Las advertencias no son de ahora, ni partieron del estallido de la crisis de 2008 en el seno de la hasta hoy “primera economía del orbe”.
Que este autor recuerde, en la década de 1980, Cuba ya daba batalla contra la inmovilizante deuda externa impuesta por los poderosos a las naciones del Tercer Mundo.
Y a inicios de los 90, cuando en la Primera Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, muchos de los presentes batían palmas a favor del neoliberalismo, el líder revolucionario Fidel Castro insistía en lo inviable y ladino de ese proyecto imperial.
La realidad lo confirma con creces. El capitalismo, y en esencia el sistema imperial norteamericano, rondan la bancarrota.
Quienes detentan la maquinaria de poder estadounidense ni siquiera tienen la sensatez de atenerse a las leyes elementales de la economía.
Los gastos, muchos de ellos suntuosos, o destructivos como los de guerra, superan con creces los ingresos. Estados Unidos de América aparece ahora como el gran deudor del planeta.
Así, mientras los especuladores y tahúres de las finanzas, gestores de buena parte del caos, reciben todas las bendiciones y ayudas para que prosigan en sus irresponsables juegos, la gente humilde pierde trabajo, casa y seguridad. No es otra la fórmula actual.
Por cierto, no es una opinión peregrina ni arenga política. Lo dice el propio secretario norteamericano del Tesoro, el señor Timothy Geithner, quien en fecha muy reciente pidió al Congreso elevar el techo de la deuda nacional, actualmente situado en 14 billones 300 mil millones de dólares, porque “el país necesita una nueva inyección de liquidez que le permita mirar cara a cara los hechos.”
La insolvencia norteamericana es real, tragedia incluso, al decir de algunos medios de prensa y. “mal que mal”, según las propias fuentes, el panorama podría al menos percibirse de otra forma “con dinero en los bolsillos de la nación.”
Para el asesor económico de la actual presidencia, Austan Goolsbee, si el techo de la deuda no es modificado, “las consecuencias serían catastróficas para la economía de Estados Unidos, y mucho peores a lo visto desde 2008″.
Según analistas, por espacio de tres décadas el imperio consumió más de lo debido gracias a la política de crédito barato impulsada por la administración de Ronald Reagan en 1981. Desde entonces no hizo más que “consumir, consumir y consumir… a costa de todo el mundo.”
Era la preeminencia del criterio de que el “señor mercado” todo lo regularía, y que sus “poderes” colocarían las cosas en su debido lugar, como fuerza supraterrenal y sobrehumana.
Al final, ese principio neoliberal demostró no servir ni dentro ni fuera de los Estados Unidos.
No obstante, lo peor tal vez esté por llegar, porque lejos de elevar el techo de la deuda, no son pocos los legisladores que dicen que la solución a la catástrofe puede aparecer por la vía de recortes presupuestarios.
Y todos saben cuáles son los primeros gastos oficiales en ser cercenados. Ni los de guerra ni los soportes al sistema financiero en crisis. Siempre pagan, incluso por adelantado, la salud, la educación y las ayudas públicas.
Néstor Núñez (AIN, especial para ARGENPRESS.info)
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