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martes, 22 de marzo de 2016

CUBA: COMO SE VE LA LLEGADA DEL PRESIDENTE OBAMA A LA ISLA

Ante la llegada de un presidente yanqui a la isla de Cuba luego de casi un siglo y siendo que la anterior visita no fue algo expreso, sino como consecuencia de una reunión de presidentes del continente americano, se puede encontrar mucha información que nos ayude a interpretarla. Les traemos una serie de notas del diario El País de Madrid.



“¿Quién es ese? ¿El presidente de Cuba?”, pregunta, llegada desde Virginia, la turista Nancy Carwile señalando un cartel en La Habana. “Es Raúl Castro, sí, el presidente de Cuba”. “Ah, es Raúl… ¡Yo me lo imaginaba más joven!”. El primer recuerdo que tiene de Raúl Castro es un artículo que leyó en los cincuenta en Reader’s Digest. Para los estadounidenses mayores, Cuba es un recuerdo de páginas amarillentas, pero ahora, cada vez más, tienen la oportunidad de pisar la isla para constatar que no se ha quedado congelada en el tiempo.

En 2015 llegaron a Cuba unos 160.000 turistas procedentes del Antiguo Enemigo Imperialista. Un 77 % más que en 2014. Son las primeras gotas de un flujo que podría convertirse en torrente a medida que Washington siga aligerando las trabas a sus ciudadanos para viajar al Antiguo Enemigo Comunista.

El sábado por la noche, en el inevitable Floridita, el bar donde Hemingway se ha quedado acodado en la barra con una borrachera de bronce, dos californianas cruzaban los dedos para que el eventual aluvión de turismo no estandarice La Habana. “Está tan libre de influencias occidentales”, suspiraba una –profesional de las nuevas tecnologías– con su mojito de fresa en la mano.
Su compañera bromeaba con que ya sabía qué hacer si no le gusta el resultado de las próximas elecciones de Estados Unidos de América: “Si gana Trump, me vengo a vivir a Cuba”. Prefirieron no dar su nombre, porque como muchos otros americanos, para obtener el permiso de viaje a Cuba, han hecho el truco de inscribirse en un programa cultural que, como reconocen, “después nadie vigila que se cumpla”. El domingo tenían pensado irse a la playa a rebozar su programa en arena.

Hoy a mediodía, unas horas antes de que aterrizase Barack Obama, La Habana Vieja estaba tranquila. Por allí paseaba el matrimonio Kronenberg. Él, Hale, comentaba que le había sorprendido poder ver por cable en la tele del hotel la BBC y la CNN. “Imaginaba un ambiente más dictatorial y
presivo”, dijo, pero espera que la visita de Obama “impulse más los derechos humanos en Cuba”.

Los Kronenberg hablaban delante de la catedral. A un costado del templo estaba otra familia, esta cubana: la abuela Erena Cabarrocas, la hija Diana Soria Cabarrocas y la nieta Samanta Soria Cabarrocas, tres afrocubanas con empatía mulata por otra familia que visitaría la catedral unas horas después: Sasha, Malia, Michelle y Barack Obama. “A él tenemos que agradecerle lo valiente que ha sido”, dijo la abuela. La hija se limitó a opinar con una sonrisa tímida que le parece “un hombre bonito”. Eso sí, tiene claro que no hay opciones: “La Primera Dama es muy fuerte y elegante. No me dejaría”.

En otra calle del casco antiguo, la habanera Milagros Ortiz mostraba un discurso aún antagonista.
“Es bueno que venga Obama para que se restablezca la relación como es debido, pero yo estoy con la Revolución. Tengo 46 años, 3 hijos y hasta ahora ninguno de ellos se me ha muerto de hambre”, dijo. Más tarde unos niños estaban diciendo que les parecía estupendo que viniera Obama y una señora de pelo cano se les acercó de repente y dijo: “Cuidado con la ideología. Ustedes nacieron en la Cuba socialista”. La miraron sin decir nada y uno de ellos continuó: “Y que tenga el placer de conocer al equipo cubano de pelota”.

