Richard Read habla por celular rodeado de sillas de plástico en una sala que supo ser una pizzería, mira sin ver el pedregullo de la entrada, con la voz ronca, firme, y extiende la mano con gesto duro, seco. Enseguida invita a recorrer las instalaciones del centro de apoyo a escolares, ideado por este histórico dirigente de la Federación de Obreros y Empleados de la Bebida (FOEB), que funciona en el Club Cervecerías del Uruguay de Arroyo Seco, Asencio esquina Abayubá. En un rato, el Chueco, quien también es una de las voces más respetadas en todo el movimiento sindical, interpretará su rol de buen entrevistado con Búsqueda: dirá frases con intención y escasa corrección política, mezclando un lenguaje barriobajero y culto; se pondrá de pie y caminará como pensando en voz alta, fuera de tono y “de libreto” para enfatizar ideas que piden titulares. Todo con su estilo, que es marca reconocida, entre campechano y carismático, propio del líder de un gremio poderoso, que dice saber dónde pisa “sin mancharse las plumas”.
“En 2017 nos sobraron 7 millones y pico de pesos —unos US$ 250.000— que acordamos reinvertir en el proyecto que autofinanciamos. Acá vino hasta el embajador británico (Ian Duddy) y nos planteó muy cordialmente colaborar, y le dijimos ‘por ahora no, gracias’. Acá la pelea es contra la esquina y la calle, contra el ocio, la lumpenización y el narco, y hacerlo en contraturno para que los chiquilines estén acá, contenidos, aprendiendo y formándose en valores”, se larga a hablar Read sin diluir su versión pura.
Obra social.
Es martes, mediodía, cielo celeste, ninguna nube, y una tele anuncia temperaturas altas para la tarde, ola de calor. Read recibe a Búsqueda con remera azul pepsicola, bermudas y sandalias, y muestra con indisimulado orgullo sindical las aulas y salones recién remodelados del centro donde comenzarán los cursos el 5 de marzo, al igual que en las sedes de la ciudad de Pan de Azúcar (Maldonado), Minas (Lavalleja) y en las nuevas de Casavalle —ubicada en Instrucciones y Mendoza—, y de Paysandú.
Los cinco locales FOEB asistirán a unos 320 niños de cuarto, quinto y sexto años de escuelas públicas, en su mayoría de contextos críticos —el de Arroyo Seco a la escuela 141, ubicada en la zona de camino Mendoza y General Flores—, con las que firmaron convenios en los turnos en los que no tienen clase.
En estos centros gratuitos —aunque se exige a los padres un “compromiso” con el proyecto— los escolares reciben apoyo en matemáticas, comprensión lectora y gramática, inglés, robótica y ajedrez; y aparte cuentan con transporte, uniforme y materiales útiles, desayuno y merienda, y participan en actividades deportivas y del cultivo de una huerta.
Además se les enseña “códigos de conducta”, que van desde hábitos de higiene hasta la corrección en el trato interpersonal. “Acá hay que saludar, golpear la puerta, hablar bien y limpiar si se ensucia. Pero también divertirse y pasarlo bien, porque esto no es una cárcel ni una guardería y no compite con nadie: es un centro educativo y social, coordinando con los directores y maestras comunitarias de las escuelas de barrios críticos. Y todos están sorprendidos con los resultados, porque nuestros chicos están despegados: llegan con los deberes hechos”.
La financiación de los centros FOEB —todos contratados, no hay trabajo voluntario— se hace con dinero aportado por las empresas del Centro de Fabricantes de Bebidas Sin Alcohol y Cervezas por un acuerdo entre trabajadores y empresarios firmado en 2015. El presupuesto total para los tres primeros centros que funcionaron el año pasado fue de unos $ 14 millones.
