La petrolera estatal venezolana Pdvsa adquirió en enero un cargamento de 550.000 barriles de uno de los crudos de referencia del mercado internacional, el West Texas Intermediate (WTI), a través de su filial en Estados Unidos de América, Citgo Petroleum. La compra se hizo con el propósito de diluir en el crudo usamericano volúmenes de crudos pesados venezolanos —de menor valor en los mercados y de más restringida colocación— en la refinería de Curazao que opera Pdvsa.
Histórico.
Para que esta transacción tuviera lugar, antes debieron cumplirse dos hitos históricos: en primer lugar, que a Venezuela se le hiciera necesaria comenzar a importar crudo, algo sin precedentes en sus 100 años de actividad petrolera. Varios lustros acumulados de gerencia errática y falta de inversión forzaron en 2014 a la industria petrolera estatal a encargar despachos desde Argelia, Nigeria y Angola. También desde entonces se importan combustibles y derivados, entre ellos gasolina de Estados Unidos de América, para el abastecimiento interno.
Luego, en diciembre pasado, el gobierno de Washington levantó la prohibición de exportar crudos desde Estados Unidos, vigente desde hacía 40 años. El superávit de producción usamericano, impulsado entre otros factores por el auge de la explotación de petróleo de esquistos (shale oil), permitió dar luz verde a la medida.
El régimen de Caracas acusa desde hace años —tanto bajo la presidencia de Chávez, como ahora con la de Nicolás Maduro— a Estados Unidos de América como autor intelectual y patrocinante de las conspiraciones para derrocar a la Revolución Bolivariana, que se inició en 1999.
Recientemente ha renovado esas acusaciones señalando que el Gobierno de Barack Obama tramó el actual desplome de los precios del crudo en los mercados mundiales, mediante el incentivo a los petróleos de esquisto, para perjudicar a Rusia y Venezuela.
Crudos pesados.
Se calcula que Venezuela —cuyo Gobierno no difunde cifras oficiales— produce en la actualidad cerca de 2,7 millones de barriles diarios de crudo, muy por debajo de los cinco millones que anunciaba el fallecido presidente Hugo Chávez se producirían para esta fecha.
La mayor parte de la producción la constituyen crudos medios y pesados, de menor valor en los mercados y de más restringida colocación. La Faja Petrolífera del río Orinoco, en el sureste del país, representa la mayor reserva de petróleo del mundo y es objeto de las ambiciones de las empresas trasnacionales, algunas de las cuales ya la explotan en asociación con Pdvsa.
Sin embargo, se trata de volúmenes de petróleo pesado y extrapesado que hasta hace poco solo se certificaban, debido a su calidad, como bitúmenes.
El contexto.
La importación, pragmática y oportunista, de crudo desde Estados Unidos de América no solo ilustra las tribulaciones operativas de Petróleos de Venezuela a la que también acosan dificultades financieras y las investigaciones por posibles prácticas corruptas que en distintos países se adelantan contra algunos de sus directivos y proveedores.
Sobre todo, pone de relieve los dilemas de la tormenta perfecta a la que se enfrenta la economía venezolana, dependiente de los ingresos en divisas procedentes de la exportación de petróleo, y que ahora enfrenta una crisis con rasgos de emergencia.
Si bien voceros del Gobierno, como el propio presidente Maduro, ponen énfasis en la caída de 80 % en los ingresos como causa de las turbulencias de la economía, lo cierto es que desde hace años la producción petrolera viene cayendo de manera sostenida.
Además, una fracción importante de producción remanente —se calcula en torno a los 600.000 barriles diarios— está comprometida para el pago en especies de los préstamos otorgados por China a sus aliados chavistas.
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