Una red iraní de 'blogueros' y defensores de los derechos humanos ha facilitado una entrevista telefónica entre el joven y el filósofo francés Bernard-Henry Lévy, impulsor de la movilización mundial para salvar a Sakineh Ashtianí.
Pregunta. ¿Dónde se encuentra en este instante?
Respuesta. En Tabriz, la ciudad en la que mi madre está encarcelada. Estoy en la calle. Le llamo desde un teléfono móvil.
P. ¿Cree que podemos hablar tranquilamente?
R. Creo que sí. Cambio muy frecuentemente de número para tratar de escapar a las escuchas telefónicas. Veamos.
P. ¿Cómo son las autoridades con usted? ¿Le presionan? ¿Le intimidan?
R. Sí, por supuesto. Los servicios secretos me han convocado dos veces, pero no he ido. De momento, no me han detenido.
P. No sabemos nada de usted, Sajad. ¿Quién es usted? ¿Qué hace?
R. Tengo 22 años. Soy el hijo mayor de Sakineh. Trabajo de 6 de la mañana a 11 de la noche como revisor en los autobuses urbanos. Por lo demás... todos mis pensamientos, toda mi voluntad, están centrados en un único objetivo: salvar a mi madre.
P. Hablando de eso, ¿cómo ve ahora mismo la situación?
R. He pasado por momentos de desesperación. He escrito muchas veces a las autoridades. Pero me han respondido con un silencio total. Desde hace unos días, con la movilización que iniciaron ustedes, estoy recobrando un poco de esperanza.
P. ¿A su madre le han informado de esta ola mundial de solidaridad y amistad?
R. Sí, se lo dijimos en las pocas visitas a las que tenía derecho. Se alegró mucho. Y les dio las gracias.
P. Está hablando en pasado. ¿Por qué? ¿Cuándo fue su última visita?
R. Justo antes de las supuestas confesiones televisadas. Hasta ese momento la veíamos una vez por semana, todos los jueves. Y desde entonces, nada. Ni mi hermana ni yo. Ni los abogados. Esta misma mañana, como es jueves, he ido a la cárcel. Pero el guardia me ha dicho: "La señora Ashtianí tiene prohibido todo contacto por decisión de las autoridades".
P. ¿Qué nos puede decir de las condiciones de detención?
R. Son muy duras. El servicio secreto iraní la somete a interrogatorios incesantes. Le preguntan, por ejemplo, por qué está colgado su retrato por todo el mundo y quién ha iniciado esta movilización internacional.
P. ¿En qué estado psicológico se encuentra?
R. Toma muchos medicamentos: antidepresivos. Y reza.
P. ¿Está en una celda individual o con otras mujeres?
R. Todas las mujeres condenadas de Tabriz están en el mismo sector de la cárcel. Son celdas pequeñas con, a veces, 15 o 20 mujeres apiñadas. Pero es posible que, después de la aparición en televisión, la hayan metido en una individual. Le repito que no sé nada, no he vuelto a tener noticias de ella.
P. Esa aparición en televisión ha impresionado mucho aquí. ¿Era ella realmente?
R. Sí, claro que era. Pero...
P. ¿Pero?
R. La habían intimidado. Hutan Kian, el abogado, se ha enterado porque se lo han dicho sus compañeras de cárcel. Las autoridades necesitaban estas confesiones para reabrir el expediente sobre la muerte de mi padre.
P. Las autoridades afirman que el expediente no se cerró.
R. Es mentira. Dicen eso para que les sea más fácil matarla. Además, como por arte de magia, el expediente acaba de extraviarse.
P. ¿Qué quiere decir?
R. Anteayer, cuando fui al tribunal para que me dieran una copia, me dijeron que ya no lo tenían.
Se lo comenté al abogado, que hizo sus propias averiguaciones y me dijo que tampoco estaba en Osku, el pueblo en el que nacieron mis padres. Eso no es nada bueno.
Podría tratarse de un plan de la República Islámica para modificar el sumario y añadir elementos acusatorios que justifiquen la ejecución.
P. Por el segundo caso, entonces. No el de adulterio, sino el de asesinato...
R. Eso es. Y hay dos cosas más: una semana antes de que se perdiera el expediente, allanaron el domicilio de Hutan Kian y desapareció el ordenador portátil, así como el maletín en el que se encontraba el resumen del sumario.
Y, ayer mismo, el servicio secreto volvió a invadir su domicilio y se llevó una descripción detallada del sumario del asesinato de mi padre, la última que nos quedaba. Kian me lo acaba de contar.