Por convenio colectivo con Fábricas Nacionales de Cerveza (FNC), el sindicato también “apadrinará” a partir de marzo a 40 escuelas rurales —de Canelones, Maldonado, Tacuarembó, Lavalleja, Paysandú, entre otros puntos del país— “en apoyo a Primaria” para dar “contención” a esos centros públicos mediante el aporte de alimentos, útiles y materiales edilicios.
Asimismo, la FOEB proyecta para 2019 inaugurar una “miniescuela industrial” que albergará a un centenar de estudiantes de 13 a 17 años —con un cupo del 10 % destinado a menores internados en Colonia Berro— con el objetivo de formarlos en “oficios de valija” —electricidad, albañilería, pintura, carpintería, soldadura—, y tecnologías, “para que en vez de salir con un caño y un fierro, salgan con una valija y con hábitos de trabajo”. La “escuelita industrial” funcionará en el local del club de empleados cerveceros de la zona de Reducto, en Zapicán y Vilardebó.
El presidente de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Wilson Netto, mostró “especial interés” por esta iniciativa, aseguró Read.
Todos estos proyectos educativos del gremio de la bebida abarcarán a unos 750 niños y adolescentes —de entre 9 y 17 años—, estimó el sindicalista, quien mantiene viva otra aspiración gremial: la puesta en marcha de un “liceo obrero” de la FNC. “No desistimos del proyecto del liceo obrero, aunque recibamos más palo que tambor en las Llamadas”.
Read concede que estas iniciativas no abarcan a todos los niños. “Pero si de los 700 y pico de chiquilines que tendremos, rescatamos a unos cuantos botijas que no tendrían otra que salir a robar o transar, porque no conocen otra cosa, somos Gardel. Hay malos uruguayos que critican y critican, y ni siquiera dan la cara, escriben, pero no hacen nada”.
Una cisterna y una ola.
Un somero resumen diría: que Richard Read nació hace 64 años, que proviene de un hogar humilde (hasta los nueve vivió con su familia en un garaje de Cerrito de la Victoria); que apenas terminó la escuela que comenzó en un colegio privado porque su madre era limpiadora de los Hermanos de Nuestra Señora de la Misericordia, donde le dieron un lugar sin cobrarle matrícula ni cuota, y cuando su madre dejó de trabajar allí, perdió la beca y que terminó Primaria en una escuela pública, la Pedro Figari de General Flores y Antonio Machado, y que sus seis hijos han recibido educación privada.
Dirá además que con “mucho trabajo, ahorro, calle, boliche y suerte” su economía personal despegó en los noventa, se compró una casa en Malvín, donde vive con su pareja y sus hijos menores, un “rancho en Cabo Polonio”, una camioneta cuatro por cuatro y un largo etcétera.
Dirá también que tras iniciarse a los 11 años a trabajar en changas de todo tipo, incursionó en el sindicalismo en 1982 (entró por concurso a Pilsen como administrativo, en 1977); que es deudor del dirigente histórico del PIT-CNT José D’Elía, que se convirtió en referente del gremio cervecero —un sector de trabajadores que logró grandes conquistas salariales y laborales— y en uno de los hombres fuertes de todo el movimiento sindical, reconocido por sus discursos directos y explosivos, como el recordado del acto del 1° de mayo de 2013, en el que llamó a recuperar la ética del trabajador: “No quiero atorrantes en mi sindicato, no quiero a los lúmpenes, eso es ser ‘juntavoto’. Quiero laburantes”. Para entonces ya tendría tres baipás.
Hoy, luego de alejarse del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT, en 2015, se define frenteamplista independiente —antes militó en el Partido Por la Victoria del Pueblo (PVP) hasta 1993, también tuvo un pasaje por el Frente Líber Seregni (FLS)— y es una voz escuchada en sectores políticos y sociales ubicados en las antípodas de su pensamiento. Con frecuencia es aplaudido por dirigentes opositores, e invitado a dar charlas en universidades privadas, cámaras empresariales e instituciones de todo pelo. Los cuestionamientos más fuertes que recibe suelen provenir de su propia fuerza política por sus visiones críticas, o mejor, corrige, “autocríticas”. “La libertad de decir tiene precio en todos lados.
