Tras intentar sin éxito que alguien lo llevara, Carr caminó desde la noche del viernes hasta llegar a la ciudad de Pelham, Alabama, el sábado a las 4 de la madrugada. El joven estaba sentado en una acera, descansando de su viaje, cuando se le arrimó una patrulla de policía.
Un oficial de policía le preguntó qué estaba haciendo, y el oficial y sus dos compañeros policías se quedaron tan impresionados por lo que oyeron de Carr que lo invitaron a desayunar con ellos. Más tarde, la policía lo llevó a la casa de la mujer donde Carr debía ayudar a hacer la mudanza, y le contaron a la dueña de casa lo que había sucedido.
Jenny Lamey, la mujer que se estaba mudando, luego escribió en su Facebook que había quedado maravillada con el espíritu de trabajo y determinación del joven, y la historia pasó a ser una noticia nacional. El CEO de Bellhops, Luke Marklin, quedó tan conmovido con la historia que le regaló a Carr un automóvil, su propio Ford Escape 2014.
Obviamente, la historia de Carr atrajo tanta atención porque es la excepción a la regla. Los expertos nos han dicho una y otra vez que los Millenials estadounidenses son egocéntricos y están poco interesados en el trabajo.
Pero lo cierto es que los estadounidenses, incluidos los Millenials, aún valoran más sus carreras que la gente en muchos otros países.
Una encuesta de Gallup de 2013 encontró que mientras el 30 % de los estadounidenses se sienten comprometidos con su trabajo, solo el 12 % de la gente en México, el 16 % en Argentina y Perú, el 14 % en Paraguay, el 9 % en Arabia Saudita y el 6 % en China valora su trabajo.
Marta Lagos, la encuestadora de Latinobarómetro y la Encuesta Mundial de Valores, me dijo que cuando esta última encuesta preguntó en 90 países cuáles son los principales valores que la gente quiere traspasar a sus hijos, el 61 % de los estadounidenses citaron “trabajo duro”, en comparación con el 43.5 % de los europeos, el 43.1 % de los asiáticos y el 36 % de los latinoamericanos.
“En América Latina, valores como la obediencia y los buenos modales aparecieron mucho más arriba en la lista”, agregó.
Las sociedades jerárquicas, la corrupción y los altibajos económicos han creado escepticismo sobre el trabajo en muchos países de América Latina. “Muchos latinoamericanos sienten que no importa si trabajas mucho o poco, porque vas a seguir estancado donde estás”, me dijo Lagos.
Aunque no se puede sacar conclusiones definitivas de estas encuestas -otras dicen que en varios países de América Latina se trabaja más horas que en otras partes del mundo- son una buena fuente de reflexión.
Indudablemente es difícil para muchos latinoamericanos venerar el trabajo cuando ven a muchos políticos enriquecerse robando a cuatro manos. Y lo mismo vale para Estados Unidos, a medida que la gente ve al Presidente Trump y sus hijos promocionando desvergonzadamente sus campos de golf y hoteles, y haciendo negocios a la sombra del poder.
Pero la motivación será cada vez más una clave para el progreso. A medida que los robots y los algoritmos eliminen cada vez más puestos de trabajo, habrá una mayor competencia para conseguir empleos, y estos serán ocupados por quienes estén más motivados y mejor educados.
La historia de la caminata nocturna de Carr debería enseñarse en todas las escuelas. Y muchos países latinoamericanos deberían iniciar campañas públicas para superar su déficit motivacional.
Obviamente, la historia de Carr atrajo tanta atención porque es la excepción a la regla. Los expertos nos han dicho una y otra vez que los Millenials estadounidenses son egocéntricos y están poco interesados en el trabajo.
Pero lo cierto es que los estadounidenses, incluidos los Millenials, aún valoran más sus carreras que la gente en muchos otros países.
Una encuesta de Gallup de 2013 encontró que mientras el 30 % de los estadounidenses se sienten comprometidos con su trabajo, solo el 12 % de la gente en México, el 16 % en Argentina y Perú, el 14 % en Paraguay, el 9 % en Arabia Saudita y el 6 % en China valora su trabajo.
Marta Lagos, la encuestadora de Latinobarómetro y la Encuesta Mundial de Valores, me dijo que cuando esta última encuesta preguntó en 90 países cuáles son los principales valores que la gente quiere traspasar a sus hijos, el 61 % de los estadounidenses citaron “trabajo duro”, en comparación con el 43.5 % de los europeos, el 43.1 % de los asiáticos y el 36 % de los latinoamericanos.
“En América Latina, valores como la obediencia y los buenos modales aparecieron mucho más arriba en la lista”, agregó.
Las sociedades jerárquicas, la corrupción y los altibajos económicos han creado escepticismo sobre el trabajo en muchos países de América Latina. “Muchos latinoamericanos sienten que no importa si trabajas mucho o poco, porque vas a seguir estancado donde estás”, me dijo Lagos.
Aunque no se puede sacar conclusiones definitivas de estas encuestas -otras dicen que en varios países de América Latina se trabaja más horas que en otras partes del mundo- son una buena fuente de reflexión.
Indudablemente es difícil para muchos latinoamericanos venerar el trabajo cuando ven a muchos políticos enriquecerse robando a cuatro manos. Y lo mismo vale para Estados Unidos, a medida que la gente ve al Presidente Trump y sus hijos promocionando desvergonzadamente sus campos de golf y hoteles, y haciendo negocios a la sombra del poder.
Pero la motivación será cada vez más una clave para el progreso. A medida que los robots y los algoritmos eliminen cada vez más puestos de trabajo, habrá una mayor competencia para conseguir empleos, y estos serán ocupados por quienes estén más motivados y mejor educados.
La historia de la caminata nocturna de Carr debería enseñarse en todas las escuelas. Y muchos países latinoamericanos deberían iniciar campañas públicas para superar su déficit motivacional.
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