En 11 días más de 5.000 personas han recaudado
esa suma de dinero por considerar que Briskman es una “inspiración”.
“Nunca me imaginé que hacer un saludo con la peineta a la caravana del
presidente y sus ocupantes me costaría mi trabajo”, afirmó la mujer, que
fue despedida de su trabajo en una empresa que provee servicios al
Gobierno después de que su imagen insultando a Trump circulara por las
redes. Algunos clientes del centro de yoga donde imparte clases
voluntariamente también se quejaron y pidieron la destitución de la
cincuentañera.
Briskman defendió su gesto afirmando que estaba
frustrada con el nuevo presidente. En declaraciones a numerosos medios
dijo que estaba enfadada por el intento del presidente de desmantelar el
sistema sanitario sin haber aprobado otro programa, la ausencia de
condena hacia los supremacistas blancos que mataron a una joven en
Charlottesville en agosto, o la terminación del programa DACA para
inmigrantes indocumentados. Trump salía de jugar al golf en uno de sus
clubes en Virginia cuando ocurrió el incidente un sábado a finales de
octubre.
La anécdota es un pequeño reflejo de la
polarización social en torno al presidente republicano que, pese a sus
promesas para unificar al país tras una rocosa campaña electoral, sigue
sin apelar a todos los ciudadanos. Por el contrario, Trump, 10 meses
después de tomar posesión, acostumbra a insultar o criticar a través de
Twitter a sus oponentes: la prensa y los demócratas.
Esta misma semana
el presidente ha evitado comentar sobre las acusaciones de siete mujeres
contra Roy Moore, candidato republicano al Senado, por acoso sexual.
Sin embargo, Trump sí expresó —rápidamente— su desprecio hacia el
demócrata Al Franken que fue acusado de lo mismo por otra mujer.
Fuente: El Pais de M.
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