectuó Datafolha, una compañía encuestadora, en abril.
Con el 8 % de apoyo, Bolsonaro superó al vicepresidente Michel Temer, quien tiene solo 2 %.
Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, está maniobrando para asumir la presidencia si Rousseff es suspendida tras una votación este miércoles en el senado sobre su destitución.
A algunos brasileños les consuela que el apoyo de Bolsonaro todavía sea de un solo dígito.
(La encuesta también muestra un desencanto generalizado con la clase política brasileña pues el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva cuenta con el apoyo del 21 % y Marina Silva, una ex ministra ambiental, con un 19 %).
Pero una mirada más cuidadosa revela algunas sorpresas en la encuesta, que se llevó a cabo el 7 y 8 de abril mediante entrevistas a 2.779 personas. La encuesta tuvo un margen de error de muestreo mayor a 2 puntos porcentuales, aproximadamente.
Bolsonaro es el candidato preferido entre los brasileños más ricos, lo que le garantizó el 23 % del apoyo entre aquellos con los niveles de ingreso más elevados, según manifestó Datafolha.
Entre los brasileños con educación universitaria, Bolsonaro se ubicó en segundo lugar, con 15 % de apoyo, detrás de Silva.
Dichos hallazgos causaron sorpresa en todo el país.
“Jair Bolsonaro se ha convertido en el aspirante presidencial preferido de una parte considerable de la élite brasileña”, dijo Fernando de Barros e Silva, el editor de Piauí, una revista que se concentra en la política y cultura brasileña. “Es un retrato de los tiempos terribles que atravesamos”.
Bolsonaro está disfrutando el momento. Surgió como una joven figura del ejército en los años 80, cuando un tribunal militar lo absolvió de asociación delictuosa por sembrar bombas pequeñas en edificios públicos; quería presionar a las autoridades para que aumentaran el salario de los soldados.
Bolsonaro está disfrutando el momento. Surgió como una joven figura del ejército en los años 80, cuando un tribunal militar lo absolvió de asociación delictuosa por sembrar bombas pequeñas en edificios públicos; quería presionar a las autoridades para que aumentaran el salario de los soldados.
Usó esa atención para ganar una curul en el congreso y desde entonces ha construido su identidad en la política brasileña al alabar a las figuras militares autoritarias del país y defender opiniones que sus oponentes tachan de misóginas, homofóbicas o racistas.
Como miembro del Partido Social Cristiano, de talante conservador y parte de la influyente bancada evangélica en el congreso, el político expresa su preocupación, por ejemplo, ante los refugiados que llegan de Siria y de otros países, aunque sea en números relativamente pequeños. Argumenta que “la escoria del mundo está llegando a Brasil, como si no tuviéramos suficientes problemas que resolver”.
En una entrevista, Bolsonaro se mostró particularmente iracundo ante los inmigrantes haitianos que llegan a Brasil, pues describió con repulsión la pobreza y las condiciones sanitarias de las que fue testigo en un viaje a Puerto Príncipe, la capital de Haití, donde Brasil ha mantenido un contigente para la preservación de la paz.
“Discúlpenme por decirlo, pero vi a mujeres que ofrecían sexo sin la más mínima higiene”, dijo Bolsonaro, quien también afirmó que los inmigrantes haitianos que llegan a Brasil traían enfermedades.
Las posturas de Bolsonaro hacen eco entre una creciente legión de seguidores, a pesar de ser alarmantes para muchos en un país donde políticas liberales como la discriminación positiva y la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo se han expandido recientemente.
“Los valores morales que promueve, su conservadurismo, son lo que quiero para mis hijos”, manifestó Antonio Carlos Pires, de 26 años, un enfermero de São Paulo, quien expresó su admiración por Bolsonaro en una protesta antigubernamental en los últimos días.
Sin embargo, algunos siguen impresionados por la popularidad de Bolsonaro.
Minutos después de que Bolsonaro alabara a un torturador durante el voto por la destitución de Rousseff, Jean Wyllys, un congresista de izquierda originario de Río, le escupió en la sala del congreso (y en una muestra sobre el estado del decoro en el Congreso de Brasil, Eduardo Bolsonaro, de 31 años, un hijo de Bolsonaro que también es congresista, le escupió a Wyllys después en represalia).
La actitud de Bolsonaro frente a la dictadura ha llevado a sus críticos a preguntarse por qué debería gozar de un fuero especial como congresista, lo que garantiza que las demandas en su contra por sus comentarios avancen a pasos de tortuga en el Tribunal Supremo.
“Usa su inmunidad para lanzar amenazas sobre el fin de la democracia mientras defiende sus crímenes atroces”, escribió en el periódico O Globo Míriam Leitão, una historiadora de economía y comentarista. Leitão, de 63 años, quien fue torturada cuando era una joven disidente en 1972, añadió:
“¿La democracia en verdad debería coexistir con alguien que atenta contra ella?”.
La democracia parece ser un concepto flexible para Bolsonaro, quien se niega incluso a describir el largo periodo de gobierno militar de Brasil como dictadura. Y ¿el golpe de Estado militar de 1964 que derrocó al gobierno? Para él, fue “una revolución”.
Ante la pregunta de cuál era el político brasileño que más admiraba, Bolsonaro lo pensó y luego respondió: “El Presidente Médici”, refiriéndose a Emílio Garrastazu Médici, el dictador que gobernó de 1969 a 1974, un periodo marcado por el crecimiento económico y por abusos tan generalizados a los derechos que la época se conoce como los “Anos de Chumbo” (Años de Plomo).
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