En Cuba, los americanos ven belleza, historia, gente amable. En Obama los cubanos ven un motivo para tener esperanza en el bienestar, el mayor de sus anhelos. No lo alaban como un redentor de sus carencias, pero se refieren a él con aprecio y su nombre está presente por todas las esquinas. Una mujer contaba este domingo que en un bautizo un cura se había puesto a reflexionar sobre la visita del hombre del Despacho Oval.

Entonces, con el bebé en la pila bautismal, una niña levantó la voz e hizo una pregunta sensata: “¿Pero por qué habla de Obama en un bautizo?”.

Obama, aplaudir o no aplaudir

Uno de los momentos álgidos de la visita de Obama será su asistencia el martes al partido amistoso de béisbol entre la selección cubana y los Tampa Bay Rays de Estados Unidos de América.

Será el baño de masas cubano del presidente de Estados Unidos de América.
Lo rodearán 50.000 personas en el Estadio Latinoamericano de La Habana. Las entradas son gratis y el gobierno cubano las ha repartido entre militantes y organizaciones sociales, al parecer con un par de indicaciones: “No aplaudir cuando entre Obama y no llevar gorras ni sombreros”, asegura 14 y medio, un diario local cuyo acceso por Internet está vetado dentro de la isla.

La visita de Barack Obama a Cuba, que certifica el deshielo de las relaciones entre Estados Unidos de América y el régimen de Raúl Castro, es ya un acontecimiento histórico que ha sido posible gracias a numerosos cambios políticos y sociales habidos en los últimos años. Uno de los cambios decisivos que ha propiciado este hito es la transformación de la comunidad de exiliados cubanos en Estados Unidos de América, concentrada en Miami.

Con el paso de los años, la voz del exilio cubano se ha multiplicado y atemperado.

Sigue habiendo organizaciones y opiniones contrarias a cualquier acercamiento a la Cuba de Raúl Castro, pero las nuevas generaciones han ido ganando terreno y defienden, mayoritariamente, la nueva política de Obama.

Cuando el presidente yanqui decidió reanudar las relaciones diplomáticas con Cuba, el célebre 17 de diciembre de 2014, las encuestas revelaron que la mayoría de la sociedad americana apoyaba la iniciativa, incluida la comunidad cubana. Los sectores más intransigentes del exilio, contrarios a cualquier concesión a Cuba, convocaron protestas en Miami a las que apenas acudieron unas decenas de personas, lo que revela el cambio social dentro de esta comunidad. Ante la visita de Obama a la isla, el exilio más duro ha vuelto a salir a las calles de la Pequeña Habana para protestar, pero su poder de convocatoria ha sido similar.

Qué ha ocurrido en estos años para llegar a esta situación ? La clave está en que los descendientes de los primeros exiliados y los emigrantes que han venido en los últimos años tienen una visión muy diferente del conflicto que ha durado más de medio siglo. Creen que la política de mano dura, incluido el embargo, ha sido inútil y que hay que experimentar nuevas vías para sacar a Cuba del atolladero en el que se encuentra. Y confían, principalmente, en que la visita de Obama acelere los cambios.

Marcel Sanchez, de 30 años, es un ingeniero de Ciencias de la Computación que lleva dos años en Miami y representa esta forma de pensar. “El acercamiento es algo que va a generar un cambio en Cuba. Si la política actual no ha funcionado, hay que cambiarla, y por eso estoy de acuerdo con Obama”, dice Sánchez, que no entiende que se diga que el presidente de Estados Unidos se está “doblegando” ante Raúl Castro porque no ha conseguido cambios sustanciales en la isla.
“El cambio político tiene que venir del pueblo cubano. Obama está propiciando este cambio aunque él no lo dirija. Hay muchos años de resentimiento y si hay injerencias de Estados Unidos, el Gobierno de Cuba va a salir a la defensiva y la gente va a reaccionar mal”, afirma Sánchez.

