—¿Cómo ve a Uruguay?
—La buena noticia de Uruguay es que va a tener un crecimiento económico sobre todo en 2019, pero también 2018, superior al promedio de la región, ligeramente por encima del 3%. Ese contexto de mantenimiento y recuperación económica da una ventana de oportunidad para enfrentar algunos retos estructurales. Uruguay es uno de los ejemplos más evidentes de una expansión de una clase media que exige más, y por tanto pide mejores servicios públicos. Es un país que podría aspirar todavía más a aumentar la productividad. Si bien es cierto que ha avanzado mucho en la agenda digital y es de los países líder de la región en acceso tanto de empresas como de la ciudadanía, ahí hay un margen de mejora.
—¿Cuáles son los riesgos que enfrenta? ¿La volatilidad de Argentina?
—Creo que Uruguay ilustra muy bien muchos de los riesgos a la baja que vemos en la economía internacional. Es una economía liada a las materias primas y a la demanda de China, por lo que hay que seguir invirtiendo en esas políticas de desarrollo productivo que Uruguay ha hecho como la trazabilidad de la carne, porque ahí va a haber muchas ventajas y oportunidades con un nuevo consumidor más exigente. El riesgo de volatilidad financiera también existe. El ciclo financiero de Uruguay está muy unido al de Argentina, entonces es de esperar que haya otros episodios de fluctuaciones financieras cuando sigan subiendo las tasas de interés en el mundo. En tercer lugar para una economía chica, abierta, estamos hablando de que el proteccionismo en el mundo es el escenario central. Pero ahí, el liderazgo de Uruguay para iniciar diálogos con la Alianza del Pacífico está en el buen sentido. Si bien Uruguay comparte los riesgos de la región, es de los países del que siempre podemos rescatar buenas noticias.
—¿Lo ve desacoplado?
—Creo que la institucionalidad uruguaya es de las más sólidas de América Latina. Pero, eso no deja exento que al ser una economía pequeña y abierta tienda a tener volatilidades.
—Destacó el rol de Uruguay en buscar acuerdos comerciales. Hay una discusión a nivel interno de la fuerza política de gobierno sobre si aprobar un TLC con Chile o no. ¿Por qué cree que persiste una visión negativa a la firma de acuerdos?
—No tengo los detalles, pero lo que vemos desde la OCDE es que muchas veces las políticas de apertura comercial no vienen acompañadas de políticas sólidas de desarrollo productivo y de inversión en capital humano. Se ha visto en países de la OCDE y de América Latina. La apertura exige un cierto reacomodo de los trabajadores en ciertas actividades y para ello hay que invertir fuerte en capital humano. A veces la reticencia (a los TLC) es porque en el pasado han faltado esas políticas. El seguir impulsando políticas de apertura con políticas sociales es importante y eso en muchas ocasiones se ha descuidado y en un mundo del trabajo del futuro que formaliza relaciones laborales que antes fueron informales, con más razón todavía.
—Ahora se discute una Rendición de Cuentas en medio de un reclamo empresarial por pérdida de competitividad y en algún caso de rentabilidad y sindicatos que enfrentan una nueva ronda salarial con demanda de mayor salario y mayor gasto social. Mientras, el Ministerio de Economía plantea que tiene que cuidar el déficit y atender la pérdida de empleo y baja inversión. ¿A dónde se debe apuntar?
—Uruguay es de los países de América Latina que tiene recursos públicos suficientes, entonces el tema es una cuestión de reajustar y de invertir en políticas de futuro. Simplemente se debe tratar de recomponer el gasto. La inversión en competencias y habilidades es central para realmente solucionar o dar respuesta a los dos sectores que deberían unirse con el gobierno de forma tripartita. Por un lado, las empresas van a encontrar trabajadores con la formación y los conocimientos que necesitan y por otro lado los trabajadores que hoy tienen un trabajo en el sector informal o de menor remuneración van a poder beneficiarse. Lo que hemos visto es que la economía digital abre las brechas, entonces, sin actuación pública aquellos trabajadores que están en las empresas más tecnológicas tienen más productividad y más salario frente a los que están en los otros sectores.
—Insiste que Uruguay debería enfocarse en mejorar la productividad. Según datos de OCDE en América Latina la productividad hoy es un tercio que la de Estados Unidos y en los 80 era la mitad. ¿Cómo está Uruguay en ese contexto?
—En 1980 la productividad en Uruguay era de un 47 % de la de Estados Unidos y en 2017 era de un 37 %. Siempre un poco mejor que el promedio de regional.
—Vinculado al trabajo, están los sistemas de seguridad social. En Uruguay el gobierno ha planteado que es crítico generar una reforma para hacerlo sostenible a futuro. ¿Lo ve así?
—Sí, dentro de otras políticas. Lo que vemos en este nuevo mundo digital, es que basar los sistemas de protección social en tener un empleo estable para toda la vida no ha sido la realidad de Latinoamérica ni de Uruguay nunca. Hoy no es la realidad de los países de la OCDE. Los sistemas de protección social tienen que ir hacia un pilar solidario antipobreza suficiente, universal y luego favorecer la flexibilidad y la innovación en los canales porque hoy en día la relación de trabajo dependiente es cada vez menos frecuente y lo va a ser menos en un mundo futuro del trabajo.
—O sea, no pasa por aumentar la edad jubilatoria solamente.
—Reformas jubilatorias parciales terminan siendo reformas insuficientes. Hay que repensar los sistemas de protección social en este momento del mundo del trabajo apostando a cubrir a todos los uruguayos, con pensiones suficientes y a que eso sea fiscalmente sostenible.
—¿Cuál es el mayor desafío para Uruguay a corto plazo?
—Vemos una economía dinámica y pujante, pero que tiene que seguir afrontando el reto de productividad con inclusión y robusteciendo sus instituciones para una población que es exigente.
"Proteger empleos es política laboral del siglo pasado"
—Dentro del desarrollo de habilidades está subyacente una reforma de la educación. ¿Cómo se invierte en políticas que no son de corto plazo ni políticamente rentables?
—Eligiendo políticos que piensen en el largo plazo. Lo que vemos es la necesidad de involucrar al sector productivo y empresarial en todo el ciclo. En muchos casos queda al margen y muestra que hay déficit de habilidades. Hay que involucrarlos diagnosticando y viendo cuáles son las habilidades y responsabilidades que hoy no están. Hay que involucrarlos en la formación con prácticas en las empresas y en algunos casos hay que involucrarlos pagando y financiando esos programas de una manera más decidida. El reto del corto plazo frente al largo plazo siempre está ahí, pero precisamente estas políticas creemos que dan rendimientos en el corto plazo porque se trata de reentrenar o entrenar para las nuevas actividades que hoy el sector productivo demanda y no encuentra.
—En el contexto de nuevos trabajos, se tiende a hablar de la pérdida de empleos que se generará. ¿Lo ve así?
—La economía digital recomienda hablar cada vez menos de empleo y cada vez más de actividades o tareas. Hay un gran cambio en Uruguay y en América Latina. Dos de cada tres tareas más o menos van a estar impactadas de alguna manera por la automatización, pero eso no quiere decir que se pierdan los empleos, sino que esa actividad se deja de hacer y se empiezan a hacer otras. Proteger los empleos es política laboral del siglo pasado. Capacitar y activar a los trabajadores para que puedan desempeñar las actividades más pujantes es la nueva política.
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