El intestino humano está poblado por 10.000.000 de bacterias. Pertenecen a más de 1.000 especies diferentes y los científicos creen que la ausencia de algunas de ellas está relacionada con enfermedades intestinales inflamatorias que actualmente no tienen cura, como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa, que afectan a 1 de cada 200 personas.
Como si de un bosque a repoblar se tratase, el trasplante de flora intestinal permitiría reintroducir las especies ausentes.
De momento, se ha dado un paso adelante al conseguir trasplantar la flora intestinal casi completa de una rata en el tracto intestinal de otra.
Para que no hubiese dudas sobre la disparidad en su ecosistema digestivo, las dos se criaron en granjas y con condiciones diferentes.
A la rata donante se le extrajo una fracción de su microbiota mediante cirugía en el ciego, el primer tramo del colon.
"Es la flora más interesante, la que degrada la fibra y obtiene las vitaminas de los alimentos", explica Francisco Guarner, uno de los autores del trabajo realizado por el Instituto de Investigación de Vall d'Hebrón, en colaboración con la Universidad Pompeu Fabra y la Howard Hughes Medical School.
"Si algún día se llegase a hacer en humanos, la extracción sería aún más sencilla, mediante colonoscopia", precisa Guarner.
La mucosa se filtró y se trasplantó a la rata receptora, que solo tuvo que ingerir el preparado. Dos días antes se le administró medicación para disminuir la acidez del estómago y evitar que en un primer instante desapareciesen las nuevas bacterias.
Tres meses después del trasplante, la receptora tenía casi las mismas especies que la donante.
Ahí reside parte del mérito de la investigación: conseguir que las defensas no aniquilen a las nuevas inquilinas durante un largo periodo.
Con la ingesta de prebióticos y probióticos también se logra reintroducir bacterias, pero no persisten en el tiempo, apunta Guarner.
Se podrá probar en humanos cuando se conozca mejor qué bacterias concretas intervienen en estas enfermedades inflamatorias.
Es decir, cuando se pueda concretar qué debe contener la flora del donante para beneficiar, y no perjudicar, al receptor.
Para ello, habrá que esperar a que se acabe el proyecto Metahit, un mapa completo de los microbios del tracto intestinal y su interacción con los genes de otras células.
Las bacterias también interfieren en el comportamiento de las defensas (que en las enfermedades intestinales atacan por equivocación al intestino).
"Con este mapa podremos hacer cambios complejos en la flora", apunta Guarner.
El especialista cree que también servirá para tratar otras enfermedades en las que la presencia o la ausencia de ciertas bacterias resulta crucial.
Entre ellas, la diabetes, la obesidad, algunas alergias e incluso el cáncer de colon.
Se sabe ya que en el intestino de los enfermos de Crohn no se encuentra una especie de bacterias necesarias para el buen funcionamiento del tracto intestinal, las fermicutes.
Hasta ahora se han hecho otros intentos para manipular el ecosistema bacteriano del intestino.
El año pasado se reportó con éxito el caso de un adulto enfermo con diarrea severa al que se le transfirió la flora de otro ser humano utilizando las heces.
"Es un solo caso aislado", observa Manchanh. "Las bacterias de las heces no son las más interesantes. Las más activas se encuentran en el ciego, tal y como demuestra Metahit", puntualiza Guarner.
El hospital Clínic de Barcelona anunció el año pasado que había conseguido resetear el sistema inmune de un enfermo de Crohn con un autotrasplante de médula ósea, dándolo así por curado.
Se trata de una intervención más agresiva, pero exitosa con algunos pacientes. Entre un 1% y un 2% de afectados de Crohn serían candidatos a recibir esta terapia.
Natalia Prior tiene 25 años y padece la enfermedad de Crohn, que en España afecta a unas 45.000 personas.
Se la diagnosticaron en plena adolescencia, justo cuando se disponía a emprender sus estudios como bailarina. Cuando supo que era crónica no pudo evitar preguntarse: "¿Por qué a mí?".
Sin embargo ha conseguido su sueño: dedicarse a la danza. Eso sí, adaptándose. Para evitar los brotes, toma inmunosupresores, sigue una dieta muy sana y, sobre todo, evita el estrés. "Es lo más difícil", apunta.
Natalia ha reorientado su profesión. Ahora dirige su propia academia de danza. "Más tranquilo que acudir a audiciones", dice.
Aunque no es casual que el último brote que padeció, por el que le seccionaron un fragmento del intestino, coincidiese con la inauguración del centro.
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