La idea de que el cambio político tiene que venir del pueblo cubano la transmitió recientemente en Miami Ben Rhodes, el asesor de Obama en la Casa Blanca que ha pilotado el cambio en las relaciones con Cuba. Rhodes se reunió con estudiantes cubanos de la Miami Dade College para transmitirles este mensaje, que fue bien recibido por la mayoría de los jóvenes.

Uno de los jóvenes estudiantes que discrepa de esta visión es Waldo Arias, que no entiende los pasos que está dando Estados Unidos respecto a Cuba.

“No sé por qué lo está haciendo. En Cuba está todo destruido y Raúl Castro no está haciendo nada. Quizá sea bueno para Estados Unidos porque le puede dar mucho dinero, pero no para Cuba ni para los cubanos”, afirma Arias.

En el polo opuesto se sitúa Olaya Naranjo, una jubilada de 86 años que lleva en Miami desde 1987. Se declara “encantada” con el viaje de Obama, por el que siente “adoración”. “El viaje va a ser algo bueno, tengo esperanzas de que las cosas cambien en Cuba y que Cuba sea para los cubanos. Obama quiere el bien para Cuba y que la gente tenga para comer”, afirma Naranjo.

Recién llegado de Cuba de un viaje para ver a su familia está Yuniel Pérez, un cocinero de 30 años que está asentado en Miami desde 2014. “La gente en Cuba tiene la creencia de que las cosas van a mejorar. La gente está esperanzada, pero también sabe que los cambios van a tomarse su tiempo”, afirma Pérez, quien ve “bien” el viaje de Obama a la isla aunque cree que también hay cierta tentación de querer “hacer historia”.

No es habitual usar a Margaret Thatcher para defender la necesidad de negociar con Cuba. Claro que tampoco lo es que un senador republicano surgido de las filas ultraconservadoras del Tea Party como Jeff Flake sea uno de los mayores defensores de la normalización de relaciones con el gobierno comunista de La Habana. A Flake le gusta citar a la Dama de Hierro —“no puede haber libertad a menos que haya libertad económica”— para convencer a sus colegas del Senado sobre las ventajas del diálogo y del levantamiento del embargo a la isla.

Pregunta: ¿Qué espera de este viaje?

Respuesta: Es una combinación de los esfuerzos del presidente y su gobierno para normalizar las relaciones y mejorar las condiciones de muchos cubanos, y por tanto también las condiciones de derechos humanos. Creo que en cierto modo se trata de una vuelta de la victoria (VICTORY LAP) para él, porque la gente ha apoyado su política hacia Cuba.

P. Incluso los que están a favor del deshielo consideran que Cuba no hace lo suficiente. ¿Debería hacer más?

R. Ciertamente Cuba no está haciendo lo suficiente ni lo suficientemente rápido. Pero esto no debería impedir que nosotros avancemos de forma unilateral. Porque permitir que los estadounidenses viajen no es una concesión al régimen de los Castro. Estas penalizaciones afectan a los estadounidenses, no a los cubanos. Además, los cubanos ahora tienen muchas más oportunidades en el campo económico gracias a que tantos estadounidenses están viajando allí, y a que tantos cubanoamericanos sobre todo están enviando remesas. Eso ha hecho que pequeños negocios en Cuba obtengan capital y ha permitido grandes avances en la calidad de vida y en los derechos humanos.

P. Usted lleva años viajando a Cuba. ¿Les recomienda una visita a sus colegas del Congreso que se oponen a la normalización?