En Venezuela yo estaría preso” .
Si algo desvela a este veterano sindicalista, de 64 años de edad y más de tres décadas en su gremio, es la educación, donde asegura que “no hubo herencia maldita” y sin embargo Uruguay hoy está “peor que en 2005”. “Con la propuesta del cambio de matriz educativa, de cambiar el ADN a la educación, lo primero que hicieron fue extirpar a los que llevaban la promoción de eso (por Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir). Resolvieron por el lado más corto” (Búsqueda N°1.883).
Como frenteamplista y sindicalista asume que la izquierda no pudo impulsar un cambio educativo en serio porque “una cosa es ser oposición, donde todo vale, como cuando se atacó ‘la reforma de (Germán) Rama’ en los noventa, cuando muchas de las cosas que planteaba Rama hoy son reivindicadas y aplicadas. Pregunto: ‘¿Y si las hubiéramos aplicado hace 20 años?’”.
“Rama revolucionó, pateó el tablero: en el acierto o en el error, generó un debate sobre un tema de Estado y fue para adelante. Hoy Uruguay debe debatir otra reforma educativa profunda, adaptada a la sociedad actual, porque aquella reforma era para ese tiempo. Pero yo no tengo nivel intelectual para juzgarla”, dijo este “ferviente admirador” del colectivo EdUy21.
Read insiste en que en estas últimas décadas se han perdido muchos códigos y valores; para revertir algo de eso, dice, está dedicado casi por entero a los centros sociales y educativos de la federación, ya alejado hace años del sector de la producción.
El sindicalista remata la charla con dos anécdotas del primer curso: “Uno de los primeros días de clase dos botijas fueron al baño, y no salían. Preocupados, golpeamos a la puerta y uno abrió: estaban jugando con el botón de la cisterna del water por primera vez, a sus 11 años de vida… Otra vez los llevamos a merendar a la playa; salvo tres, el resto nunca había visto una ola. Avanzada la segunda década del siglo XXI, con crecimiento económico sostenido durante 15 años: niños que no saben lo que es un inodoro ni conocen la playa, y viven a media hora de la rambla”.
✔️ En Venezuela “yo estaría preso”
—¿Cómo se lleva hoy con el senador y expresidente José Mujica?
—No lo veo desde hace mucho... Cada uno lo verá del lado bueno o del lado malo, pero él revolucionó la política del país.
—Asumió su gobierno (2010-2015) prometiendo “educación, educación, educación”...
—Sí, sí. Y se encontró con la realidad de que este Uruguay es paquidérmico y hay bajo nivel político. La política viene mal parida en temas de credibilidad y confianza de la sociedad en el propio sistema. Toda América Latina ha perdido confianza. La ola del progresismo deja consecuencias que para el común de la gente significa irse a segunda división, porque mandó al laburante de a pie a la B. ¡Mirá Argentina! La gente está en la lona, con una inflación enorme, carísimo todo… ¡Mirá Brasil! Terrible. Y mejor no hablo de Venezuela, porque eso ya no es ni un caos...
—¿Qué es Venezuela?
—Es un sistema al cual ni yo ni la inmensa mayoría de los uruguayos adherimos. Yo no creo en los mesías. Jamás voy a bregar por una sociedad donde haya pensamiento único. No creo en esa sociedad, me resisto a esa sociedad. Yo en Venezuela estaría preso por decir mis cosas. Lo cierto es que pasó esta ola progresista y muchísima gente quedó mirando pa’l techo.
—¿Y ahora qué pasa?
—Y ahora mucha gente vuelve a estar igual o peor que cuando empezó todo aquello. Por eso digo que la credibilidad política está en cuestión, corrupción mediante, mala gestión, mentideros... Toda América Latina está inundada de eso.
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