La doble velocidad de la recuperación económica de poscrisis, con los mercados emergentes liderando la salida de la crisis y los desarrollados a la zaga de aquéllos, replica el patrón de expansión del producto registrado durante la última década, según se indica en un artículo del economista Ramiro Albrieu, publicado por el Observatorio Económico de la Red Mercosur.
El autor destaca que no obstante esa diferencia, todas las economías se ubican actualmente "en terreno positivo", y, a nivel global, el Producto Bruto Interno (PBI) se expandió 4,5% durante 2010 después de haberse contraído 0,6% durante 2009, año de crisis.
La citada diferencia en los ritmos de evolución entre emergentes y desarrollados se verificó "tanto en expansión como en recesión" de los mercados.
Recuerda que la participación de los emergentes en el PIB mundial "creció en forma continua desde 2000 en adelante", si bien para las economías "más ricas" 2010 "tampoco ha sido un mal año: salieron de la crisis mejor parados que en episodios previos".
Pero mientras en el mundo "periférico" de los emergentes la recuperación tendió a consolidarse en torno a guarismos no demasiado distantes, "hacia dentro del mundo avanzado no reina la uniformidad" sino que, en su ámbito, "trajo consigo una mayor dispersión del crecimiento".
Estados Unidos de América lidera el proceso aunque sobre la base de los potentes estímulos del sector público, seguido por Japón y detrás Europa.
La certeza que la crisis de 2008-2009 produjo efectos no sólo transitorios sino también de carácter permanente, está dada por el hecho de que durante 2010, fueron varios los países del mundo desarrollado que contrajeron sus respectivos niveles de actividad económica. "Para ellos, entonces, la recuperación propiamente dicha deberá esperar", señala Albrieu.
Los desbalances globales configurados entre 2003 y 2007 determinaron que varios países del campo desarrollado deterioraran sus frentes externos, con lo cual los deudores más ricos excepto USA "necesitan hacer frente a un fuerte ajuste externo".
La crisis dejó a los países ricos más endeudados que en las últimas décadas, y, por ejemplo, "para el grupo de G7 el ratio deuda/PBI se encuentra en el máximo desde la Segunda Guerra Mundial".
USA alcanzó el tope legal de endeudamiento y en el Congreso se negocia su revisión al alza, pero Europa concentra la masa crítica de vulnerabilidad, donde el grupo de los PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) acumula vulnerabilidades fiscal y externa, y "conexiones perversas con el sistema financiero".
Ejemplo de ello es que "en Italia o Irlanda, por ejemplo, los bancos tienen en cartera títulos públicos por 25%/30% del PBI" de cada uno, indica el autor.
En tal contexto y pese a la recuperación parcial, "el riesgo de default de la deuda pública sigue alto y redundará en repetidos episodios de inestabilidad financiera global", advierte.
El mundo desarrollado es variado en cuanto a problemas asociados a los efectos de la crisis y las empresas no financieras de USA y G. Bretaña mantienen balances contables muy vulnerables, donde el desapalancamiento no es de fácil procesamiento "y retrasar el ajuste tiene sus réditos políticos".
En este punto, el autor recuerda que "en un primer momento se pensó que la crisis subprime significaba el 'rebalanceo global', es decir, la desaparición de los desbalances globales que primaron los años previos".
Durante 2009, deudores como USA y los PIIGS "redujeron sus necesidades de financiamiento externo", mientras que acreedores netos como China, Alemania y Japón "achicaron su superávit de cuenta corriente".
No obstante, el retorno a la senda del crecimiento del PIB "devolvió a los países a su condición de precrisis y los desbalances prevalecieron" en sus cuentas públicas.
El autor recuerda que, sin embargo, parte de esos desbalances contables "se relaciona con el alto precio de las materias primas", con una creciente inflación en alimentos y energía que "presiona sobre la cuenta corriente de los países compradores" de esos insumos, "ya que se trata de demandas inelásticas".
Al compararse los datos de la década del 90 con la realidad de inicios de 2011, se aprecia que "el poder de compra" de los países adquirientes de materias primas "cayó casi a la mitad" entre un período y otro.
"Así, más allá de los efectos sobre la canasta de consumo, a nivel macroeconómico esta dinámica generará, de persistir, la profundización de los desbalances globales previos a la crisis", advierte Albrieu.
Luego destaca el retorno del apetito de los inversores por el riesgo, reactivado por la recuperación.
"Las frágiles hojas de balance del sector privado hicieron que los capitales volaran hacia el mundo emergente", explica. Un resultado de este proceso es la denominada "guerra de monedas", que implica la generación de "una fuerte presión apreciatoria en los países en desarrollo y un consecuente empeoramiento en sus resultados comerciales externos".
En este aspecto, el contraste entre Asia emergente y América Latina "es impactante": mientras que en el primer caso "en el período 2008-2010 se acumularon reservas internacionales por 6 puntos del PBI", en Latinoamérica ese crecimiento monetario fue "por el 0,7% del PBI".
"La entrada neta de capitales fue relativamente similar a la de Asia emergente (cerca de 1,8%), pero la diferencia radicó en la cuenta corriente: para la región occidental 2008-2010 fue un período de déficit de cuenta corriente".
Ésta diferencia, sin embargo, tuvo entre sus principales causas "el grado de apreciación cambiaria" entre una región y otra.
"En efecto, mientras en Asia emergente el tipo de cambio real se mantuvo relativamente estable en el último año, no fue el caso de América Latina, donde se apreció hasta llegar a niveles aun menores a los prevalecientes antes de la crisis".
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