Para Charles Gladden, el hogar es una cama improvisada en una acera, junto a la estación de metro McPherson Square de Washington, D.C. Duerme con sus zapatos a un lado y unas cuantas mantas para mantenerse caliente. Sin embargo trabaja durante el día cerca de los políticos más poderosos del imperio yanqui.
Gladden se levanta antes del amanecer, cuando a él y a los demás hombres y mujeres sin hogar que viven aquí los expulsan, antes de que inicie el bullicio creado por las personas que viajan diariamente por la mañana.
Sin embargo, mientras recoge sus pertenencias materiales —las que caben en una sola bolsa— Gladden, de hecho, se está preparando para hacer su propio viaje al trabajo.
Él trabaja en el Capitolio de Estados Unidos.
"Trabajo para las personas más poderosas del país y, aquí estoy, durmiendo en una parada de metro", le dijo Gladden a CNN, mientras está de pie bajo la sombra de la cúpula del Capitolio.
Durante 8 años ha trabajado en las cafeterías del Senado, lavando platos y haciendo trabajo de conserjería.
"Yo solo barro, limpio los baños... ese tipo de cosas", dijo.
No tiene ducha, así que usa el lavamanos del baño para darse lo que él llama un "baño de pájaro".
"Trabajo rodeado de comida. No puedo entrar ahí con mal olor y no puedo entrar estando sucio", dijo, señalando hacia el Capitolio.
Gladden, de 63 años de edad, gana alrededor de 11 dólares por hora y se lleva a casa unos 360 dólares a la semana. Sin embargo, dijo que gran parte de su sueldo se lo da a sus hijos y nietos, quienes tienen sus propios problemas financieros.
"Yo me encargo de ellos", dice, "no quiero ser una carga para mis hijos".
Cuando se le preguntó acerca de sus colegas que ganan el mismo sueldo, pero que aún pueden pagar vivienda, Gladden dijo que se ha dado cuenta de que su situación se ve agravada porque él decide darles el dinero a sus hijos. Pero también es porque él sufre de diabetes y su estado de salud en deterioro ha hecho que falte al trabajo sin goce de sueldo, dijo. Incluso le tuvieron que amputar tres dedos de los pies a causa de su enfermedad, la cual pasó mucho tiempo sin recibir tratamiento.
Casi nadie en el Capitolio tenía idea de que Gladden no tuviera un techo, hasta que lo hizo saber como parte de una huelga de un día que realizaron los contratistas federales, en los que exigían el pago de 15 dólares la hora, lo que según ellos es un salario digno.
"Si me pasó a mí, le puede pasar a cualquier otra persona", dijo.
"Ellos se pelean por determinar sobre qué problemas deberían discutir", dijo, señalando a la cámara del Senado detrás de él.
"Todo lo que tienen que hacer es detenerse y preguntarles a las personas comunes en la calle... o en el edificio, a la gente que les lleva su comida, a la gente que barre y limpia sus inodoros", dijo.
Cuando regresó al trabajo después de protestar para pedir salarios más altos, dijo que tiene un mensaje para los senadores a quienes les sirve todos los días.
"Soy una vergüenza. No quiero ser una vergüenza para este país, el país en el que nací y crecí", dijo.
Fuente:CNN
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