El anuncio del presidente Donald Trump acerca de una nueva política hacia Cuba no es novedoso ni constituye una agenda estratégica. Tampoco tendrá efectos sustanciales en la relación entre Cuba y Estados Unidos. El beneficiado de su limitado impacto será, como ha sido desde prácticamente el principio de las Revolución Cubana y la reacción norteamericana, solamente el régimen cubano. Ni el exilio cubano, ni el pueblo, ni el interés nacional de Estados Unidos de América recibirán premio alguno.
La esencia del mensaje de Trump, en el seno del templo del exilio, la inmigración y la mera residencia de la comunidad cubana en Miami (que hay de todo), no constituye un contraste del discurso tradicional entronizado desde la imposición del embargo como resultado de los cambios drásticos del régimen cubano al adoptar el formato totalitario y la consiguiente destrucción del sistema capitalista y liberal.
La palabra y el fondo de su discurso en el Teatro Manuel Artime (nombrado en honor de un dirigente de la llamada Brigada 2506 que desembarcó en Playa Girón-Bahía Cochinos el 17 de abril de 1961) es un viaje veloz en el túnel del tiempo.
Muy cerca del escenario de Trump, John Kennedy leyó una de sus clásicas alocuciones en el Orange Bowl de Miami el 29 de diciembre de 1962. Fue seis días después de la liberación de los capturados (a cambio de medicinas y tractores). El presidente reconocía así su culpabilidad al haber abandonado a los invasores en la deplorable aventura. Prometió la liberación de Cuba.
Su discurso fue entonces mejor escrito por sus asesores que la lamentable gramática y léxico a que nos tiene acostumbrado el actual inquilino de la Casa Blanca. Pero el mensaje de Trump es igualmente vacío, retórico. Solamente contenta a un sector que lamentablemente persigue objetivos a corto plazo.
La salva de artificio es el clásico movimiento de un componente de la pareja del sempiterno diferendo para complicar una temporal situación de calma. En esas circunstancias, a un lado u otro del Estrecho de la Florida, uno decide romper la tregua, aplaudido silenciosamente por el otro, necesitado de resucitar la tensión para beneficio de su sector duro.
Ahora el turno ha sido para Trump. Nada nuevo. Esta película ya la hemos visto.
De momento, mientras a la universal opinión norteamericana Cuba no le importa nada, ya que nadie gana o pierde escaños en el Congreso o Senado, con la excepción de ciertos senadores o representantes conectados por los votos en Florida, el tema cubano levanta pasiones y hace saltar las alarmas alrededor de la Calle Ocho de Miami.
Es entonces cuando tantos numerosos predecesores de Trump se han subido al autobús renqueante de la lucha anticastrista.
La novedad del caso de Trump es que su decisión concuerda con la agenda adoptada en otras medidas desde su elección en noviembre del pasado año. Se trata simplemente de enmendarle la plana a su predecesor Barack Obama, atacando los logros emblemáticos en ciertos terrenos, sin que hasta ahora haya conseguido resultados concretos.
Es igual que en el diseño del insólito muro con México, el desmantelamiento del plan de salud llamado Obama Care, y el parón a la inmigración de media docena de países islámicos. Las medidas con Cuba tienen toda la marca de la inoperancia, con el resultado de daño al propio interés nacional de Estados Unidos.
La huella inmediata de la decisión del presidente norteamericano se verá en la indecisión de los ciudadanos norteamericanos que hasta ahora se han beneficiado del relajamiento de la política de Washington.
Los empresarios que habían comenzado a entablar relaciones comerciales (Estados Unidos, paradójicamente, a pesar del embargo, todavía vigente en sus fundamentos, es el tercer socio comercial de Cuba) y los que habían aprovechado los canales culturales y educativos, deberán andar con pies de plomo. Los perjudicados van a ser los ciudadanos de Cuba que se habían convertido en penosos “cuentapropistas”.
La corrección al deshielo iniciado por Obama va a servir de rampa de lanzamiento para los sectores que se consideran más duros en el contexto del régimen cubano, si es posible detectar diversas facciones. A la derecha (si esta ubicación es posible) del presidente Raúl Castro se puede favorecer a los que sin tregua señalarán que el régimen cubano está tan acosado como en los viejos tiempos de la Guerra Fría.
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En ese escenario, los perdedores del sistema van a ser los “aperturistas” que han presionado a Raúl para la ampliación de los sectores “liberados” de la economía. Mientras tanto, han jugado arriesgadamente en los terrenos políticos que los más optimistas consideran que se pueden sublimar en el traspaso de poderes en febrero de 2018.
Los rumores que apuntan hacia una transición dinástica, que consolidaría al régimen cubano sobre otro escalón de la familia Castro, pueden verse confirmados por la energía demostrada por la línea dura, justificada por el acoso de Trump.
Mientras, en el propio seno del “establishment” de Washington, ese mundo que Trump detesta, los que (sea quien domine la Casa Blanca) siguen detentando los hilos de la seguridad (en el Pentágono y otras agencias), observan alarmados los movimientos irresponsables de Trump, traducción de sus “tweets” nocturnos.