R. Me he llevado a muchos de mis colegas republicanos a Cuba y le recomendaría a cualquiera que vaya. De algunos que nunca han ido a Cuba escucho cosas que no cuadran con la realidad cubana. Asumen que solo el gobierno se beneficia cuando los estadounidenses viajan a Cuba o del turismo en general. No es así. Ahora hay tantos cubanos, entre el 25 y el 30 %, en el sector privado que se benefician directamente cuando la gente viaja a Cuba. Y eso es algo bueno, y tenemos que apoyarlo.

P. Usted ha afirmado que mejorar la vida de los cubanos es también un derecho humano. Y cita a un icono conservador como Thatcher para defender esta política. ¿Están escuchándole?

R. Los republicanos, cuando se paran a pensarlo, lo creen así. A algunos de los republicanos que no lo hacen les preocupa más el hecho de que haya sido un presidente demócrata el que lidera los cambios, y se habrían sumado antes si fuera un presidente republicano el que está al frente.

La mayoría escuchará el principio de que la libertad económica normalmente precede a la libertad política. No hay libertad política sin libertad económica.

Viajes como este hacen que cada vez más estadounidenses comprendan que los que están en el sector privado en Cuba son mucho más libres del Gobierno cubano de lo que lo estaban antes y que eso ha mejorado sus condiciones de derechos humanos. Si podemos asegurarnos de que la gente comprenda que la agenda económica es una agenda de libertad, lo lograremos.

P. Dentro de un año habrá un nuevo gobierno en EE UU. ¿Cree que la política hacia Cuba es irreversible?

R. Puede que se vea afectada la velocidad con la que podemos deshacer el embargo, pero no creo que nadie en la Casa Blanca vaya a revertir los cambios ya realizados. Recuerde 2009, cuando Obama levantó las restricciones de viajes para los cubanoamericanos, muchas de esas voces que se oponen a los cambios recientes decían que no iban a permitir que se mantuviera esa medida. En pocos meses había tantos cubanoamericanos viajando a Cuba que ni se atrevían ya a mencionarlo. Del mismo modo, hoy hay tanto comercio, viajes, remesas y relaciones en marcha que nadie va a intentar siquiera revertirlo.

P. Se habla mucho de lo que puede hacer EE UU en este año de mandato de Obama. ¿Pero qué hay de Cuba? ¿Tiene La Habana urgencia por consolidar la normalización antes de la marcha de Raúl Castro en 2018?

R. Creo que la urgencia del Gobierno cubano es que tiene que darle a los cubanos, especialmente a los jóvenes, un motivo para quedarse, tienen que creer que hay un futuro económico mejor que el que tuvieron sus padres. Y esa es una gran motivación, porque gracias a la Ley de Ajuste Cubano hemos hecho muy fácil que los cubanos vengan aquí y se conviertan en ciudadanos estadounidenses. En los últimos dos años han sido más de 40.000, en vez de los 10.000 que solían venir anualmente, y seguirán viniendo porque ahora es más fácil salir (de Cuba) y tienen los recursos y contactos para hacerlo. Así que la urgencia por parte del Gobierno es que tienen que darles motivos para quedarse, porque no pueden permitirse perder a sus mejores y más motivados jóvenes.

Los 2 primeros países del mundo donde se jugó beisbol fueron Estados Unidos de América y Cuba y, desde el siglo XIX, el deporte que los cubanos llamamos “el juego de pelota” forma parte intrincada de la espiritualidad e imaginarios de ambos países. Sin el beisbol no se podría contar la historia de ninguna de las dos naciones, porque el beisbol está en el alma y la identidad de estos países tan próximos y en ocasiones tan distantes.

En Cuba, por ejemplo, se dice que según esté su pelota así está el país…Tras el anuncio de la visita del presidente Barack Obama a Cuba como parte del proceso de fortalecimiento de las retomadas relaciones diplomáticas bilaterales, todas las informaciones coinciden en asegurar que durante su estancia en La Habana el presidente participará del juego de exhibición de los equipos de beisbol de los Rays de Tampa y la selección nacional cubana. Obama, dicen, tendrá el honor de lanzar la primera bola de ese evento deportivo, que alcanzará, de inmediato, proporciones históricas y alto valor simbólico dentro de la nueva diplomacia. Porque, definitivamente, el juego de pelota es algo muy serio para los que nacieron a uno y otro lado del Estrecho de La Florida. Y porque el beisbol ha sido una de las muchas manzanas discordantes en las relaciones entre los dos países en las últimas seis décadas.