P. ¿A Hutan Kian lo han elegido o es un abogado de oficio?
R. Es un abogado de oficio. Pero le veo a menudo. Hablo con él por teléfono. Sé que acaba de entregar un alegato de 35 páginas al Consejo Supremo iraní.
Él, al igual que el abogado que teníamos antes, Mostafaei, que tuvo que exiliarse, ha hecho un buen trabajo.
P. ¿Está al corriente de que Mostafaei da a entender en la prensa alemana que su madre podría ser cómplice del asesinato de su padre?
R. Sí. Pero Mostafaei no tuvo acceso al expediente del asesinato de mi padre, así que su opinión no tiene valor. No hay que hacer caso a sus declaraciones.
P. Entonces, ¿por qué las ha hecho?
R. Por la presión ejercida por el Gobierno iraní sobre su familia. Él es un buen abogado.
P. Permítame una pregunta más directa. Usted es el hijo de una parte ?su padre, asesinado? y de la otra ?su madre, acusada de ser cómplice del crimen?. ¿En su alma está seguro de que la acusación es infundada?
R. En mi alma y en mi conciencia, sí. Mil veces sí. Es una pura mentira, además de una injusticia increíble. Mi madre, que no ha hecho nada, nada, corre el riesgo de que la lapiden. Mientras que el verdadero asesino, Taheri, está en libertad...
P. Porque usted le perdonó.
R. Sí, tiene una niña de tres años que lloró mucho. Ni mi hermana ni yo quisimos ser la causa de su ejecución.
P. ¿Es cierto que estaba usted presente cuando a su madre le dieron los 99 latigazos?
R. Es totalmente cierto. Fue en Osku, en la provincia de Tabriz, en una sala del tribunal. Sentí mucha odio y lloré mucho. Tenía solo 16 años.
P. Volvamos a la campaña de movilización. ¿Cree que puede ablandar a las autoridades?
R. No lo sé. Pero, de todas formas, solo les tenemos a ustedes. No hay nadie, aparte de ustedes, que nos ayude.
P. ¿Entonces no está de acuerdo con los que dicen que esta campaña irrita a las autoridades y puede ser contraproducente?
R. Claro que no. Es verdad que Irán está enfadado. Pero es muy necesario que Irán escuche nuestro pesar.
P. ¿Qué más podemos hacer?
R. Hay que hacer el doble de presión sobre Irán.
P. Sí, pero ¿cómo?
R. Dirigiéndose, por ejemplo, a Brasil y a Turquía, que tienen vínculos privilegiados.
P. Hay abogados franceses e internacionales importantes que están dispuestos a ayudar al señor Kian...
R. Si estos abogados vinieran a Irán, no podrían hacer nada. Mina Ahadi, que está realizando, como ustedes, grandes esfuerzos para salvar a mi madre, le ha pedido a la ONU que proporcione abogados. Pero Irán se ha negado categóricamente.
Ahmadineyad sabe que si estos abogados vinieran a Irán, la imagen de este país se llevaría un varapalo. Fue el juez de la sección número 6 el que confirmó la pena de lapidación sin motivo, sin pruebas y por tanto, de forma ilegal.
La República Islámica tiene miedo de que, si el expediente llega a manos extranjeras, sea ridiculizado.
P. ¿Es posible que su madre, a pesar de esta emoción mundial, acabe siendo lapidada?
R. Claro que sí.
P. Pero las autoridades iraníes han suspendido la ejecución de la sentencia.
R. Suspender no es lo mismo que anular.
P. ¿Es cierto que un responsable de la cárcel fue el sábado a anunciarle que se acercaba su fin y que era hora de pensar en sus últimas voluntades?
R. Sí. Le dijo que su ejecución estaba prevista para el día siguiente, el domingo a las 6. Fue Hutan Kian el que obtuvo esta información gracias a las compañeras de Sakineh. Es el abogado de todas las presas condenadas a lapidación
P. ¿Todo es posible? ¿hay que temer lo peor?
R. Sí. Por un lado, están las personas que no quieren perder prestigio en ningún caso y que cuentan con lapidar a mi madre.
Y por otro, están las personas como el señor Nobkaht, adjunto del poder judicial en la región de Tabriz, que quiere que el señor Imani, el juez que dictó la sentencia, sea retirado del caso y que, por ello, ha pedido a Teherán que cambie la pena de lapidación por la de ahorcamiento. Pero ¿es eso mucho mejor?
Se lo ruego, no cedan, no se rindan. Les repito que son ustedes los que nos están tendiendo la mano. Si no estuvieran ahí, mi madre ya estaría muerta.
Fuente: El Pais.com
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