El tono del presidente iraní Hassan Rohani en Nueva York fue muy diferente al de su predecesor. Durante su viaje anual a USA, Mahmoud Ahmadinejad disfrutó incitando, provocando e intentando (sin éxito) adaptar a la audiencia a su forma de pensar. Por contraste, Hassan Rohani ha utilizado su primer viaje a Nueva York para reconectarse delicadamente con un viejo enemigo y poner en marcha un marco para las negociaciones sobre el programa nuclear de Irán. Pero también optó por no romper 3 décadas de tradición de la República Islámica: se negó a reunirse con el presidente Barack Obama. A fin de cuentas en Irán el poder no está en sus manos sino en las del monarca supremo: el ayatolá Alí Jamenei.
Las acciones de Hassan Rohani en Nueva York revelan a un hombre frente a la inherente y abrumadora contradicción de su trabajo: tiene un mandato popular, pero sin poder real.
En junio, el electorado iraní mayoritariamente votó a favor de su promesa de compromiso y moderación. Pero la Presidencia de Irán da a Rohani muy poco poder formal como para cumplir su palabra.
En Irán, el presidente no puede estar por encima del líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei. La sección 1 del artículo 110 de la Constitución establece que el Líder Supremo tiene la responsabilidad de 'Delimitar las políticas generales de la República Islámica de Irán, previa consulta al Consejo de Exigencia de la Nación'.
Durante más de tres décadas, la política de Estado ha incluido el odio a Estados Unidos.
El nuevo presidente de Irán no puede cambiarla por su cuenta. Hassan Rohani sabe cuál es la regla fundamental: si hay diferencias entre el líder supremo y el presidente, el líder supremo siempre gana.
De 1997 a 2005 el presidente reformista Mohammad Jatamí trató de lograr el cambio, pero no pudo convencer al líder supremo que esto valía la pena. Así que el Líder Supremo lo anuló y las reformas fracasaron.
Hassan Rohani ha optado por evitar cometer el mismo error. Ha optado por trabajar en estrecha alianza con el ayatolá. Ayuda mucho que ambos se conocen desde hace décadas, son de la misma generación fundadora que derrocó al Shah en 1979.
La clave de toda la presidencia de Rohani será su capacidad para persuadir al ayatolá y a los aliados del ayatolá de la Guardia Revolucionaria para que le den suficiente espacio para ejercer la diplomacia. La cuestión no es tanto si el presidente de Irán quiere el cambio, sino más bien si el líder supremo lo desea.
Durante los últimos 24 años el ayatolá ha neutralizado iniciativas que buscan desafiar la naturaleza conservadora de la República Islámica.
En 2009, sus fuerzas pusieron fin a las manifestaciones encabezadas por los partidarios del opositor Movimiento Verde. A principios de este año, los aliados de Alí Jamenei en el Consejo de Guardianes inhabilitaron a numerosos candidatos a las elecciones presidenciales que no eran vistos como partidarios fiables.
Pero, sobre todo, el ayatolá permitió a Hassan Rohani presentarse como aspirante. Puede ser que a los 74 años de edad, Alí Jamenei confía en su viejo amigo para que éste logre un cambio limitado sin poner en peligro la naturaleza de la República Islámica.
Por ello, el líder supremo está dando un apoyo limitado al presidente para que continúe adelante con la diplomacia.
En un discurso pronunciado el pasado 17 de septiembre en Teherán, Alí Jamenei aprobó el uso de la 'flexibilidad heroica' en la diplomacia . Esto parece traducirse como una instrucción para el presidente Rouhani: que intente por todos los medios ver lo que puede obtener de los estadounidense, pero sin salir públicamente estrechando la mano de Obama.
El alcance de la aproximación diplomática en Nueva York aprobada por el ayatolá incluyó las primeras conversaciones directas de USA e Irán entre cancilleres por primera vez en más de 30 años.
Los contactos directos entre los dos países continuarán en Ginebra el 15 y 16 de octubre, cuando Irán y USA se unan a Gran Bretaña, China, Francia, Rusia y Alemania para una ronda formal de conversaciones sobre el programa nuclear de la República Islámica.
En rondas previas de conversaciones, las potencias mundiales hicieron 3 demandas a Irán: que detenga el enriquecimiento de uranio, que cierre la fortificada planta de enriquecimiento en Fordo y que exporte su oferta de uranio de medio y bajo enriquecimiento (una política conocida como 'parar, cerrar, exportar') .
Irán ha rechazado esas demandas. En su lugar, quiere que se levanten las sanciones y que se reconozca el derecho de la República Islámica a enriquecer uranio.
Aún no está claro si estas demandas y contrademandas serán el punto de partida para la nueva ronda de conversaciones en Ginebra en octubre. Pero está claro que las conversaciones se reinician en un ambiente mejorado.
Las rondas anteriores (asistí a las siete celebradas en los últimos tres años) a menudo eran monólogos paralelos con poca negociación real.
Esta vez todas las partes parecen estar más dispuestas a ceder.
Las negociaciones anteriores se retrasaron por la negativa de Irán de reunirse en Ginebra. Como resultado de ello, las conversaciones no oficiales se llevaron a cabo en Estambul, Bagdad, Moscú y Almaty.
El ministro de Relaciones Exteriores, Mohammad Javad Zarif, presidirá las conversaciones en representación de Irán. Zarif se reportará directamente al presidente Rohani. Por su parte, el presidente informará al líder supremo.
Hassan Rohani tendrá la facultad de recomendar un acuerdo y podra ejercer facultades de convencimiento a la hora de explicar que dar concesiones son la mejor manera de conseguir levantar las sanciones y mejorar la vida de los iraníes.
Pero al final, será el líder supremo quien tenga la última palabra.
Fuente:BBC
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