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lunes, 23 de febrero de 2015

LA OPINION DE A. GRILLE: EL VERDADERO PENSAMIENTO DE I. DE POSADAS

Un artículo de Ignacio de Posadas publicado el sábado 14 en la página de editoriales de el diario El País dice más sobre la increíble interna del Partido Nacional y sus silencios que un libro entero de historia política sobre la colectividad blanca.


Es bien sabido que a lo largo de toda la historia del Uruguay -y puede verse extensamente en mi libro sobre “Pompita”- ha habido, por un lado, sectores reaccionarios en el Partido Colorado y Nacional actuando siempre juntos (el coloradismo riverista y el herrero-aguerrondo-lacallismo, socios en los golpes de Estado y las dictaduras de Gabriel Terra y Juan María Bordaberry, y en todos los gobiernos conservadores, como el de Jorge Pacheco Areco y Luis Alberto Lacalle Herrera), y, por otro lado sectores progresistas, de ideología nacionalreformista, como el batllismo y el nacionalismo independiente (especialmente el wilsonismo), que significaron lo opuesto en un largo trecho del devenir histórico de nuestro país.

En su artículo, el doctor De Posadas se pregunta, en relación con los exitosos gobiernos del Frente Amplio: “¿Frente a eso, el Partido Nacional, qué? ¿Dónde está ? ¿En qué cree? ¿Para qué es?”.

Pero antes de entrar en su descripción de la realidad nacionalista, hagamos un poco de memoria. Ignacio de Posadas Montero es descendiente directo y orgulloso de Gervasio Antonio de Posadas y Dávila -el político y militar que puso a precio la cabeza de nuestro prócer, José Gervasio Artigas- y de una multimillonaria familia fogueada en todo tipo de negocios, particularmente en la representación de intereses extranjeros. Su “bisabuelo” era nada menos que el militar que al final de la batalla de Las Piedras le entregó, derrotado, la espada a Don José.

Inició su militancia política en 1971 como pegándose a Wilson Ferreira Aldunate. No se le conoce demasiada militancia en el wilsonismo, aunque llegó a ser quien conducía su auto la noche del golpe de Estado el 27 de junio de 1973. Realizó ignotos estudios en el exterior, aunque no menciona título académico alguno. También estudió en el seminario de la Compañía de Jesús hasta que se encontró con que para continuar había que hacer un voto de pobreza. Se recibió de abogado, y en 1989 acompañó a Luis Alberto Lacalle de Herrera.

Entre 1992 y 1995 fue su ministro de Economía y Finanzas, cargo desde el que practicó un furibundo neoliberalismo. Durante su gestión, Uruguay instaló el concepto de plaza financiera, entregó el Banco Comercial a los hermanos Rhom, extendió el papel de las Sociedades Administradoras de Fondos de Inversión (SAFI), protegió a los capitales argentinos provenientes del lavado, la evasión fiscal y la corrupción durante el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) y potenció su estudio jurídico, que creció exponencialmente al ritmo de las off-shore.

No vamos a describir de nuevo el gobierno de Lacalle, pero sí a recordar que De Posadas fue coautor de sus iniciativas más regresivas, como la ley de empresas públicas (derrotada por el pueblo uruguayo en 1992), la de desmonopolizaciones, la ley de puertos, la creación de fundaciones (para canalizar dinero de las ganancias empresariales, disminuyendo sus impuestos y haciendo propaganda gratis), mercado de valores, fondos de inversión y otras. Como vemos, con la producción no tuvo nada que ver: todos sus esfuerzos estuvieron dedicados a la intermediación y el lucro.

Electo senador en 1994, abandonó la actividad política en 1996 para dedicarse a su estudio jurídico y a aumentar su patrimonio. Le pidieron varias veces que fuera candidato a presidente por el herrerismo, pero su aversión a las campañas políticas (y eso de tener que dar la mano y hasta abrazar a los pobres) lo hizo renunciar a los honores y al trabajo al servicio del país. En cambio, ha integrado con entusiasmo los directorios de Merrill Lynch, Coca Cola – Montevideo Refrescos, Devoto Hnos., Ciba Geigy, y hoy preside Julio César Lestido, además de ser titular del ya mencionado estudio Posadas, Posadas & Vecino, con oficinas en Montevideo, Zonamérica y Ginebra.

En una muestra de su afecto por los colorados conservadores, tiene como socio a Alexis Guynot de Boismenú, hijo del ex senador y terrateniente quincista José Jorge de Boismenú, y contrató, después de que el gobierno de José Mujica lo despidiera justificadamente, al economista sanguinettista Carlos Steneri, el que pasó muchos años en Estados Unidos cobrando al Estado por funciones que debía realizar la Embajada, y se negó a ser presidente del Banco Central de Jorge Batlle en 2002, dejándolo en la estacada en lo más profundo de la crisis.

Como dije, De Posadas se pregunta qué es hoy el Partido Nacional y, desde su conocida e insufrible soberbia, deja caer estos juicios: “Parte del Partido se reclama de un wilsonismo poco preciso (siempre fue más carisma que ideología y parte de esta última su cara menos feliz, pero eso sólo lo saben quienes lo vivieron).