El escenario latinoamericano está comparativamente estabilizado. Con la excepción de los estertores del régimen post-Chávez en Venezuela y algunos acólitos del ALBA en descomposición, la amenaza se ha quedado reducida a la criminalidad organizada, el tráfico de drogas y la inmigración descontrolada.
Una Cuba en convulsión por enfrentamientos internos, causados tanto por la incapacidad del régimen en mejorar la existencia de sus ciudadanos como por la presión desde Washington, es lo último que se desea.
Un segundo Mariel resulta terrorífico, al igual que una novedosa marea de balseros. Esta tesis está basada en la existencia de otros escenarios con más graves dolencias que inciden directamente sobre el protagonismo de Estados Unidos en el mundo.
De ahí que esos centros de influencia permanente consideren que, por el momento, lo mejor es que Cuba siga en el estado actual, pese a la resistencia del sistema a generar pleno respeto de los derechos humanos y libertad de expresión. Pero la caballería de Trump ha llegado para el rescate.
Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami. jroy@miami.edu- See more at: http://www.ipsnoticias.net/2017/06/trump-y-cuba/#sthash.teoFf6v9.dpuf
El creciente y aún incipiente sector privado de Cuba figura entre los perdedores de la nueva política hacia el país de Estados Unidos, anunciada el viernes 16 por el presidente Donald Trump en Miami, ante un público especialmente adverso al gobierno de Raúl Castro.
En un discurso que analistas consideraron “retórico” y lleno de generalidades, Trump anunció un reforzamiento del embargo estadounidense y restricciones a los viajes de sus compatriotas a la isla caribeña, en un fuerte retroceso del camino iniciado tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas en julio de 2015.
El gobernante firmó una orden ejecutiva que retrotrae los avances logrados tras la reanudación de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana. “Estoy cancelando todo el acuerdo bilateral del último gobierno (de Barack Obama). Estoy anunciando una nueva política”, como prometí durante la campaña, señaló.
En un comunicado difundido en el noticiero estelar de la televisión, el gobierno cubano advirtió que “cualquier estrategia dirigida a cambiar el sistema político, económico y social en Cuba, ya sea la que pretenda lograrlo a través de presiones e imposiciones, o empleando métodos más sutiles, estará condenada al fracaso”.
Señaló asimismo que los anuncios “contradicen el apoyo mayoritario de la opinión pública estadounidense, incluyendo el de la emigración cubana en ese país, al levantamiento total del bloqueo y a las relaciones normales entre Cuba y los Estados Unidos”.
Si bien la orden ejecutiva firmada por Trump mantiene que las entidades estadounidenses puedan desarrollar vínculos con el sector cuentapropista, como se llama en el país a la actividad privada, las restricciones impuestas a los viajes de estadounidenses impactarán fuertemente en esta área, determinante en servicios de hospedaje y alimentación y otros vinculados al turismo.
Formalmente, los estadounidenses tenían aún prohibido hacer turismo en Cuba, pero la ampliación de las categorías aplicada por la administración de Obama permitió un aumento considerable de sus viajes. Esto y una mayor flexibilidad en el envío de remesas beneficiaron especialmente el trabajo independiente de muchos cubanos.
Las nuevas disposiciones aumentan las restricciones de viaje para recrudecer la prohibición del turismo de Estados Unidos a Cuba, se limitan las visitas con fines educativos no académicos, que tendrán que ser en grupo y se vuelven a vedar los viajes individuales autodirigidos.
El transatlántico Norwegian Sky, el mayor crucero que llega a Cuba, entra en la bahía de La Habana en marzo de 2017. El sector de los cruceros no será tocado por las nuevas medidas estadounidenses. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
“Para nosotros será desastroso. Desde que abrí mi negocio, la mayoría de mis clientes han sido estadounidenses”, dijo a IPS la cuentapropista Maricel Ponvert, dueña de un centro holístico de bienestar. “Estuvimos esperando una apertura desde los años 90 y ahora que comenzaban a llegar más visitantes de Estados Unidos, se paraliza todo nuevamente”, agregó.
Ponvert figura entre las emprendedoras firmantes de una carta a Ivanka Trump, hija del mandatario estadounidense, en la cual piden su apoyo y alertan que “un retroceso” en las relaciones cubano estadounidenses “traería consigo la caída de muchos de nuestros negocios y con esto, el sufrimiento de todas aquellas familias que dependen de ellos”.
Sociedad civil, en contra
El cientista social cubano Ovidio D´Angelo, experto en sociedad civil, calificó de “agresivo, regresivo y contradictorio” al planteamiento de Donald Trump porque “las limitaciones de negocios con Cuba y del turismo norteamericano genera, intrínsecamente, perjuicios potenciales y reales al sector de emprendimientos independientes –privados y colectivos- en Cuba”.
La restricciones erosionarán “los arrendamientos de viviendas y los servicios de restaurantes, entre otras actividades; pero, además, coloca una espada de Damocles sobre los intercambios de emprendedores con sectores de la vida empresarial de EE.UU y crea incertidumbres acerca de la importación de bienes desde ese país por emprendedores y personas naturales”.
