Un matrimonio de refugiados sirios, junto a 14 hijos y 10 cabras, llegaron a Salto para radicarse en un predio
del Instituto Nacional de Colonización. La familia de refugiados estaba viviendo hasta ahora en Juan Lacaze a la espera de ser reubicados. Mere Alshibli, el jefe de familia, estaba trabajando
estos días para armar un corral con techo con los escasos y precarios
materiales de que dispone para proteger a su pequeño rebaño. 4 de
las cabras, dice, le aportan la leche para sus hijos más pequeños.
"Es duro el momento que estamos pasando señor, siento
dolor en el pecho por lo que estamos viviendo, muchos hijos, se termina
el programa de ayuda y nos mintieron sobre lo que nos iba a dar el
gobierno", fueron las primeras palabras de este sirio que lloró
prácticamente a lo largo de todo el diálogo que mantuvo con El País.
Visiblemente angustiado, la preocupación de este
refugiado es la futura subsistencia de su familia, a falta de 6 meses
para que se le termine la ayuda oficial. Aún no ha podido sembrar ni un
almácigo, dijo.
"El Pepe Mujica, pura lengua", afirma en su idioma,
al tiempo que su hija oficia de traductora al español. "Iba a dar
tractor para trabajar, una semana, dos semanas, tres semanas, un año y
ahora aquí sin nada", acotó Alshibli. Agregó que el dinero que recibe le
da para comer 20 días porque la familia es muy grande. "Todo caro, muy
caro en Uruguay", señaló.
Pensando en su futuro como productor, en el predio de
35 hectáreas asignadas por Colonización, el ciudadano sirio explicó que
sembrará todo lo que el clima le permita, además de criar cabras.
"Vivíamos muy bien".
Alshibli recordó que en su país la familia vivía de
la explotación de 200 ovejas y de lo que plantaba. "Vivíamos muy bien,
no faltaba nada", dice con nostalgia, contemplando las plantaciones de
naranjos que rodean el predio, Una de sus hijas interviene para señalar
que, por lo que ha observado estos días "no se cuidan mucho las plantas
aquí".
A cada momento el llanto emerge en el sirio, quien
mientras charla pega unas pitadas a un cigarro de tabaco peluquilla y
controla su rebaño para que no se pierda en un monte de eucaliptus
cercano.
"Quiero que mi hijo (el que falta de los quince que
integran la prole) venga con nosotros del Líbano, pero no tiene plata y
nadie me ayuda con el pasaje", expresa, para angustiarse más.
De los 14 hijos que conforman el grupo que llegó a
Salto, siete están concurriendo a la escuela de la zona y otros dos al
liceo. El único medio de transporte para la familia siria es una moto,
"porque la bicicleta que trajimos se nos rompió por los pozos", dijo la
hija de Alshibli. Esa bicicleta se la había regalado a la familia un
vecino de Juan Lacaze.
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