Eran las 21.30, bajo una lluvia constante y fría. Frente al palacio presidencial en Varsovia, hombres y mujeres bajo los paraguas, rezaban sosteniendo cruces de madera, de cara a un retrato de Jesucristo en la cruz y una estatua iluminada de la Virgen María. Habían llegado para protestar contra el presidente Bronislaw Komorowski y el primer ministro Donald Tusk
Es una vigilia que comenzó los primeros días después de que se estrellara un avión en abril y muriera el entonces presidente, su esposa y docenas de los principales políticos y líderes militares del país.
A medida que los días se han convertido en semanas y, ahora, en meses, las demandas han pasado de conservar una cruz afuera del palacio presidencial a construir un monumento permanente, a remplazar al presidente, su vigilia nocturna representa la profunda división social y política que amenaza con descarrilar a una de las historias de éxito más grandes del ex bloque soviético.
Los polacos en realidad tienen razones fundadas para celebrar: transitaron por la engañosa transición del comunismo mejor que la mayoría de los otros satélites soviéticos, y es el único país que evitó una recesión durante la crisis financiera.
En cambio, se sienten inseguros, pesimistas y vacilantes respecto de su futuro, y se atacan unos a otros.
La dirigencia política está en guerra consigo misma. Vuelan los ataques personales y los insultos. Los políticos cruzan acusaciones de abuso de drogas, enfermedad mental, colaboración con los nazis y de ser agentes de Moscú. Se han deseado la muerte mutuamente.
El ex primer ministro, Jaroslaw Kaczynski, quien perdió su intento por ser presidente después de que muriera su hermano gemelo en el accidente de avión, se negó a darle la mano a Tusk, a asistir al servicio para conmemorar el accidente y se volvió en contra de algunos de sus aliados más cercanos, lo que provocó se salieran del Partido Ley y Justicia, que fundaron los hermanos Kaczynski en 2001.
Es inevitable que, en este país conservador, mayoritariamente católico, la Iglesia también se encuentre atrapada en la destructiva lucha interna.
Su dirigencia está dividida, con algunos clérigos francos que respaldan a la oposición política, mientras otros tratan de alejar a la institución de la política partidaria.
Existe un fuerte movimiento anticlerical, y hay creciente inquietud dentro de la comunidad religiosa de que Polonia misma se convierta en una sociedad más secular, como gran parte de Europa.
Las luchas han tenido poco impacto en la aún fuerte economía polaca, y hay pronósticos de un crecimiento de 4% para 2011. Sin embargo, algunos economistas advierten que a menos que se hagan cargo de algunos problemas graves, Polonia empeoraría.
Economistas dijeron que una vez que el dinero para el desarrollo de la Unión Europea se desacelere en 2012, el país llegará al límite constitucional del endeudamiento.
Eso requerirá reducir el gasto, aumentar los impuestos o restringir al sistema de retiro.
También advierten que Polonia podría enfrentar escasez de electricidad en unos años más, lo que podría provocar apagones.
"En dos o tres años, podríamos enfrentar un desastre, verdaderamente un desastre", dijo el economista, Krzystof Rbybinski. Comentó que hay problemas estructurales que necesitan resolverse, como una burocracia que desalentó a los emprendedores y que aumentó en 5 años de 100.000 empleados a 430.000, cerca de 1% de la población, porcentualmente no es gran cosa, pero en números impresiona.
La combinación de éxito y temor ha creado una discordancia en Polonia. La gente entiende lo mucho que ha avanzado en sólo dos décadas, pero también siente que está atascada en el lodo de la política, incapaz de resolver problemas que se avecinan en el gasto de asistencia social y finanzas gubernamentales.
Algunos también sospechan de las causas reales del accidente aéreo, que ocurrió mientras los funcionarios llegaban a Smolensk, Rusia, para asistir a un acto en memoria de 22.000 oficiales polacos asesinados en el bosque Katyn por los soviéticos en 1940.
Los manifestantes piensan que los rusos estuvieron detrás del accidente y quizá también su propio Gobierno.
"Siento que me dan una bofetada cuando el Presidente no averigua nada sobre lo que pasó realmente en la tragedia de Smolensk", gritó Andrzej Hadacz de 49 años, mientras palmeaba.
El ex presidente, Aleksander Kwasniewski, quien gobernó 10 años, dijo que la mejor forma de describir a Polonia hoy es con un chiste: "Un grupo de niños le dice a un rabino: "Por favor, dígannos en una palabra cuál es la situación" y el rabino responde: "Buena"
"Los niños dicen: "Quizá pueda usar algunas palabras más". Y el rabino responde: "Nada buena".
El ex presidente rió, pero después dijo que el cuento no es chistoso.
Fuente: The New York Times
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