“El crecimiento de una sociedad civil constructiva y diversa, sufrirá un daño relevante”, evaluó el investigador.
De acuerdo a datos oficiales, más de 284.000 estadounidenses visitaron Cuba durante 2016, un incremento de 74 por ciento respecto a 2015. Ese récord se pulverizó ya tan solo en los primeros cinco meses de 2017.
Gracias a este boom, el turismo, el primer sector en abrirse a la inversión foranea, se sitúa como el sector más dinámico de la economía cubana, con cuatro millones de visitantes en 2016 y 3.000 millones de dólares de ingresos, paliando en parte la recrudecida crisis económica interna.
Airbnb, una de las primeras compañías de Estados Unidos en ofrecer alojamiento en Cuba gracias a la apertura de Obama, informó en una carta a congresistas y al secretario de Estado, Rex Tillerson, que ciudadanos cubanos han logrado ingresos por 40 millones de dólares por hospedar a familias estadounidenses.
“Me parece que vamos para atrás de nuevo”, dijo a IPS la contadora María Gutiérrez, que repara su casa en un barrio de La Habana para colocarla en el portal digital de Airbnb, que incluye desde 2015 hostales privados cubanos.
“Ahora tendré que esperar a ver cómo se desenvuelve todo”, lamentó esta mujer. Gutiérrez también calificó de “imposible” que el gobierno de Raúl Castro acceda a muchas de las exigencias de Trump, en especial la convocatoria a elecciones con supervisión internacional.
El 13 de junio, en tanto se tejían toda clase de conjeturas sobre el anuncio que haría Trump sobre Cuba, el Consejo de Estado cubano convocó a las próximas elecciones generales, que tendrán su etapa municipal en octubre y se prevé que concluyan en febrero de 2018 con la anunciada salida de la presidencia de Raúl Castro.
Según dijo Trump en Miami, “los beneficios en las inversiones y el turismo han ido directamente a las fuerzas armadas”. Se prevé que su gobierno adopte medidas para impedir que empresas de su país hagan negocios con sectores ligados a las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Una familia de turistas se registra en un hotel de lujo de una cadena internacional en La Habana, en su día inaugural el 7 de junio. Las medidas estadounidenses que prohíben la afluencia a Cuba de turistas de su país, afectarán al sector más dinámico de la isla.
No hay datos oficiales, pero el Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (GAESA) estaría presente en sectores como logística de mercancías, turismo e inmobiliario, entre otros.
Se supone que la directiva presidencial no afectará las remesas ni los viajes familiares de residentes cubanos.
Además, mantiene los cruceros y los vuelos directos de aerolíneas estadounidenses y se abstiene de reinstalar el programa de pies secos-pies mojados, cuyo cese aplicó Obama en las postrimerías de su mandato y que facilitaba la residencia en el país a los cubanos que toasen tierra estadunidense.
Como parte de la normalización de los nexos bilaterales, se firmaron más de 20 acuerdos de colaboración entre guardacostas, lucha contra narcotráfico y terrorismo, control de fronteras, medio ambiente, emigración y aplicación de la ley, entre otros temas, cuyo destino se desconoce con el giro decidido por Trump a sus relaciones con Cuba.
“Revertir el progreso en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba es malo para el interés nacional de Estados Unidos”, valoró en un comunicado Emily Mendrala, la directora ejecutiva del Centro para la Democracia en las Américas, una de las organizaciones de la sociedad civil estadounidense que cabildearon durante años a favor del deshielo con La Habana.
A su juicio, “la Casa Blanca no ha podido ofrecer una visión estratégica de su cambio de política en Cuba y de cómo se logrará un “mejor trato” volviendo a una postura de aislamiento hacia uno de nuestros vecinos más cercanos”. Y remarcó que es negativo para ambos pueblos, donde el cubano “abrumadoramente” apoya más lazos con Estados Unidos.
En un comunicado, Paul O’Brien, vicepresidente de Oxfam América, alertó que “ya es hora de terminar definitivamente con el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba”. Y Jérôme Fauré, director de Oxfam para Cuba, consideró que “regresar a los largos decenios de fracasos en las políticas hacia Cuba es la vía más errada para comprometer un diálogo constructivo”.
Mientras Trump hablaba en Miami, en la tarde lluviosa de La Habana, el cardenal Jaime Ortega presentó su libro “Encuentro, diálogo y acuerdo. El Papa Francisco, Cuba y Estados Unidos”, donde relata la mediación católica que propició el deshielo del 17 de diciembre de 2014 que Trump recongela ahora.
El arzobispo emérito de La Habana y el mensajero de cartas entre el Papa Francisco, Barack Obama y Raúl Castro, se pronunció frente al nuevo escenario.
A su juicio, el acuerdo “puede ensombrecerse o retardarse mucho” pero hay aspectos “que van a durar”, como por ejemplo, la permanencia de la embajada estadounidense en Cuba. “Y no son (asuntos) mínimos”, concluyó.-
Fuente: IPS
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