El pasado 30 de junio 2010, dejó de existir el sacerdote jesuita José Aguerre, a la edad de 79 años, luego de un quiebre en su estado de salud que se fue agravando en el correr de los días y que, lamentablemente, terminó con su desaparición física.
Queremos rendirle el homenaje que se merece por su vasta y destacada trayectoria, no solamente como sacerdote sino también en el ámbito de la educación.
También queremos rendir homenaje a la Orden Jesuita, a la que él pertenecía, que es una orden religiosa de carácter apostólico y sacerdotal, ligada al Papa por un especial vínculo de amor y servicio, cuya finalidad –según la fórmula del Instituto: documento fundacional de la Orden, de 1540– es “la salvación y perfección de los prójimos”.
San Ignacio de Loyola quiso que sus miembros estuviesen preparados para ser enviados con la mayor celeridad allí donde fueran requeridos por la misión de la iglesia.
Por eso, los sacerdotes jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa: obediencia, pobreza y castidad, además de un cuarto voto de obediencia al Papa.
La Compañía de Jesús desarrolló una actividad muy importante a lo largo de los tiempos: tuvo una enorme presencia en la educación occidental; en las misiones en Asia, en África y en América ha sido muy activa y ha contado entre sus filas con un gran número de santos, teólogos, científicos, filósofos, artistas y pedagogos, como San Francisco Javier, San Luis Gonzaga, Matteo, Ricci, Franciso Suarez, Luis de Molina, Juan de Mariana, San Roberto Belarmino, San Pedro Canisio, José de Acosta, Atanasio Kircher, San Pedro Claver y Eusebio Kino.
José Aguerre era el segundo de una familia de dos hermanos; en 1942 ingresó al Colegio Seminario en quinto de Primaria y egresó en 1949 de Preparatorios de Medicina.
Estudió Química en la Universidad de la República y entró en el Noviciado de la Compañía de Jesús en marzo de 1950.
Estuvo en el Colegio Seminario como Maestrillo, dedicándose sobretodo a las clases de química y a la extensión de Preparatorios, y estudió Teología en Indiana donde fue ordenado sacerdote el 14 de junio de 1964.
Asimismo, realizó un posgrado en sicología en la Universidad de Chicago, en la Universidad Loyola Chicago.
En buena parte de su trayectoria como sacerdote y como docente –todos lo conocíamos como “el Coqui”– fue el alma máter de la jerarquía y la excelencia del nivel de educación que adquirieron los Preparatorios del Colegio Seminario.
Esto quedaba y queda claramente de manifiesto en la Universidad, donde se destacan los ex alumnos por sus sólidas bases a lo largo de muchos años.
El cura Aguerre era un hombre de mucho carácter, que generalmente gestaba una suerte de temor en todos quienes lo conocíamos, pero apenas teníamos la posibilidad de ingresar en su mundo, nos dábamos cuenta de la enorme calidez, bondad, generosidad y sabiduría que se desprendía de todos y cada uno de sus actos de fe y de vida, y de las sabias enseñanzas que sabía dar a quienes lo rodeaban.
En lo personal –pido disculpas por introducir este aspecto de índole personal–, estudié en el Colegio Seminario durante trece años: Primaria, Primero Inferior, Primero Superior, cuatro años de Liceo y dos años de Preparatorios.
Durante todo ese tiempo tuve la oportunidad de compartir una enorme cantidad de instancias con el cura Aguerre y cuando egresé del Colegio fue él quien realizó la ceremonia de mi casamiento, así como también mis hijos fueron bautizados por él, como ha sucedido con tantas generaciones que han pasado por el Colegio Seminario.
Se nos ha ido una institución; él era un enorme ejemplo de vida y tenía una filosofía que seguramente va a irradiar luminosidad desde el Colegio Seminario por muchos años.
Por esa razón queríamos rendir este modesto homenaje que se suma a muchos otros que se han llevado a cabo, sobre todo por las asociaciones de ex alumnos del Colegio.
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