Durante el pasado veranillo las brigadas solidarias
hicieron una pausa en sus recorridas nocturnas para asistir a personas
que viven en las calles de Montevideo. Con el retorno de las bajas
temperaturas y las heladas, la semana pasada ya se volvió a ver a los
voluntarios cargando ollas con guisos calientes, termos grandes con
sopas y otros más chicos con café.
Hay mucha gente involucrada desde hace años en este
tipo de tareas de socorro básico, de colaboración con necesidades
primarias del prójimo. Pero lo que desde poco tiempo atrás se ha vuelto
una contagiosa respuesta es la unión de socios de instituciones
deportivas con ánimo, energía y tiempo para sumarse a la cruzada.
La mayoría tiene veintipico, pero hay mayores de 30 o
de 50 años integrados en los grupos, sea como componentes de base o
asumiendo el liderazgo.
Las peñas del Club Atlético Peñarol son un ejemplo.
Otro, más reciente y muy singular es la brigada de Montevideo Wanderers,
en particular porque en ella se reúnen no sólo los simpatizantes
bohemios, sino que ellos han decidido convocar a parciales de otros
clubes de fútbol, que militan en la primera o en la segunda división
profesional, por ejemplo Cerro o Villa Española, situados en barrios
populosos que ya han sido visitados en noches gélidas.
Esas rutas no son las más habituales entre las que
hacen las brigadas de particulares, y tampoco estaban en la agenda de
los fanáticos albinegros hasta hace pocos días.
Otra particularidad de este equipo es que se conformó
a impulsos de mujeres. Nedy, Luma, Luciana, Analía, Andrea, Yelitza,
Lupe, Flor y María encabezan la "brigada vagabunda", denominación que
alude a la traducción del nombre inglés del club y también al origen de
ese bautismo, cuando pocos creían que los creadores de un nuevo team de fútbol tuvieran éxito, y por eso los trataron despectivamente de wanderers.
María González, una argentina que llegó a radicarse
en Uruguay en 2001 por razones de trabajo, y no bien presenció un
partido del equipo del Prado por televisión se convirtió en fervorosa
hincha, dijo a El País que la movida social empezó cuando llegó a la
presidencia Jorge Nin. "Apenas comenzó el frío decidimos formar la
brigada y anduvimos por las zonas típicas, por ejemplo la explanada de
la Intendencia. Pero empezamos a crecer tanto que, como había otra gente
dando viandas por allí, fuimos a otros barrios. El miércoles pasado
sacamos 268 viandas y habíamos empezado con 45", cuenta María González.
A estas alturas, por ese crecimiento, debieron
organizarse con más de una división: encargados de los vehículos para
trasladar la comida, equipos de cocina y de armado de viandas, de la
coordinación de las rutas o de la prevención de altercados callejeros.
"No estamos dentro del club oficialmente, pero sí
avalan nuestro trabajo; siempre hay algún dirigente que se suma a
cocinar o a otras tareas, también lo hacen los jugadores. Maxi Olivera
fue el primero que hizo ruta y cocina. También se acerca Sergio
"Chapita" Blanco y su mamá, que todos los miércoles va a cocinar. Y
también van los juveniles. Junto a la gente de Cerro, de Villa Española o
del Torque queremos siempre practicar la tolerancia".
Sueños.
Además del andar por los circuitos callejeros, la
brigada de Wanderers extiende su labor a otros planes: ahora
emprenderán —junto a hinchas de Cerro, jugadores juveniles y el apoyo de
un constructor— el levantamiento de una vivienda para una jefa de hogar
con 8 hijos. Desde la Comisión de Hermandad Deportiva del club, María
González también sueña con formar un Wanderers social más amplio y
abarcador, incluyendo a los 28 clubes que llevan ese nombre en todo el
país.
"La base de trabajo de la Brigada Vagabunda es la
unidad, primero fuimos un grupo de mujeres jóvenes, desde 10 años a 60,
todas muy activas. La primera acción social fue cuando se dieron las
inundaciones de Rivera, y todos los fines de semana que Wanderers es
local hacemos meriendas compartidas con niños del asentamiento Mauá, los
llevamos al club y a los mayores de 14 años le damos un carné que se
llama Socio Transeúnte para que puedan ver los partidos sin pagar
entrada en el Parque Viera. Empezamos con cuatro chicos y hoy tenemos
más de 29 tomando la merienda y pasando unas cuantas horas con nosotros,
lejos de la calle", afirma María.
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