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martes, 15 de enero de 2019

MIGUEL SOFIA: YO NUNCA MATE A NADIE....SOY MUY BUENO

Como aquel 6 de mayo de 1971 en que posó para que la cámara fotográfica enfocara su mejor perfil barbudo, chorreando de rojo hasta los zapatos, el ahora septuagenario Miguel Sofía intentó reeditar su papel de víctima, esta vez ante la justicia. En aquel momento tenía 22 años y se encontraba en el interior del llamado IAVA 2 (Instituto Preparatorio Nº 2), que funcionaba en Canelones y Constituyente, donde unos jóvenes procuraron expulsarlo del lugar, puesto que lo consideraban integrante de los grupos “fascistas” que cometían atentados armados contra los estudiantes, y terminaron por volcarle un tarro de pintura en la cabeza.


“Este es el estado en que quedó un estudiante luego de que un grupo de ‘valientes’ desahogara en él todo el resentimiento que solo puede motivar acciones de este tipo”, opinaba el diario El País en el pie de foto (7/5/71).

Ahora Sofía asumió un rol similar ante la sede penal:

“Desde hace 40-45 años vengo siendo víctima de un permanente escrache en diarios, revistas, testimonios, declaraciones, hasta en una película, programa de televisión, donde lo que hacen es crear una mala imagen sobre mi persona”

Cuando la foto salió publicada en aquel mayo del violento año electoral 1971, Sofía ya se había vinculado con el paraguayo Ángel Closa Cuevas, agente de la dictadura de Stroessner, amigo del subsecretario del Interior uruguayo, Armando Acosta y Lara, e ideólogo del escuadrón de la muerte. Faltaba poco para la desaparición forzada de Abel Ayala (17/7/71), el asesinato de Manuel Ramos Filippini (31/7/71), la desaparición forzada de Héctor Castagnetto (17/8/71), y unos meses para el homicidio de Ibero Gutiérrez, todos a manos del Comando Caza Tupamaros/Escuadrón de la muerte.

“Por lo que sé, el CCT Comando Caza Tupamaros está integrado por Crosas (Closa), Sofía, el oficial inspector Fleitas (Freitas) como enlace, Delega y los dos funcionarios entrenados en Brasil”, declaró en actas el ex agente de Inteligencia, Nelson Bardecio –hoy condenado por sus crímenes como integrante del Escuadrón de la muerte–, una vez secuestrado por el MLN/Tupamaros en febrero de 1972.

Bardecio explicó que el ayudante militar del Ministerio del Interior, Walter Machado, le había presentado al paraguayo y a “un joven de barba a quien llamaban ‘José’, al que posteriormente reconocí como Miguel Sofía, el cual según un comentario suscitado en el Ministerio, integra la JUP (Juventud Uruguaya de Pie)”

“Crosas y ‘José’ desaparecieron pocos días después de lo de Castagnetto, y tras cobrar una gruesa suma de dinero en el ministerio, dijeron que viajaban a Brasil, pero a ‘José’ lo vi en Montevideo al día siguiente de las elecciones festejando el triunfo” de Juan María Bordaberry, relató el ex agente.

Fueron hechos demasiado relevantes como para que alguien los olvide. Sofía se acomodó en el banquillo (una silla común en un pequeño despacho judicial) y pinceles en mano, comenzó a esbozar su extraordinaria historia…

La jueza Fanny Canessa comenzó con las preguntas de rigor, por ejemplo si “padece alguna enfermedad”. 

Entonces el indagado se despachó con un largo historial médico: presión, diabetes, pérdida de visión, derrames cerebrales con “dos operaciones de cerebro”

Y aprovechó la pregunta para señalar que por esas intervenciones quirúrgicas mantiene secuelas: el “dolor” y, nada menos, la capacidad de recordar.

“Hay veces que me falla la memoria”, deslizó.

Sofía admitió que ingresa periódicamente a Uruguay:

“Vivo con mi familia, las veces que puedo vivir en Montevideo; recibo de la empresa que manejan mis hijos 2.500 dólares mensuales”

El ex integrante del Escuadrón de la muerte, dijo tener “conocimiento” de los delitos que le imputa la Fiscalía:

“Primero debemos partir de la base de que la acusación fiscal surge exclusivamente de las actas de Bardecio que como el mismo fiscal, el juez de la causa y los magistrados del Tribunal de alzada declararon en reiteradas oportunidades son totalmente nulas y carente de cualquier valor jurídico porque fueron extraídas a un secuestrado con violencia por un grupo de guerrilleros terroristas”, acentuó.

Luego cuestionó al fiscal de crímenes de lesa humanidad, Ricardo Perciballe por validar prueba “fruto del árbol podrido” , teoría que indica que si la prueba original no es válida, todo lo que surja a partir de allí, será nulo al considerarse “fruto” de aquel árbol.

Sin embargo la Suprema Corte de Justicia (SCJ), validó como prueba los hechos que se produjeron luego de que los tupamaros liberaran a Bardecio. Esto es, que el ex agente de Inteligencia se reunió el 16 de mayo de 1972 con el diputado Héctor Gutiérrez Ruiz y con Juan Raúl Ferreira en el Colegio Seminario –adónde también habían llegado Julio María Sanguinetti, Wilson Ferreira Aldunate, Carlos Julio Pereyra y Eduardo Paz Aguirre– ante quienes sostuvo que “estaba dispuesto a firmar lo que había declarado ante el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros”

 Y que el mismo día “brindó su testimonio ante el coronel”Ramón Trabal (jefe de Inteligencia Militar de la época) “en el cual vuelve a ratificar el contenido de las actas”realizadas mientras estuvo secuestrado.

La Corte sostuvo que “todos los elementos enumerados son medios probatorios que han sido valorados en debida forma en ambas instancias de mérito (juzgado y Tribunal), dándoles el valor que les es propio y relacionándolos con la prueba incorporada”en el expediente.

“Con respecto a la asociación para delinquir y las supuestas reuniones y atentados, declaro que todo eso es falso y fruto del árbol podrido. Yo era un joven de 22 años, civil, y no era policía ni militar (…) Niego rotundamente mi participación en el referido grupo y en los atentados o cualquier otro tipo de operaciones”, afirmó Sofía.

El indagado cuestionó que se pida su procesamiento y no el de autoridades de la época, cuando en las actas de Bardecio “están mencionados como integrantes del escuadrón de la muerte cerca de 20 o más personas, de las cuáles todas ellas revisten carácter de ministro de Estado, subsecretarios, generales, brigadieres, contraalmirantes, almirantes y altísimos funcionarios policiales…”

“¿Cómo es posible que un joven de 22 años, que era yo, pudiese participar de constituciones, escuadrones, de entrega de armas, de atentados? (…) ¿Cree la señora juez y la señora fiscal que es posible que con esos 22 años haya integrado algo con esas altísimas jerarquías?”, se angelizó.

Bardecio ratificó en febrero de 1972 en el Colegio Seminario y ante Trabal que Sofía, alias “José”, era la mano derecha de Closa Cuevas en el Comando Caza Tupamaros, y que juntos participaron del secuestro, tortura, y asesinato de Castagnetto, quien permanece desaparecido. 

 Walter Pernas / Sudestada / @PernasWalter

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