Los frailecillos están en problemas. Las poblaciones de estas aves han sufrido un acelerado descenso, en especial desde la década de 2000, tanto en Islandia como en muchos de sus hábitats en el océano Atlántico. Son muchas las posibles causas: son presa fácil y están expuestos a la pesca excesiva y la contaminación. Los científicos afirman que el cambio climático es otro factor subyacente que ha disminuido su abasto de alimentos; es una variable que probablemente se vuelva más importante con el tiempo. Tampoco ayuda el hecho de que los frailecillos son considerados sabrosos y son cazados para convertirse en comida.
Annette Fayet busca resolver el misterio de la disminución de los frailecillos atlánticos; por ello, en julio se metió en la profundidad de una madriguera. Extrajo con mucho cuidado a un frailecillo; enganchó su pata con un alambre grueso que había doblado para curvearlo. Cuando sacó a la luz al ave marina que graznaba, esta defecó copiosamente en su pantalón que, gracias a su larga experiencia con las aves, era impermeable.
“¡La ciencia es genial!”, dijo con una sonrisa. Esperaba que el ave, de plumaje blanco y negro como esmoquín y un cómico pico color naranja, vaciara sus intestinos en un cuenco de acero inoxidable que llevaba. En vez, Fayet sacó una cuchara plana de madera de su envoltorio, recogió los desechos y los colocó en un frasco para analizarlos; desea saber qué han estado comiendo estas aves.
A pesar de que algunas colonias de frailecillos aún prosperan, en Islandia, donde se encuentra la población más grande de frailecillos atlánticos, la cantidad ha disminuido de aproximadamente siete millones de individuos a cerca de 5,4 millones. Estas aves están desde 2015 en la lista de especies “vulnerables” de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, lo que significa que enfrentan un gran peligro de extinción en el ámbito salvaje.
Los islandeses valoran a estas aves y las consideran parte de su historia, cultura y comercio turístico; algunos también las ven como parte de su gastronomía. “El frailecillo es el ave más común de Islandia”, dijo Erpur Snaer Hansen, director en funciones del Centro de Investigación de la Naturaleza del Sur de Islandia. “También es el que más se caza”.
En el verano, se pueden observar a cazadores con largas redes por la isla Grimsey, que dejan montones de carcasas sin la carne de la pechuga. Islandia ha restringido la caza anual, pero aun así esta “ha acelerado el declive”, señaló Hansen.
Hansen está trabajando con Fayet en su proyecto, que vigila las actividades de cuatro colonias de frailecillos: dos en Islandia y otras en Gales y Noruega. Desde 2010, Hansen también ha llevado a cabo un censo dos veces al año, para lo cual viaja más de 5000 kilómetros por toda Islandia para visitar unas setecientas madrigueras en doce colonias y contar huevos y polluelos.
Hedinn Jonasson con frailecillos que cazó en la isla Lundley
Frailecillos transportados por cazadores a los que Hansen se encontró en la isla Lunde
Los cazadores usan redes como estas para atrapar a las aves.
En Grimsey, una isla en el norte islandés que sobresale del círculo polar ártico, Fayet y Hansen llevaban a cabo su trabajo en julio mientras las gaviotas y los charranes árticos se arremolinaban en el cielo nublado y el viento en los acantilados soplaba a sesenta kilómetros por hora o más.
Hansen pasó de una madriguera a otra. Metió una cámara montada en una vara flexible para mirar dentro. “¡Oh, sí!”, celebró tras distinguir a un lanoso polluelo vivo.
Hansen con un frailecillo que sacó de su madriguera
Las aves llevan a los polluelos comida recién cazada.
Después de sacar un ave, los científicos la deslizaron dentro de un tubo de plástico que, extrañamente, la mantuvo tranquila, para pesarla. Hansen ató una banda de identificación a la pata del ave. Luego la sacaron del tubo y fijaron un pequeño localizador con cinta adhesiva impermeable en su lomo, entre las alas.
Hansen, al centro, con un equipo de investigadores en la isla Papey
Durante una semana, hasta que se caen los artefactos localizadores, estos muestran qué tan lejos vuelan las aves para conseguir alimento y a qué profundidad se sumergen para obtenerlo.
Los frailecillos han padecido en toda Islandia por la disminución de su alimento favorito, las anguilas plateadas. Esa disminución se correlaciona con un aumento en las temperaturas de la superficie del mar, que Hansen ha estado vigilando durante años.
La temperatura de las aguas en todo el país está regida por ciclos a largo plazo de lo que se conoce como oscilación multidecadal atlántica, con periodos de agua más fría que se alternan con otros de agua más caliente. Hansen comentó que, entre el ciclo de agua fría de 1965 a 1995 y el ciclo actual de agua caliente, los registros de la temperatura de invierno muestran aproximadamente un grado Celsius adicional de calentamiento. Es una cantidad aparentemente pequeña, pero desastrosa para las anguilas. Su teoría es esta: “Si se incrementan un grado las temperaturas, se modifican las tasas de crecimiento y la capacidad de sobrevivir en el invierno” de las anguilas, afirmó.
Aevar Petersen, un ornitólogo islandés que no participa en el proyecto, concurrió: dijo que un incremento en la temperatura del mar debido al cambio climático era “el factor ambiental clave” detrás del descenso de la cantidad de anguilas.
Sin tantas anguilas en el agua, las aves tienen que volar más lejos para encontrar alimento para sí mismas y sus polluelos.
Es por esa razón que son claves los datos de su ubicación GPS. "Esta es la primera vez que hacemos este tipo de estudios, por lo que no tenemos expectativas", dijo Fayet. "Pero cualquier dato que obtengamos es emocionante".
Los científicos descansan después de cargar los equipos por la costa sureste de Islandia.
Aunque esa emoción queda atemperada por las implicaciones de los datos. “En todas partes están yendo más lejos de lo que pensábamos”, dijo Fayet. El descenso de las colonias sugiere que estas aves están trabajando demasiado para obtener su alimento. “Para los frailecillos es muy difícil volar”, dijo. “Para ellos significa un gran gasto de energía”.
Los censos de Hansen sobre frailecillos muestran que el 40 % de la población de polluelos de Islandia ha perdido masa corporal con el tiempo; otra mala señal.
Cuando las aves adultas no pueden atrapar lo suficiente para alimentarse a sí mismas y a sus polluelos, hacen una elección maltusiana instintiva; los polluelos se mueren de hambre. Fayet llamó “desgarradora” a su cruzada: “Pones la mano en la madriguera y sientes una pelotita en el suelo, pero luego te das cuenta de que está fría y no se mueve”.
Existen aún millones de frailecillos atlánticos, pero sus abundantes colonias son engañosas, señaló Hansen. “Estas aves son longevas, así es que no se ven nada más caer en picada”, comentó. Pero, a la larga, “no es una situación sostenible”.
Frailecillos volando cerca de una colonia en Svarthamar.
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