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viernes, 16 de octubre de 2015

LA OPINION DE R. RONZONI: FASCISTAS Y TERRORISTAS

Se le atribuye a diferentes personas. Desconozco si existe un autor o en cambio la frase integra el refranero popular: “A los 20 incendiario y a los 40 bombero”. Los adolescentes y jóvenes luchan con más pasión que razonamiento en defensa de sus ideales y de los derechos de terceros y está muy bien que así sea. Es comprensible que su espíritu se inflame ante las injusticias y la opresión de los poderosos; que llamen a la reflexión, destaquen ante la opinión pública sus posiciones, y pretendan cambiar lo que consideran injusto mediante un debate amplio y democrático. Una cosa es el valioso y necesario fuego del espíritu, de las ideas y de los derechos, y otra el incendio material que genera la violencia. Duele observar cómo nuevamente se conduce como borregos a los adolescentes y jóvenes contra el orden establecido generando una especie de golpe de Estado ideológico que ignora las instituciones, las normas y desprecia los bienes del Estado y de los particulares. Y a esto tampoco son ajenos muchos adultos. Es el tortuoso camino que siguen los gremios de estudiantes y docentes de Magisterio, secundaria, la universidad y los trabajadores del taxi. Fascismo puro y duro. No hay fascismo de derecha o de izquierda. Es simplemente el repugnante fascismo. Para renegar de los delitos que les aplicaron la fiscal Ana Tellechea y la jueza Ana de Salterain —consecuencia lógica de sus acciones violentas—, argumentan en su descargo que esas normas están basadas en el Código Penal de 1934 que abrevó del Código italiano de Arturo Rocco, del gobierno de Mussolini. “La justicia tiene un código fascista”, dicen. Y aunque transcurrieron 81 años y múltiples reformas del código, los totalitarios agitan esa bandera. Lo repiten como loros barranqueros al mismo tiempo que ignoran las reglas de la democracia, de la convivencia social y el respeto por las instituciones. También el pasado. Calificarlos de fascistas no es suficiente. Son terroristas. Aplican el uso sistemático del terror para coaccionar a las autoridades, a las fuerzas del orden, al gobierno y desacatar (al borde de un nuevo delito) al Poder Judicial. Su objetivo es desestabilizar. Nada más, porque bien saben que jamás alcanzarán las utopías que preconizan y pese a ello, insensiblemente y por codicia personal, conducen a los borregos a la destrucción de sus vidas y de su formación académica. Cuando a esos adolescentes y jóvenes les llegue el momento de la reflexión, a la edad de ser bomberos, no les quedará otra cosa que arrepentirse y tomarse la cabeza con ambas manos. Ya será tarde. Los Luis Martínez, los Mario Bango, las Irma Leites, los Ruben Figueroa, los Marcelo Hospitale, los Carlos Silva, los Ary Wiedemanson son, entre otros, quienes alientan, respaldan y utilizan a los ilusos borregos. Más tarde o más temprano (como ahora) tendrán que rendir cuentas de sus acciones psicopáticas. No es exagerado. Son psicópatas quienes desarrollan un comportamiento antisocial con remordimientos mínimos o nulos y actúan sin pudor en forma desinhibida. Al igual que los narcos y los rapiñeros, atacan a la Policía (“es lícito”, dijo la veterana Leites), destruyen autos y vidrieras de comerciantes, arriesgan la integridad física de los ciudadanos y erosionan edificios del Estado, como en los casos más notorios de los graffiti sobre los históricos mármoles del Palacio Legislativo o el incendio a la puerta del Codicen. El vocablo “negociación” se ha convertido en uno de sus caballitos de batalla. Quizá en algunos casos la negociación sea necesaria para evitar males mayores, pero en casi todo el mundo civilizado con los terroristas no se negocia. Se los aparta de la sociedad civilizada. Como exigencia los gremios se oponen a que los descuentos por los paros se les apliquen al contado. Pretenden que sean en cuotas como en una compra financiada, aunque cuando dispusieron los paros fueron al contado. “Se nos aplican en forma rigurosa pero no nos van a doblegar”, desafió Martínez, de la Asociación de Docentes de Educación Secundaria (Ades). Hacen los descuentos “cruelmente”, se quejó Daisy Iglesias del gremio de maestros. ¡Qué dicen! Ni rigor ni crueldad. Corresponde legítimamente y es plata de los contribuyentes. ¿Qué esperaban cuando condujeron a los borregos a paralizar las clases? ¿No consideraron que deberían hacerse cargo de las consecuencias? ¿No tienen claro que ante la situación de las arcas del país es imposible obtener lo que reclaman? No es porque no lo merezcan. No se puede porque antes se dilapidó el dinero de todos. Muchos docentes desacataron la convocatoria al paro. Se impuso la responsabilidad del abastecimiento familiar, aunque algunos trabajadores se sientan culpables. A esas deserciones se sumó la distancia que el PIT-CNT tomó de la violencia. Tal vez sean indicadores de que algo puede cambiar en esta nueva escalada de violencia que estalla más de medio siglo después de la otra que nos condujo al precipicio. Fuente: Búsqueda

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