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lunes, 13 de abril de 2015

EDUARDO GALEANO: MURIO UNO DE LOS MAS GRANDES ESCRITORES DE AMERICA LATINA

Galeano con uno de sus últimos libros, Los hijos de los dias
En la V Cumbre de las Américas, Chávez le regaló un ejemplar de Galeano a Barack Obama
Las venas abiertas de América Latina de 1971 es uno de sus libros más populares de Galeano
El escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano (3-09-1940 - 13-04-2015) murió este lunes a los 74 años en el sanatorio 2 de la avenida 8 de octubre de la mutualista CASMU de Montevideo, confirmaron allegados a la familia. El velatorio será mañana a las 14:00 horas en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, según informaron desde Protocolo del Parlamento.

El 1° de marzo pasado recibió al mandatario boliviano, Evo Morales, en su casa y eso le significó un esfuerzo muy grande ya que se encontraba desde hacía tiempo con problemas de salud.

Galeano fue ingresado en un centro hospitalario debido al agravamiento de su estado de salud en los últimos días, luego de una de las muchas recaídas que había sufrido últimamente después de haber sido intervenido en 2007 de un cáncer de pulmón.

El escritor había dejado preparado para su publicación un texto inédito que quería se publicara luego su muerte. La editorial Siglo XXI preparará la publicación, probablemente para mayo, que aparecerá simultáneamente en España, México y Argentina.

Este jueves estaba prevista la presentación en España de "Mujeres", un libro-antología de los mejores textos del escritor sobre las mujeres con relatos sobre personajes como Juana de Arco, Rosa Luxemburgo, Rigoberta Menchú, Marilyn Monroe y Teresa de Ávila.

Entre sus obras más destacadas se encuentra el ensayo Las venas abiertas de América Latina, publicada en 1971, el cual ha sido traducido a varios idiomas y se ha convertido en un ícono entre las obras de la región.

Galeano ha tenido un fuerte perfil político vinculado con la ideología de izquierda. De hecho, en las elecciones internas de 2014, había manifestado que votaría a la candidata Constanza Moreira.

"Nuestra irreal realidad política me obliga a decir y a repetir, con alma y vida, que yo apoyo al movimiento que cuenta en sus filas con tanta gente capaz de seguir siendo joven, por siempre joven, aunque pasen los años", expresó Galeano en una carta envió en ese momento a la oficina electoral de Soriano.

Galeano nació en Montevideo el 3 de setiembre de 1940. Narrador, periodista y ensayista, se inició en el periodismo como caricaturista y cronista. Sus dibujos aparecieron firmados con el seudónimo Gius (reproducción gráfica en español de la pronunciación inglesa de su apellido Hughes, apellido que excluyó de sus labores literarias). Muy joven se desempeñó como secretario de El Sol y Marcha y fue director de Época.

Cada vez más interesado en la situación política contemporánea, en ese período dio a conocer en volumen China 1964, Crónica de un desafío (1964), Guatemala, clave de Latinoamérica (1967) y Reportajes (1967).

También publicó una breve novela –Los días siguientes- y un libro de cuentos –Los fantasmas del día del león- en cuyas páginas construyó atmósferas ambiguas, realidades y ámbitos cercanos y reconocibles y conflictos diversos estructurados bajo la influencia de la ficción norteamericana contemporánea, César Pavese y Juan Carlos Onetti, entre otros.

Su concisa y diestra escritura periodística se complementó con un más flexible y libre despliegue en su narrativa.

Otros tres títulos, conectados directamente al enfoque político, Siete imágenes de Bolivia (1971), Violencia y enajenación y Crónicas latinoamericanas, estuvieron precedidos por su ensayo más célebre y ambicioso, a medio camino entre la historia y el periodismo, Las venas abiertas de América Latina, reeditado y traducido a cerca de 20 idiomas, admirado, aplaudido, controvertido y atacado, de gran incidencia en vastos sectores sociales del continente.

