El presidente colombiano Juan Manuel Santos, en un artículo publicado en el diario yanqui The Wall Street Journal, hace una acérrima defensa de los diálogos de paz que se adelantan en La Habana con las FARC desde hace más de un año. El mandatario también defiende en el texto los alcances del Marco Jurídico para la Paz y las repercusiones de un eventual acuerdo de paz con las FARC en Latinoamérica
Este es el texto íntegro del presidente:
La paz en Colombia está finalmente a su alcance. En medio de tiempos turbulentos en el Oriente Medio y otras partes del mundo, hay una historia no contada de esperanza y éxito emergiendo fueras de las Américas.
Esta es una historia que reafirma el papel del liderazgo nacional responsable y la acción internacional efectiva en el mundo de hoy.
Durante la década pasada, Colombia ha experimentado una extraordinaria transformación en términos de mejora de la seguridad, el crecimiento económico y el desarrollo social. Nuestro país ha pasado de un estado casi fallido a ser invitado como miembro de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo en menos de una generación.
Hemos logrado esto a pesar de un obstáculo importante. Un brutal conflicto armado interno de 50 años que ha dejado más de 220.000 muertos, muchos otros heridos y cicatrices profundas en nuestra psique nacional.
Pero desde hace más de un año, el gobierno de Colombia y representantes del grupo guerrillero de las FARC han estado llevando a cabo negociaciones serias con el objetivo de poner fin a este conflicto.
Las condiciones de la paz se han ido creando gradualmente en los últimos años a través de una combinación de fuerza militar, el Estado de Derecho, reformas económicas, políticas sociales progresistas y, sobre todo, el apoyo de la comunidad internacional.
No es frecuente que los intereses de las Naciones Unidas, la Unión Europea, la Organización de los Estados Americanos y países como Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Chile y Noruega, entre otros, converjan para un propósito común.
Pero en este caso ellos lo tienen, porque la oportunidad es real.
Si las conversaciones de paz que tienen lugar en La Habana son exitosas, los beneficios para la región y el mundo será enorme. La seguridad hemisférica se verá muy mejorada. Los valores de la democracia se fortalecerá a nivel global. Los argumentos para el uso del terrorismo y la violencia para lograr objetivos políticos estarán debilitados.
Y, por supuesto, vamos a tener un mal necesario, ejemplo altamente visible de la comunidad internacional trabajando junta para resolver uno de los conflictos más antiguos del mundo.
Una Colombia pacífica de 50 millones de personas, sólida, democrática y globalizada en el corazón de las Américas será un poderoso símbolo de esperanza y un motor económico que contribuirá al aumento de la prosperidad de América Latina.
Sin embargo, no estamos allí todavía. Negociar con nuestros enemigos es una tarea extremadamente difícil.
La guerra es más fácil. La guerra es mucho más espectacular que la paz. Lo sé porque yo fui ministro de Defensa de Colombia; entregué los más devastadores reveses militares de las FARC en su historia.
La paz, de otro lado, requiere paciencia, discreción y determinación frente a obstáculos aparentemente insuperables. Y la paz tiene muchos enemigos.
No obstante, nada es más urgente que lograrlo.
Por esta razón, si eventualmente nosotros alcanzamos un acuerdo, la verdadera paz tendrá que ser construida durante muchos años. Una paz verdadera -una paz que garantice la no repetición de los conflictos, una paz que construya un nuevo país en torno a la reconciliación y que cure las heridas de la confrontación- será un esfuerzo colectivo.
Nuestros amigos de la comunidad de naciones también pueden ayudarnos a construir este nuevo futuro. El primer paso es entender que los colombianos tienen derecho a la paz.
Estamos armando juntos el marco jurídico general necesario para una justicia transicional basado en el derecho internacional. No habrá amnistía, pero nosotros somos los únicos que debemos encontrar el justo equilibrio entre la justicia y la paz. Esta decisión será tomada democráticamente por el pueblo colombiano.
Nos ocuparemos de los legítimos derechos de las víctimas de este conflicto mediante la conducción de un ajuste de cuentas honesta de nuestra tragedia humana y la búsqueda de la verdad sobre los responsables de los peores pecados perpetrados contra nuestro pueblo.
No podemos hacer esto solos. Estamos seguros de que la comunidad internacional va a estar hombro con hombro con Colombia. El apoyo ha sido unánime. Cuando llegue el momento correcto, vamos a acercarnos a nuestros amigos para que podamos articular efectivamente todos los esfuerzos que ayuden a construir una paz duradera.
En mi país, ninguna persona menor de 70 años sabe lo que se siente una Colombia completamente sin violencia.
Como presidente, he asumido la responsabilidad de asegurarme de que nuestros hijos y nietos aprendan sobre el conflicto solo en los libros de historia.
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