La buena gestión económica del gobierno de Fredrik Reinfeldt y su proyecto de moderada reforma del estado de bienestar, han logrado que los suecos le otorgaran por primera vez en su historia un segundo mandato consecutivo a la coalición conservadora-liberal, según el sondeo a pie de urna de la televisión pública.
Los socialdemócratas, en el poder en Suecia durante 65 de los últimos 78 años, han obtenido el peor resultado desde 1920, aparentemente incapaces de ofrecer soluciones que convenzan a la nueva clase media sueca.
Incluso aquí, en uno de sus grandes feudos, el progresismo europeo parece mostrarse fuera de sintonía con los tiempos modernos
El sondeo, en línea con todas las encuestas previas, otorga el 49% de los votos al llamado bloque burgués, compuesto por el Partido Moderado de Reinfeldt, liberales, democristianos y centristas.
La alianza entre socialdemócratas, Verdes e Izquierda se queda en el 45%. En 2006, la diferencia fue de dos puntos porcentuales. Unos siete millones de suecos estaban convocados a las urnas.
El horizonte, sin embargo, no resulta completamente despejado para el bloque burgués.
La entrada en el Parlamento unicameral de la formación xenófoba Demócratas Suecos, que por primera vez parecía lograr superar el requerido umbral del 4%, amenaza con dejar a la coalición conservadora sin la mayoría absoluta.
Gobiernos de minoría han regido con frecuencia Suecia en los últimos años, pero la vicisitud no dejaría de constituir un elemento de inestabilidad que los mercados podrían penalizar.
La economía fue precisamente la gran bandera de la gestión conservadora durante la campaña.
El gobierno de Reinfeldt logró durante su primer mandato aligerar la presión fiscal -manteniendo el déficit bajo control- y estimular una salida de la crisis mucho más consistente que sus socios de la UE.
Suecia anda rumbo a un crecimiento del PBI del 4,5% este año, y se prevé otro 3% para el siguiente. El paro, del 8%, más alto que de costumbre, está sin embargo en descenso.
Estos datos y la promesa de seguir reduciendo los impuestos a los trabajadores, de avanzar en las privatizaciones del importante parque empresarial público y de contraer prudentemente el perímetro del generoso estado de bienestar sueco, surtieron efecto.
En el colegio electoral de la céntrica plaza Sergels de Estocolmo, Maria Nelson, treintañera empleada de H&M, resumía bien los sentimientos generalizados entre el electorado del bloque burgués tras depositar su papeleta.
"Creo que el Gobierno de Reinfeldt gestionó bien las finanzas, se mantuvo cohesionado y adoptó políticas favorables a la creación de empleo. Creo que también es positiva su voluntad de estimular con una patadita en el trasero aquellos sectores de la población que tiran demasiado de la protección social".
Poco antes, en el mismo colegio, el conductor de autobuses Lars Janson, de 63 años, justificaba su voto para la socialdemocracia considerándolo una manera de defender la cohesión social, expresando un anhelo típico de esa parte del electorado.
El bloque progresista mantuvo durante la campaña el clásico perfil de paladín de la redistribución de la riqueza, acusó al Gobierno de Reinfeldt de agudizar las distancias sociales, prometió la reintroducción del impuesto patrimonial y rechazó privatizaciones y ventajas fiscales a los trabajadores.
Sin embargo, falló según muchos analistas en conectar con una clase media que ya no está dispuesta a sostener un estado de bienestar gigantesco.
La recaudación fiscal del Estado, que bajó del 52% del PBI en el año 2000 al 46% actual, sigue siendo la segunda más alta de la OCDE.
Los socialdemócratas sufrieron probablemente a causa de la imagen poco carismática proyectada por su candidata, Mona Sahlin.
La dirigente, de 53 años, fue además elegida como líder tras en un proceso cerrado, en el que no hubo candidatos alternativos ni competición abierta entre diferentes plataformas políticas, como en una suerte de conclave.
Muchos creen que este proceso engendró un liderazgo frágil en los ojos de la opinión pública. El 30% que cosecharon constituye una grave derrota.
Los Demócratas Suecos han logrado la hazaña largamente ansiada: según el sondeo a pie de urna, entran en el Riksdag (Parlamento sueco) con el 4,6%, capitalizando con un discurso populista el malestar y la preocupación de sectores de la sociedad sueca ante el elevado flujo de inmigración.
El 14% de los 9,3 millones de residentes en Suecia nació en el extranjero.
Otro 6% lo hizo en Suecia de ambos padres extranjeros. Suficiente, al parecer, como para que la lamentable ola de la xenofobia llegue hasta las históricamente tolerantes y civilizadísimas costas suecas.
Fuente: El Pais.com
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