Los cuentos de Vagamundo afianzaron su capacidad imaginativa y canalizaron una línea característica de su literatura en la que se conjugan la historia, el mito y la leyenda.

En esa misma dirección quedó orientada La canción de nosotros (premio Casa de las Américas, 1975), un testimonio que se desarrolla con una fuerte carga simbólica.

En 1973, se exilió en Buenos Aires donde fundó y dirigió la revista Crisis durante sus 40 primeros números. Después, cuando la represión en Argentina no le dejó margen, pasó a residir en España en 1976.

Dos años más tarde ganó el premio Casa de las Américas con Días y noches de amor y de guerra (1978), en el que compiló recuerdos, reflexiones, anécdotas y noticias, en breves, sobrias y sentenciosas narraciones, casi tan íntimas como tensas.

 Las voces narrativas del autor, que fueron absorbiendo géneros literarios en un proceso de progresiva superposición, culminaron en una trilogía de acento épico, Memoria del fuego, cada uno de cuyos tomos llevaron como subtítulos Los nacimientos (1982), Las caras y las máscaras (1984) y El siglo del viento (1986). A principios de 1985, con la recuperación democrática regresó a Uruguay.

Dueño de un estilo personal, depurado e incisivo para sus fieles y renovados lectores, reiterativo según sus detractores, sumó otros títulos: Conversaciones con Raimón, Contraseña, El libro de los abrazos, Nosotros decimos no, Ser como ellos y otros artículos, Las palabras andantes, El fútbol a sol y sombra, Patas arriba. La escuela del mundo al revés, Bocas del tiempo, Espejos. Una historia casi universal. Entre varios importantes premios, recibió el American Book Award, el Aloa el premio a la Libertad Cultural de la Fundación Lannan y el Stig Dagerman.

El escritor fue tomado como ejemplo de la literatura local, en especial por los frenteamplistas, quienes lo consideran uno de sus principales referentes culturales. Tan es así, que durante la campaña del año pasado el Partido Nacional anunció que si llegaba al gobierno no permitiría que solo se promocionara a Mario Benedetti o a Eduardo Galeano como ejemplos de las letras uruguayas. “En los últimos años la cultura oficial ha reducido el cultivo de nuestra propia tradición cultural y lo ha sustituido con una fuerte insistencia en unas pocas figuras: Torres García y Figari en las artes plásticas (dejando de lado al Figari pensador), Benedetti y Galeano como representantes de las letras contemporáneas”, sostenía el programa de gobierno blanco, e indicaba que, de llegar al poder, daría paso a las nuevas generaciones.

Galeano debutó en el periodismo a los 14 años, y también dibujaba caricaturas políticas.

Fue redactor jefe del semanario "Marcha" (1961-1964), director del diario "Época" (1964-1966) y director de publicaciones de la Universidad de la República (1964-1973). Al comienzo de la dictadura, Galeano se exilió en Buenos Aires, donde fundó la revista "Crisis", que también dirigió. En 1976 continuó el exilio en Barcelona. Su regreso a Uruguay se produjo en 1985, una vez restaurada la democracia.

Galeano era amante del fútbol y eso lo plasmó en "El fútbol a sol y sombra" (1995).

La editorial Siglo XXI dedicó unas palabras a la muerte de Galeano y se remitió a describir un momento específico de su vida, durante una presentación del escritor en junio de 2012 en Madrid.

El texto describe la convulsión que generaba Galeano, quien "sobre un improvisado estrado, con voz pausada y tono calmo, iba desgranando historias que, con inusitada suavidad, condenaban con excepcional dureza todas las injusticias del mundo".