Cuba y Estados Unidos de América: un milagro de San Lázaro ? Cuba: abróchense los cinturones

La última vez —luego de una pausa de 40 años— que un equipo del circuito profesional de las Grandes Ligas norteamericanas visitó Cuba fue en 1999. En aquella ocasión, como en muchas otras a lo largo de estos años de tensión, los partidos celebrados se vivieron por los directivos y jugadores cubanos como batallas de una guerra. Porque todavía en ese momento la rivalidad política entre los sistemas se expresaba incluso a través de los conceptos de la práctica deportiva, encarnada en la existencia o no de profesionalismo y de mercado. A una victoria por bando se cerró aquella exhibición y para el sistema deportivo cubano el juego ganado fue una demostración de la estatura y competitividad de la fórmula socialista.

Y es que desde la década de 1960, cuando el gobierno cubano decretó la eliminación del profesionalismo deportivo, cada desafío sostenido por los amateurs cubanos y los también amateurs norteamericanos, devenía una manifestación de rivalidad deportiva e ideológica. Los éxitos cubanos en campeonatos panamericanos, mundiales e incluso Juegos Olímpicos (Barcelona 92 y Atlanta 96), servían para reafirmar el éxito de un concepto deportivo, económico y social.

Los éxitos de los ‘amateur’ cubanos servían para reafirmar el modelo social deportivo y económico

Sin embargo, con los cambios políticos globales que se suceden tras la caída del Muro de Berlín, también en el deporte cayeron murallas, como las que separaban a amateurs y profesionales en casi todas las disciplinas competitivas. Entonces a los cubanos les tocó enfrentar a jugadores de un nivel más alto que el confrontado hasta entonces… Y las habituales victorias comenzaron a ser más difíciles y, en los últimos años, incluso raras. Pero, casi al mismo tiempo, había comenzado un proceso interno en Cuba que hoy ha alcanzado proporciones de crisis: la salida de peloteros en busca de contratos en ligas profesionales. Si en las décadas de 1960 a 1980 la fuga de talentos prácticamente no existió, a finales del pasado siglo comenzó un goteo de jugadores, para llegar a convertirse en los tres últimos años en un torrente. Hoy se calcula que en este lapso han sido más de doscientos beisbolistas de la isla los que han salido de Cuba por los medios más disímiles en busca de oportunidades en el beisbol profesional.

Esta situación, que ha permitido a varios atletas cubanos alcanzar éxito deportivo y económico en el beisbol más competitivo del mundo, a su vez ha entrañado diversas tragedias. La esencia problemática de la relación de los jugadores de la isla con la mayoría de los circuitos regidos por el sistema de las Grandes Ligas ha estado en la imposibilidad de pretender un contrato en calidad de ciudadanos cubanos, vetados por la Ley del Embargo.

Así, para que un cubano pueda aspirar a competir en el beisbol rentado usamericano resulta indispensable que salga del país y adopte la residencia de una tercera nación. Para conseguir esta posibilidad los peloteros han agotado todos los caminos, desde la deserción durante alguna competencia en el extranjero (considerada en Cuba una traición política) hasta la salida clandestina.

Ambas soluciones, como es previsible, entrañan mil peligros y ambas han propiciado en más de una ocasión que los talentos cubanos hayan tenido que pactar con traficantes de personas, relacionados con traficantes de contratos, personajes que en ocasiones han llegado a poner en peligro hasta la integridad física de los atletas.