¿Y la otra parte? ¿El herrerismo, dónde está? En qué cree? ¿Qué visión tiene del país y de su gente? ¿Sigue encarnando, vigorosamente, la defensa de la libertad, no para el mejor gozo del momento sino como único camino a la excelencia?”

Vamos por partes, punto por punto.

Primero corresponde destacar el desprecio rotundo y público que declara por el larrañaguismo -cuyo líder, Jorge Larrañaga, hoy aparece tan desdibujado por su sumisión al herrerismo pompista-, diciendo “parte del Partido se reclama de un wilsonismo poco preciso”. Y se refiere al wilsonismo verdadero de la siguiente manera: “más carisma que ideología y parte de esta última su cara menos feliz. Pero esto lo saben quiénes lo vivieron”. Es curioso cómo la verdad se abre paso entre las sombras: yo siempre había oído del pasado wilsonista de Ignacio De Posadas y ahora nos encontramos con su confesión más cruda, la de que Numerín, como le decían sus más fieles colaboradores, pasó varios años de su más extrema e inocente juventud alcahueteando a un Wilson que era más carisma que ideas y cuya idea, además, la idea, a su juicio, “poco feliz” .

Yo, que seguí con muchísima atención la conducción política de Wilson Ferreira Aldunate durante el exilio y en el breve lapso que siguió a la restauración democrática a partir de 1984, que además siempre fui su adversario y que tengo el título irreprochable de no haberlo votado, me permito afirmar aquí que en él había muchísima ideología, en el mejor sentido de la palabra: ahí están los trabajos de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico, el programa “Nuestro Compromiso con Usted”, que incluía la reforma agraria, la nacionalización de la banca y del comercio exterior, la defensa de las empresas públicas y la prohibición de sociedades anónimas en el campo, y la ley de descentralización, entre muchísimas otras realizaciones, además de la defensa apasionada de la libertad y la democracia.

Es más: creo que hay mucho de nacionalismo independiente y reformista en el pensamiento del Frente Amplio, hay mucho de la rebeldía de los que lucharon contra la dictadura de Terra en Paso de Morlán, hay mucho de la fortaleza moral y el amor a la patria de los blancos y hay mucho de la civilidad y el republicanismo de Wilson, que hacen tan buena yunta con las ideas transformadoras y revolucionarias de las clases trabajadoras, particularmente en este siglo XXI.

Wilson inició su actividad siendo muy rico y murió despojado de casi todos sus bienes, al contrario de otros políticos blancos y colorados, que empezaron “patos” y terminan ostentando impúdicamente sus enormes riquezas, no sabemos de qué forma habidas. Wilson fue el caudillo civil más importante del Partido Nacional en el siglo XX y lo que va del XXI, el único con una visión y un programa integral, y el único progresista. ¡Qué rastreras suenan las palabras post – mortem del principal adulón de Wilson, el “doctor” Ignacio de Posadas Montero, defensor de intereses extranjeros!

Pero lo que me gustaría saber, y con muchísimo respeto me permito instalarlos a reflexionar, es qué piensan Jorge Larrañaga, Segio Bottana, Omar Lafluf, Carlos Moreira, Eber da Rosa, Jorge Gandini y tantos otros que se sienten “wilsonistas”, y que hoy apenas si empujan el carro del joven líder herrerista Luis Lacalle Pou, más conocido por Pompita.

¿Larrañaga y sus amigos le van a contestar a este soberbio fabricante de safis y abogado de multinacionales, o van a seguir siendo laderos de la ideología reaccionaria y antinacional en la que milita?

¿Qué le van a decir a la gente del interior, ahora que se acercan las elecciones departamentales y municipales? ¿Van a seguir invocando a Wilson y sirviendo como hermano menor del herrerismo, o van a romper con el herrero-aguerrondo- lacallismo-pompista? ¿Es verdad que se terminó el nacionalismo verdadero y sólo queda el pompismo?

Con respecto al herrerismo, se pregunta De Posadas: “¿Sigue encarnando, vigorosamente, la defensa de la libertad, no para el mejor gozo del momento sino como único camino a la excelencia?”. Pues bien, el herrero- aguerrondo-lacallismo no defendió lo suficiente la libertad durante la dictadura (ya vimos que integró las dos dictaduras que hubo en Uruguay en el siglo XX), fomentó la desnacionalización de nuestro patrimonio e intentó su venta al mejor postor, destruyó la producción nacional, y sus principales dirigentes han amasado cuantiosas fortunas. Fueron siempre los “dotores blancos” que estuvieron contra Manuel Oribe, Leandro Gómez, Aparicio Saravia, y, como se acaba de ver, contra Wilson.

Lo importante es saber qué piensan de estas cuestiones fundamentales Jorge Larrañaga y su gente, si es que encuentran la oportunidad de decirlo.

Me temo que tal vez se necesite al menos un porrazo más para abriles los ojos, y ese porrazo lo van a recibir en mayo.



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