"Allí, delante de todos, había una persona que nos conmovía, en el sentido más literal del término, no porque dijese cosas bonitas, sino por la suave firmeza con la que aquellas palabras, hermosas sin lugar a dudas, despertaban en el público la conciencia de lo que muchas veces pensamos y no nos atrevemos a decir. Porque allí delante había un Ser Humano, con mayúsculas, que con delicada firmeza denunciaba la injusticia para con el otro, ese otro siempre olvidado porque, marginado de toda condición, queda recluido en alguna periferia...", agrega el mensaje de la editorial.

Recuerda el modo sosegado en que hablaba el escritor, en prosa directa y sencilla. "Porque para que a uno le oigan no es necesario gritar, basta con tener razón. Y Galeano la tenía", termina el texto.

Narrador, periodista, ensayista. Se inició, adolescente, en el oficio periodístico, con caricaturas firmadas con el seudónimo Gius -que reproduce gráficamente en español la pronunciación inglesa de su apellido paterno Hughes, desechado en sus otras producciones- y textos precoces -incluidas crónicas de arte- que apenas antecedieron o acompañaron el desempeño de la secretaría de redacción en el semanario socialista El Sol (1955) y en Marcha (1961-1964) y la dirección del diario independiente de izquierda Época (1964-1966).  En todos estos medios se reveló por el brillo y la sorprendente madurez de su escritura. En 1973 se exilió en Buenos Aires donde fundó y dirigió la revista Crisis. Más tarde residió en España, entre 1976 y 1985, antes de su regreso a Uruguay. Una breve novela -Los días siguientes (1963)- y un libro de cuentos -Los fantasmas del día del león y otros relatos (1967)- cimentaron su primer período literario, entre un reconocible escenario montevideano, conflictos existenciales, la ascendencia de Césare Pavese, cierto nihilismo onettiano, la referencia a episodios extraídos de la realidad inmediata y, sobre todo, el establecimiento de atmósferas sutiles, contenidas, a veces líricas, y variadas estructuras. Los cuentos de Vagamundo (1973) confirmaron las condiciones del narrador, su capacidad de inventiva y proyectaron, con sensibilidad, una línea de ensamblaje de la historia social, el mito y la leyenda. La canción de nosotros (premio Casa de las Américas, 1975) se inscribe en la misma orientación abastecida de lo ficticio y lo testimonial. A principios de esa década y en la anterior había dado a conocer en el quehacer periodístico: China, 1964, crónica de un desafío (1964), Guatemala, clave de Latinoamérica (1967), Reportajes (1967) y Crónicas latinoamericanas (1972). También publicó Las venas abiertas de América Latina (1970), -su ensayo más difundido, reeditado y traducido a cerca de 20 lenguas-, ambicioso proyecto en el cual, según declaró más tarde, quiso "explorar la historia para impulsar a hacerla-. En Días y noches de amor y de guerra (premio Casa de las Américas, 1978) vertebró recuerdos, anécdotas y noticias, en breves narraciones despojadas, cálidas en su intimidad y eficaces en su impacto comunicativo. El proceso de desborde o condensación de géneros literarios, con un mayor acento épico, culminó en la trilogía Memoria del fuego: Los nacimientos (1982), Las caras y las máscaras (1984) y El siglo del viento (1986). Entre varios importantes premios recibió el American Book Award (Washington University, 1989). Otros libros: Conversaciones con Raimón (1977), Contraseña (1986), El libro de los abrazos (1989), Nosotros decimos no (1989), Ser como ellos y otros artículos (1992), Las palabras andantes (con grabados de J. Borges), El fútbol al sol y sombra (1995), Patas arriba. La escuela del mundo al revés (1998).

El fútbol según Eduardo Galeano

En "Fútbol a Sol y Sombra" el genial escritor uruguayo regaló, además de relatos riquísimos, su visión de los actores principales del deporte.