No obstante esos riesgos y la condena política interna que conlleva, los jugadores cubanos siguen optando por la búsqueda de una mejor suerte deportiva y económica. La diferencia entre ganar cincuenta dólares mensuales por jugar en Cuba y cientos de miles o millones cada año en los circuitos profesionales es demasiado poderosa y escapa al poder de los discursos políticos.
En las últimas semanas quizás el suceso que más ha conmovido a Cuba ha sido la deserción durante un torneo desarrollado en República Dominicana de dos peloteros, por demás hermanos: uno de ellos considerado el mejor jugador que permanecía en la isla y el otro uno de los más cotizados prospectos del país. Esta fuga ha sido la guinda en un pastel que ya estaba horneado: la crisis del beisbol que se juega en Cuba ha tocado una profundidad en la que no estuvo ni cuando se abolió el profesionalismo y centenares de jugadores perdieron la posibilidad de competir en el país.

La crisis por la fuga de jugadores es más profunda que cuando se abolió el profesionalismo

Mientras se producía este descenso, varios peloteros triunfaban en diversas ligas, demostrando la calidad del jugador cubano. Y, ante las tragedias que antecedían o rodeaban esos éxitos, la estructura de las Grandes Ligas y la Federación Cubana de Beisbol comenzaron unas complejas conversaciones en busca de la única solución posible: la licencia especial del Departamento del Tesoro usamericano que permita la contratación directa de los jugadores de la isla. Ese paso, al que las autoridades cubanas al fin se han avenido, sería el primer y gran escollo a superar, aunque luego habría que orientar sus resultados: o bien mediante contrataciones individuales o por medio de la Federación cubana, del modo en que ya se practica con la liga japonesa. Solo así sería posible conseguir unos tratos para los beisbolistas cubanos que los libren de los peligros reales de las deserciones y fugas con las que quedan legalmente desprotegidos.

Quizás el partido del 22 de marzo con la intervención honorífica del presidente Obama no quede solo como un gesto diplomático, sino que también ayude a lograr una normalidad en esa relación tan visceral y activa que por más de un siglo y medio han sostenido Cuba y Estados Unidos a través de un juego que constituye una forma compartida de ser y estar en el mundo. Porque si algo debe cambiar en las relaciones entre los dos países, ese cambio tiene que incluir algo tan trascendente como es el beisbol.

Mucha de la atención que se le ha dado a Cuba, después de la decisión histórica del 17 de diciembre del 2014 del presidente estadounidense Barack Obama de normalizar relaciones con la isla, se ha visto dominada por nostalgia por el rico pasado de la isla: su arquitectura colonial en vías de derrumbe, los carros estadounidenses de los años cincuenta y sus renombrados rones y tabacos.

Las empresas cubanas y estadounidenses más bien deberían mirar hacia el futuro, el tecnológico específicamente, a la hora de evaluar posibles oportunidades de inversión y de colaboración.

La economía del conocimiento de Cuba —producto de su abundancia de licenciados universitarios capacitados, cuyas habilidades y calificaciones técnicas han sido puestas a prueba por carencias materiales y por limitaciones— provee un campo fértil para hacer crecer la cooperación e iniciativa estadounidense-cubanas. Por ejemplo, oportunidades clave existen no solo en el sector, aún por desarrollar, de las tecnologías de la información y comunicación, sino también en la más establecida y avanzada industria biotecnológica.

La anticuada infraestructura técnica de Cuba —la cual incluye acceso y conectividad limitada a Internet y el uso rezagado de teléfonos celulares y computadoras— les ofrece a sus ciudadanos la oportunidad de dar saltos a una nueva generación de tecnología. Con una combinación adecuada de know-how, equipamiento de alta tecnología y financiamiento, el lánguido nivel del desarrollo digital y de telecomunicaciones de Cuba podría transformarse rápidamente en la vanguardia del siglo XXI. Así podrían avanzar de su actual y casi obsoleta tecnología 2G hacia 5G y a la versión 6 del protocolo de Internet (IPv6), y más allá.

