La vida de Adam –no es su nombre real – sigue en el limbo más de una década después de haber escapado del genocidio en la zona sudanesa de Darfur, donde su padre y dos hermanos fueron asesinados y su madre y una hermana fueron desplazadas de su hogar. Adam, de 28 años, primero fue a parar a Egipto, luego a Israel y de allí fue expulsado a Uganda, un país extraño para él donde, sin poder comprobar su identidad, no puede trabajar ni recibir apoyo financiero. "No se puede llevar a la gente, arrojarla en Uganda y luego quitarle los documentos... sin cuidar de ella": Adam, refugiado de Darfur expulsado por Israel.
Un refrán africano dice que “un huevo y una piedra no pueden pelear”, comentó Adam, y añadió que “como refugiado o apátrida uno no tiene el poder de resistirse a las autoridades”.
El darfurí es uno de los numerosos “refugiados en órbita” generado por las “fallas” en el procedimiento de retorno “voluntario” de Israel, como lo denominan las organizaciones no gubernamentales (ONG).
Cerca de 3.000 solicitantes de asilo de Eritrea y Sudán partieron de Israel en los últimos dos años, no a su país de origen, sino a Ruanda y Uganda en virtud de un acuerdo secreto entre los tres países. Los dos países africanos no pueden garantizar sus derechos ni seguridad y los deja “errantes en busca de protección”, denunció la ONG israelí Línea Directa para los Refugiados y Migrantes (HRM), que publicó varios informes sobre el tema.
Un portavoz del gobierno de Ruanda no respondió a las consultas de IPS, pero la ministra de Asuntos Exteriores ruandesa declaró a la prensa el 13 de este mes que Israel inició “aproximadamente dos años o un año y medio atrás” negociaciones con su país y “varios países más” sobre el reasentamiento de los refugiados africanos, pero agregó que aún no se llegó a un acuerdo definitivo.
No obstante, según HRM continúan los vuelos desde Israel a Kigali, tres veces por semana.
Pero el gobierno de la vecina Uganda niega la existencia de un acuerdo, aunque en julio varios solicitantes de asilo abandonaron Medio Oriente en un vuelo al país africano, aseguró la ONG israelí.
Se cree que el pacto entre Israel y Uganda a cambio de los refugiados incluye armas y entrenamiento militar israelíes, consideró un alto funcionario israelí, según un informe de 2013 de la página web Ynetnews.
El ministro ugandés para los refugiados, Musa Ecweru, y el portavoz de la cancillería, Sam Omara, declararon que desconocen la existencia de un acuerdo que habría dejado a numerosos refugiados atrapados en Uganda.
“Sabemos de siete solicitantes de asilo que pidieron asilo en Uganda después de haber sido trasladados de Israel”, informó una fuente del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Uganda. El gobierno es “categórico en que no existe un acuerdo con Israel por estos traslados”, pero los casos serán “determinados” por el Comité Interministerial de Aptitud de los Refugiados, añadió.
“No tenemos comentarios sobre el tema”, respondió el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí, Emmanuel Nahshon, a IPS, aunque las relaciones entre Israel y Uganda se habrían fortalecido, con cooperación bilateral que ahora incluye a la agricultura, la salud y la seguridad nacional.
Darfur se sumió en la violencia a partir de 2003, cuando grupos insurgentes se levantaron en armas contra el gobierno de Jartum, acusándolo de oprimir a la población no árabe.
Antes de huir de su casa a los 15 años, Adam recuerda que fue golpeado y que su aldea ardía en llamas mientras aviones militares sobrevolaban y “todo el mundo corría”. “No sabían a dónde iban”, contó el joven en Kampala.
Después de dos años en Egipto, Adam pasó un tiempo en un campo de refugiados en Israel en 2008, antes de integrarse a la sociedad y sumarse a una ONG como activista por los derechos de los refugiados. En mayo de 2014 el Ministerio del Interior se negó a renovarle la visa. A cambio, le ofrecieron volver a Darfur o ir a Holot, un centro de detención en el sur israelí.
“Estos dos infiernos, no puedo enfrentarlos”, respondió Adam, y añadió que después de sobrevivir a un genocidio Holot podría haber significado “el fin de mi vida”.
Adam recibió con sorpresa y confusión el anuncio oficial de que al día siguiente partiría a Uganda, un país donde no conocía a nadie. “Si quieren que me vaya, bien, pero deben garantizarme que a donde voy habrá seguridad y protección”, les dijo a los funcionarios. “No me contestaron,” afirmó.
Con documentos de viaje israelíes y mil dólares, el joven fue escoltado por la policía en un avión que trasladaba a tres solicitantes de asilo africanos más, uno de ellos esposado después de haber intentado resistirse a la deportación, según Adam. Sus documentos les fueron confiscados cuando llegaron al aeropuerto de Entebbe en Uganda.
“Es tráfico de personas”, subrayó Adam. En sus primeros dos días en Uganda se quedó en un hotel de Kampala, supuestamente pagado por Israel. Pero al tercer día, cuando dejó su hospedaje, la policía lo detuvo y le exigió una identificación policial, algo que no tenía.
“Les dije lo que había pasado pero no me creyeron, porque es increíble que alguien haya venido de Israel sin documentos”, observó.
Con otros deportados de Israel solicitó la condición de refugiado y un permiso de residencia de tres meses para usar como su identificación, lo cual es un proceso difícil sin un permiso de ingreso a Uganda. “Las autoridades nos dijeron ‘no podemos manejar un caso como este’”, recordó Adam.
Más tarde se le dieron documentos y pronto espera obtener una tarjeta de identificación ugandesa, pero para tener los papeles necesarios para viajar o radicarse necesita que alguien lo recomiende. Adam se pregunta si algún día será titular de un pasaporte.
Hoy vive en Kampala con Jamba – no es su nombre real -, otro solicitante de asilo de Darfur que fue enviado a Holot después de que Israel le negó la renovación de la visa en mayo de 2015, antes de expulsarlo a Uganda.
“Normalmente no salgo de casa porque no tengo documentos”, explicó Jamba, de 28 años, y agregó que no tiene trabajo ni puede estudiar por este motivo. Adam sí está estudiando en Kampala, con la ayuda financiera de amigos en Israel.
“¿Pero cuánto tiempo van a apoyarme? Porque ellos también están en el limbo”, comentó.
El proceso de retorno “voluntario” de Israel no garantiza que Uganda no los deportará de vuelta a Darfur. Al menos 300.000 personas murieron en el conflicto armado en Sudán y más de dos millones fueron desplazadas, según la Organización de las Naciones Unidas, pero Jartum estima que la diáspora no supera a las 10.000 personas.
Si es que alguna vez regresan, las autoridades sudanesas pueden tratarlos como “enemigos” tras haber vivido en Israel. Ambos refugiados culpan en parte al Estado israelí por su situación actual.
“No se puede llevar a la gente, arrojarla en Uganda y luego quitarle los documentos… sin cuidar de ella”, se quejó Adam. Sin embargo, sostuvo que “hace falta analizar la causa fundamental del problema y esa causa fundamental es el gobierno de Sudán, que comenzó a atacar a su propia gente”, sostuvo.
Fuente: IPS
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