Prólogo

"Todos los uruguayos nacemos gritando gol y por eso hay tanto ruido en las mternidades, hay un estrépito tremendo. Yo quise ser jugador de fútbol como todos los niños uruguayos. Jugaba de ocho y me fue muy mal porque siempre fui un 'pata dura' terrible. La pelota y yo nunca pudimos entendernos, fue un caso de amor no correspondido. También era un desastre en otro sentido: cuando los rivales hacían una linda jugada yo iba y los felicitaba, lo cual es un pecado imperdondable para las reglas del fútbol moderno".
¿El opio de los pueblos?


"¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales".
El estadio

"¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie. En Wembley suena todavía el griterío del Mundial del 66, que ganó Inglaterra, pero aguzando el oído puede usted escuchar gemidos que vienen del 53, cuando los húngaros golearon ala selección inglesa. El Estadio Centenario, de Montevideo, suspira de nostalgia por las glorias del fútbol uruguayo. Maracaná sigue llorando la derrota brasileña en el Mundial del 50. En La Bombonera, de Buenos Aires, trepidan tambores de hace medio siglo. Desde las profundidades del estadio Azteca, resuenan los ecos de los cánticos ceremoniales del antiguo juego mexicano de pelota. Habla en catalán el cemento del Camp Nou, en Barcelona, y en Euskera conversan las gradas de San Mamés, en Bilbao. En Milán, el fantasma de Giuseppe Meazza mete goles que hacen vibrar al estadio que lleva su nombre. La final del Mundial del 74, que ganó Alemania, se juega día tras día y noche tras noche en el Estadio Olímpico de Munich. El estadio del rey Fahd, en Arabia Saudita, tiene palco de mármol y oro y tribunas alfombradas, pero no tiene memoria ni gran cosa que decir".

El Hincha

"Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio. (...) En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos, exibe a sus divinidades. (...) Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos".
El jugador

"Corre, jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan los cielos de la gloria; al otro, los abismos de la ruina. El barrio lo envidia: el jugador profesional se ha salvado de la fábrica o de la oficina, le pagan por divertirse, se sacó la lotería. Y aunque tenga que sudar como una regadera, sin derecho a cansarse ni a equivocarse, él sale en los diarios y en la tele, las radios dicen su nombre, las mujeres suspiran por él y los niños quieren imitarlo. Pero él, que había empezado jugando por el placer de jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora juega en los estadios por el deber de trabajar y tiene la obligación de ganar o ganar. Los empresarios lo compran, lo venden, lo prestan; y él se deja llevar a cambio de la promesa de más fama y más dinero. Cuanto más éxito tiene, y más dinero gana, más preso está".
El fanático

"El fanático es el hincha en el manicomio. (...) En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible".
El arquero

"También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas. (...) Está condenado a mirar el partido de lejos. Sin moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento. Antes vestía de negro, como el árbitro. Ahora el árbitro ya no está disfrazado de cuervo y el arquero consuela su soledad con fantasías de colores. (...) Lleva a la espalda el número uno. ¿Primero en cobrar? Primero en pagar. El portero siempre tiene la culpa. Y si no la tiene, paga lo mismo. Cuando un jugador cualquiera comete un penal, el castigado es él: allí lo dejan, abandonado ante su verdugo, en la inmensidad de la valla vacía. ¿Salió en falso? ¿Hizo el sapo? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero? Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia eterna".
El gol

"El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna. Hace medio siglo, era raro que un partido terminarasin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos. Ahora,los once jugadores se pasan todo el partido colgados del travesaño, dedicados a evitar los goles y sin tiempo para hacerlos. (...) El gol, aunque sea un golcito, resulta siempre gooooooooooooooooooooooool en la garganta de los relatores de radio, un do de pecho capaz de dejar a Caruso mudo para siempre".
El árbitro

"El árbitro es arbitrario por definición. Éste es el abominable tirano que ejerce su dictadura sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera. Silbato en boca, el árbitro sopla los vientos de la fatalidad del destino y otorga o anula los goles. Tarjeta en mano, alza los colores de la condenación: el amarillo, que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento, y el rojo, que lo arroja al exilio".


Fuente: El País y El Observador



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