Diecinueve personas están acampando en la Plaza Independencia, frente a Torre Ejecutiva. Se turnan para dormir dándole prioridad a los niños que son ocho, porque tienen una carpa sola de tela verde con capacidad para cuatro. Las mujeres usan un pañuelo en la cabeza, un velo religioso. Son sirios, están hace dos años y medio y dicen que se hartaron de Uruguay y lo que ellos llaman "sus promesas incumplidas".
Ibrahim Alshebli tiene 22 años y habla castellano con modismos uruguayos del tipo "ta", "re bien", "está complicado" o "¡está re mal, loco!". Se adaptó a nuestra forma de hablar porque ni bien llegó consiguió trabajo en una empresa de instalaciones eléctricas en Canelones. El roce con sus compañeros de trabajo le permitió aprender rápidamente el idioma, cosa que no le sucedió a sus padres y hermanos (unos cuántos) que hablan árabe sin ninguna palabra en castellano.
El joven Ibrahim -campera de cuero cerrada hasta arriba, piel aceitunada como la de sus familiares y barba no muy tupida- dice que ellos solo reclaman irse, porque hace rato que el dinero que el Estado les da no les alcanza. "No queremos más estar en Uruguay. Nos vamos a quedar hasta que nos dicen: 'Que anden a la mierda'. Yo sé que el uruguayo dice eso: 'que se anden a la mierda los sirios'. Porque el uruguayo se alcanzó (sic) de nosotros. Dicen periodistas que están ayudando familias, pero no. Es mentira", dice enojado y confundiendo "alcanzó" con "se cansó".
Ayer lunes un comunicado de la Secretaría de Derechos Humanos de Presidencia informó que el secretario de esta oficina, Nelson Villarreal, había recibido a una de las familias del Programa de Reasentamiento de Personas Sirias en Uruguay. "Se trata de la familia que reside en Salto y sus reclamos son: recibir una mejor subvención financiera e irse del país", dice el comunicado, y tiene razón.
El comunicado de la Secretaría de Derechos Humanos sostiene que el Programa de Reasentamiento se acotaba a dos años (de octubre 2014 a octubre 2016), que el Estado prorrogó un año más la ayuda "con una paulatina disminución de la subvención y del acompañamiento técnico". Por eso inicialmente cada familia recibía 105.000 pesos por mes, más acompañamiento técnico, clases de español, intérprete y vivienda. Durante el segundo año recibieron 70.000 pesos mensuales, y actualmente reciben 40.000.
Además, el Instituto Nacional de Colonización (INC) les concedió una chacra de 35 hectáreas para la horticultura en la colonia Osimani Lerena de Salto. Pero Ibrahim dice que no es tan así. "Estábamos en Juan Lacaze y nos cambiaron para Salto. Nos dieron una parte de tierra para trabajar nosotros y ta. No hay herramientas de ayuda, no hay nada. Dijeron que iban a mandar herramientas, un tractor para trabajar la tierra, pero nada. Dijimos: ¿vamos a trabajar con las manos? Y arrancamos a trabajar con las manos, incluso las mujeres, pero no podíamos mover la tierra de 35 hectáreas con la mano!", se indigna el muchacho sirio.
Además, se queja de los constantes -aunque advertidos en las regla de juego- recortes en la subvención. "Ahora nos dan 40.000 y ta. Cuarenta mil para 15 personas. ¡Y qué va a alcanzarnos, loco! Si cada persona gasta mil pesos por día y tuviéramos que pagar luz y casa, no alcanza", dice. Para peor, ningún integrante de la familia trabaja, porque en Salto nadie les dio empleo.
"Yo no tengo trabajo, ella tiene 19 y no tiene trabajo, ella otra tiene 22 y tampoco, ella tiene 24 y tampoco", dice Ibrahim señalando a sus hermanas, todas con velo. Dicen que no tener estudios no los ayuda, claro. Pero cuando estaban en el Líbano les prometieron que en Uruguay les darían casa, trabajo y estudios.
Nur Alshebli no habla castellano pero con la ayuda de su hermano como intérprete, contesta las preguntas. Dice -como su hermano- que el Estado uruguayo le mintió, que acá no la dejaron estudiar, que le pidieron al Programa de Reasentamiento que les encontrara un liceo para estudiar pero los meses pasaron y no hubo respuesta. "No alcanzamos con ellos", dice Ibrahim que dice Nur (queriendo decir que se "cansaron de ellos"). "Tenés que esperar cuatro meses a que respondan la cosa, y si después pedís de vuelta, pasan otros cuatro meses. Y así alcanzamos".
Y si se habrán cansado que no les importa ya a dónde emigrar. La cosa es irse: "¿A dónde? Cualquier país es mejor que acá. Uruguay no está bien, Uruguay está mal. Yo vendo cosas en la feria en Salto y el domingo le pregunto a un vecino: 'Vecino, ¿cuánto vendió?', él saca un papelito y me dice: 'Seis cosas, 300 pesos'. Toda la semana esperando el domingo por la feria y vende 300 pesos. ¿Cómo está Uruguay? Está re bien, ¿no? ¡No! Digo jodiendo: está re mal, loco", dice Ibrahim, el iracundo que habla por su familia.
Dice que su padre tiene una familia con 14 hijos que mantener y necesita "una ayuda" del gobierno. Y que la plata no es todo: "A veces plata no es todo, pero precisa un abrazo. Venir, estar con nosotros. Dicen: 'Andá a buscar su vida'. ¿Cómo voy a buscar vida si es un país muy cara? Es muy difícil vivir acá, muy difícil tener familia acá. No queremos quedar en Uruguay",
Mientras Ibrahim se expresa, su padre Mihri Alshebli, de 53 años, habla enojadísimo en árabe y hace señas que parecen indicar los surcos que le dejan las lágrimas por las mejillas, que ya no puede soportar ver a sus hijos chicos durmiendo en el pasto de una plaza montevideana, cerca de Artigas y la oficina de Tabaré Vázquez.
Fuente: Ecos
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