Las escenas son reminiscentes de las olas de migrantes desesperados que escaparon de las guerras en Siria y Afganistán y suscitaron una reacción adversa en Europa. Sin embargo, esto ocurre en Brasil, donde una incensante ola de personas que huyen de la crisis económica cada vez más profunda de Venezuela comenzaron a poner a prueba la tolerancia de la región hacia los inmigrantes.
El mes pasado, la gobernadora del estado de Roraima (situado en el norte de Brasil) hizo una demanda contra el gobierno federal para que cierre la frontera con Venezuela, así como provea de recursos adicionales a sus sistemas de salud y educación que están sobrecargados.
"Tenemos gran temor que esto lleve a una desestabilización de nuestro estado", manifestó la gobernadora Suely Campos. "Tengo que atender las necesidades de los venezolanos en detrimento de los brasileños".
Decenas de miles de venezolanos que han encontrado refugio en Brasil, en los últimos años, constituyen la prueba viva de la crisis humanitaria que empeora, pero que su gobierno sostiene que no existe.
También forman un éxodo que está sometiendo a una prueba extrema las políticas de inmigración generosas y permisivas. En abril, Trinidad deportó a más de 80 venezolanos que buscaban asilo. En las comunidades fronterizas de Colombia y Brasil, los residentes locales han atacado campamentos de venezolanos.
Durante los primeros meses de este año, 5.000 venezolanos abandonaban su patria cada día, de acuerdo con cifras de Naciones Unidas. A ese ritmo, más venezolanos abandonan su país que los 125.000 cubanos que huyeron de sus hogares en Cuba durante la crisis de Mariel, en 1980, y transformaron el sur del estado de Florida.
Si el actual ritmo se mantiene constante, más de 1,8 millón de venezolanos pueden salir de su país hasta finales de este año, sumándose a los 1,5 millón que huyeron de la crisis económica para reconstruir sus vidas en el exterior.
Problemas.
A medida que los venezolanos comenzaron a establecerse en grandes cantidades a lo largo de América Latina en 2015, encontraron fronteras abiertas y caminos hacia la residencia legal en países vecinos.
Pero, a medida que sus números aumentaron —y debido a que un creciente porcentaje de los migrantes recientes llega sin ahorros y necesitado de atención médica— algunos funcionarios oficiales en la región comenzaron a cuestionar la sabiduría de las fronteras abiertas.
La gobernadora Campos explicó que tomó "la medida extrema" de demandar al gobierno federal porque el flujo de venezolanos derivó en un pico de criminalidad, hizo caer los salarios de empleos domésticos y de otros servicios básicos y desató un brote de sarampión, enfermedad que había sido erradicada de Brasil.
En los primeros cuatro meses de este año, mataron a 93 personas, lo que excede las 83 muertes violentas registradas el año pasado, indicó Campos. Funcionarios policiales señalan que el tráfico de drogas en la región aumentó a medida que venezolanos desamparados han sido reclutados por las redes de contrabando brasileñas.
El año pasado, residentes de la ciudad fronteriza de Pacaraima y de la capital del estado, Boa Vista, que está a 208 kilómetros de la frontera, se sintieron abrumados. "Boa Vista se ha transformado", comentó la alcaldesa Teresa Surita. "Esto ha comenzado a generar tremenda inestabilidad".
En una mañana reciente, ocupantes que tomaron la plaza Simón Bolívar, una de las más grandes de la ciudad, prepararon alimentos en pequeñas cocinas a leña. Algunos durmieron en hamacas, mientras otros quedaron con la mirada perdida, sin tener adonde ir ni algo para hacer.
Reacción.
El clima era sombrío. Un virus estomacal se extendió por el campamento provocando diarrea y vómitos. Para agregar a la situación de incomodidad, en un acto desafiante, vecinos prendieron fuego a arbustos cercanos a la plaza que los venezolanos habían comenzado a usar para sus necesidades.
Al mirar el humo que surgía del campamento, Ana García, de 56 años, dijo que casi no podía creer su nueva realidad en Brasil. Tenía una vida confortable con el salario de asistente social en la ciudad venezolana de Maturín.
