El pasado fin de semana, molesto porque su equipo acababa de encajar el
gol del empate, el director deportivo del Colonia, Jörg Schmadtke,
arrojó el chicle que estaba mascando en dirección al cuerpo técnico del
club rival, el Hoffenheim. Al tribunal deportivo de la Federación
Alemana de Fútbol (DFB), el gesto no le causó ninguna gracia.
Por su “conducta antideportiva” el tribunal sancionó a Schmadtke a pagar 8.000 euros. El directivo del Colonia ya estaba advertido de la severidad de los jueces de la DFB pues en diciembre del 2015, intentando empacar su crítica en un chiste, les dijo a los árbitros durante la pausa de un partido en Bremen
“Cabezas de huevo, ustedes cada vez son más malos…” En vez de causar risa, causó gastos: la multa ascendió a 6.000 euros por faltar el respeto a los jueces.
Código de conducta
El tribunal, presidido por el juez Hans Lorenz, se ocupa semana a semana de evaluar los informes arbitrales y en algunos casos, ayudado por los videos de los partidos, abordar acciones que se les escaparon a los árbitros. En casi todos los casos se acude a un proceso acelerado en el que se confronta al acusado con los hechos que se le imputan.
Si el acusado acepta, se resuelve de inmediato, lo cual ocurre usualmente. Solo un 10 por ciento de los procesos van a segunda instancia, donde curiosamente la probabilidad de ser exonerado es menor a la de que se imponga un castigo aún mayor al previsto. Por esta razón los clubes y los jugadores alemanes se lo piensan dos veces antes de apelar una sentencia. Al fin y al cabo, con suficiente antelación saben qué tan severa será.
Por ejemplo, decirle ciego a un árbitro, o con gestos hacerle entender que no está viendo bien, se castiga con un partido de suspensión; calificar al central de “idiota”, o algo similar, da dos partidos; y llamar a cualquiera de los oficiales “maricón”, “cabrón”, o “gilipollas”, se penaliza con tres partidos fuera de las canchas.
En el caso de las faltas dentro del área que derivan en un penalti, quien la comete puede contar con dos partidos suspendido. Eso sí, si el equipo rival transforma el penalti en gol, la sanción se reduce a un partido. Por su parte, el juego rudo y las entradas violentas le cuestan al infractor seis partidos, más si la alevosía es evidente, menos si es la reacción a una provocación.
Casos curiosos
Al tribunal deportivo se le escapan pocas faltas. Por ejemplo, recientemente, castigó a dos jugadores del Bremen que intencionadamente provocaron que se les mostrara una tarjeta amarilla para poder evitar tener que ir a disputar el siguiente partido, que era contra el Bayern Múnich.
Zlatko Junuzovic, jugador del Bremen, conoció la severidad y la benevolencia del tribunal deportivo de la Bundesliga.
Zlatko Junuzovic y Clemens Fritz, los protagonistas de la acción, reconocieron haber buscado la sanción. El tribunal deportivo, por su cuenta, citó a los jugadores y les impuso una multa de 20.000 euros, aunque premió su sinceridad al prescindir de suspenderlos en los siguientes juegos de su equipo.
Y es que los encargados de velar por la justicia en el fútbol alemán no solamente se guían por el reglamento, sino también por su sentido común. Así ocurrió en una oportunidad en Dortmund, cuando esperaba para ingresar al campo el entonces capitán del equipo, Sebastian Kehl, quien se molestó porque el árbitro pitó el final del partido sin permitirle jugar.
Los airados gestos de Kehl le costaron 10.000 euros, pero aún peor le fue en esa escena a Mario Götze, quien intentó agredir al árbitro, pero una centésima de segundo antes de actuar se contuvo. Aún así, el tribunal deportivo le impuso también una multa por el mismo monto de la del capitán del Dortmund, pero además lo suspendió por dos partidos argumentando que a su juicio fue evidente el “intento de un acto violento”.
Las sentencias del tribunal deportivo no solo recaen en los jugadores, entrenadores o directivos de un club. Los hinchas de un equipo también pueden terminar siendo encontrados culpables si su conducta en los estadios, o camino a ellos, no es correcta. Hasta 75.000 euros han tenido que pagar peñas de aficionados de distintos clubes, a veces también se han cerrado las tribunas y los partidos se juegan sin público.
En Alemania quien se porte mal en la cancha, o fuera de ella, puede contar con que le caerá todo el peso del rigor legal del tribunal deportivo de la DFB.
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