Estados Unidos de América, como socio —en lugar de rival—, está idealmente situado para proveerle a Cuba la asistencia técnica, las transferencias tecnológicas y el estímulo financiero para convertir a la población y la economía de la isla de rezagadas a líderes.

“La necesidad es la madre de la invención”, como dice el dicho. En el español cubano se le conoce como “resolver”.

Los emprendedores de tecnología han surgido dentro del sector privado de cuentapropistas (empleados por cuenta propia) en Cuba en el arreglo de teléfonos celulares, la instalación de apps y la compilación y distribución de paquetes offline, o sea, telenovelas grabadas, películas, aplicaciones y otras ofertas que le permiten a los cubanos asomarse al mundo moderno en línea.

Entre la diáspora cubana, también, jóvenes emprendedores están creando sitios web y servicios que pretenden ser negocios sostenibles que pueden ayudar a romper barreras humanas, tecnológicas y de información que aún separan a la población de la isla del resto del mundo. El sitio de ventas de aviso clasificado Revolico y el sitio de recargas celulares Fonoma son ejemplos de esto.

Otra relación provechosa se podría forjar entre los servicios de salud y el sector de la biotecnología en Cuba, que se proyectan a nivel internacional, y las adineradas corporaciones farmacéuticas y de salud estadounidenses que tienen años de experiencia comprobada en los ensayos clínicos y en la introducción de nuevos productos prometedores al mercado.

El desempeño de los médicos cubanos en el brote de cólera tras el terremoto en Haití, en 2010; y en la epidemia de ébola en África Occidental, en 2014, han convertido a los sectores cubanos de salud y farmacéutica en una marca global. Aun así, la habilidad y creatividad de los cubanos necesitan asociarse urgentemente a mejores controles de calidad, sistemas de registro y patentes, y financiamiento. Estas son, sin duda, áreas en las cuales Estados Unidos podría ayudar.

A falta de una eliminación total del embargo, el cual queda en manos de un Congreso estadounidense recalcitrante, las regulaciones estadounidenses, modificadas para reflejar la nueva política de Obama hacia Cuba, ya facilitan a las compañías estadounidenses para que puedan proveer telecomunicaciones comerciales y servicios de Internet a la isla. Incluso la exportación de computadoras personales, teléfonos celulares, televisores, equipos de memoria y grabación. También se permite la formación de joint ventures en este sector.

Importantes compañías de tecnología estadounidenses como Google y un sinfín de actores más pequeños ya se ofrecen para ayudar a Cuba a desarrollar su economía del conocimiento.
El Gobierno de Raúl Castro no debería dejar pasar esta oportunidad para recibir una inyección de alta tecnología y know-how del país de donde proceden Google, Apple y Uber.

Al extenderle una mano amistosa a La Habana, el presidente Obama ha abierto una puerta al futuro de la comunicación y la cooperación, no solo entre los Gobiernos de ambas naciones, sino entre sus pueblos también. La proximidad de Cuba a EE UU, su economía del conocimiento existente, una diáspora hábil y próspera, y la clase emprendedora emergente de la isla, son factores que pueden facilitar esa cooperación.

Las autoridades, emprendedores y organizaciones sin fines de lucro pueden trabajar conjuntamente para crear una economía del conocimiento con beneficios mutuos, al contar con la capacidad creativa de los más inteligentes y los más talentosos de ambos lados del estrecho de la Florida.

Un esfuerzo concentrado para hacer arrancar colaboraciones e inversiones en los sectores de tecnología y del conocimiento de Cuba no solo es lógico, sino que puede servir de foco de atención para ayudar a traer a las relaciones entre ambos países al siglo XXI de forma contundente. Tal esfuerzo puede beneficiar a las dos naciones, al mundo y, más importante aún, a los pueblos cubanos y estadounidenses. Seguramente vale la pena intentarlo.

Fuente: El País de M.

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