Sin embargo, a medida que el salario perdió valor el año pasado como consecuencia de la inflación disparada, abandonó su trabajo de más de una década, con la esperanza de recibir un despido que le permitiera irse al exterior. En cambio, recibió un monto tan pequeño que solo pudo comprar una bolsa chica de arroz, medio pollo y una banana. A medida que los alimentos se hicieron cada vez más escasos, García partió en un viaje de casi 960 kilómetros con su hija de 18 años, haciendo dedo la mayor parte del trayecto.
García relató que la primera noche que durmió en la plaza estalló en llanto antes de gatear bajo una lona negra que ahora comparte con su hija. "Nunca pensé que estaríamos en esta situación. No estamos acostumbrados a vivir como indigentes", dijo García, entre lágrimas. "Pero, Venezuela está destruida. La gente se muere de hambre".
Respuesta.
A medida que los espacios públicos quedaron colmados de venezolanos, en febrero, el gobierno federal dio el paso inusual de otorgar a las Fuerzas Armadas la tarea de asumir el control de la respuesta a la crisis de los refugiados.
"No hay antecedente histórico para esto", dijo el coronel Evandro Kupchinski, vocero de la fuerza de tareas, mientras el personal militar limpiaba un estadio que había sido tomado por los venezolanos, y lo peparaba para convertirlo en refugio oficial. "Damos las soluciones a medida que avanzamos".
Desde febrero, en colaboración con Naciones Unidas, el Ejército brasileño ha construido refugios temporarios con carpas blancas espaciosas a lo largo de la ciudad. A fines de este mes, espera tener once refugios con capacidad para albergar a 5.500 personas.
Los venezolanos que han sido vacunados y registrados en uno de los refugios pueden anotarse para ser reubicados en ciudades más grandes de Brasil, a las que serán trasladados en vuelos militares. Pero, ese proceso tiene un lento comienzo debido a las limitaciones de recursos.
Naciones Unidas solicitó en fecha reciente a donantes internacionales que aporten US$ 46 millones para abordar la crisis hasta fin de año, pero hasta ahora solo tiene asegurado el 6% de ese objetivo.
Sin magia.
En el Hospital General de Roraima, el director Samir Xuad señaló que la población de pacientes creció de 400 a 1.000 en los últimos dos años. Eso requiere que sus empleados trabajen hasta el extremo que algunos también terminan enfermándose, dijo Xuad. Agregó que él perdió más de nueve kilos a raíz del estrés.
Los suministros básicos para la atención de la salud como jeringas y guantes se han terminado, indicó. Durante los periodos de mayor actividad, las camillas con los pacientes quedan alineadas en los corredores.
"Intentamos hacer magia, pero es difícil", comentó.
Cuando no están trabajando, los habitantes de Boa Vista sienten temor por la criminalidad y son recelosos de las personas que en actitud agresiva quieren limpiar los parabrisas cada vez que los vehículos se detienen en un semáforo.
Protección, tras periodo de penurias en Caracas
Mercedes Acuña, (50) afirmó que se sintió bendecida por ser una de las primeras admitidas en un refugio. Arribó a Brasil hace dos meses, después de haber perdido peso, a raíz de un periodo angustioso durante el cual se incorporó a un creciente número de personas en Caracas, que buscan comida descartada en los contenedores de residuos. Acuña manifestó que está agradecida a los brasileños que la ayudaron. Coincide con los que dicen que es hora de cerrar la frontera. “Comprendo que todos estamos necesitados”, dijo. “Pero su país está siendo invadido”.
"Roraima era un lugar donde se podía dormir por las noches con la puerta abierta", dijo. "Eso ya no es posible".
50 mil personas más en la urbe
La población de la capital del estado, Boa Vista, creció con rapidez en los últimos años, a medida que unos 50.000 ciudadanos venezolanos se instalaron allí. Ahora constituyen alrededor del 10% de la población. Al comienzo, los habitantes respondieron con generosidad, creando centros para proveer de alimentos y organizando recolección de ropa. Pero, al crecer el número de inmigrantes y generarse algunos problemas, la actitud de algunos residentes cambia.
Uno de los problemas es que el trabajo sexual se ha convertido en el extremo al que deben recurrir algunas mujeres. Es el caso de una joven de 23 años, que tras pasar dificultades emigró a Brasil para tener una mejor oportunidad para su pequeño hijo y sus padres. Buscó empleo, pero afirmó que le cerraron la puerta en la cara.
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